Cómo, cuándo y dónde: un rompecabezas que se arma en nuestras caminatas, estrategias entre nosotras para cuidarnos de lo que para los hombres opera desde otro lugar: la calle, ese espacio de libertad y de sordidez para muchxs pero que para las mujeres (y ni hablar de trans y travestis) implica un estado de alerta. “Avisame cuándo llegás”, tres palabras que están grabadas a fuego en nuestra cabeza. El desafío de atravesar el espacio público sin miedos sino conquistándolo, porque como señala la geógrafa Diana Lan, “un enfoque de género en la ciudad puede contribuir a dar otro tratamiento a las injusticias que sufren las minorías y los ‘invisibles’, porque las mujeres forman parte de esta categoría. Podremos incluir nuevas miradas a partir de las condiciones de la vida cotidiana. Lan forma parte de “Geografía de género”, un grupo de investigación que se sostiene bajo la pulsión feminista de investigadoras geógrafas. En esta entrevista Magdalena Moreno, Mónica Colombara y Diana Lan, desarman el territorio patriarcal en busca de respuestas. 

¿De qué se trata “geografía y género”? 

M.C.: -Quienes trabajamos e investigamos la geografía, nos interesa conocer y reconocer las relaciones que se da entre la sociedad y naturaleza. Desde una perspectiva de género cuestionamos el sistema patriarcal donde se fundan todas las ciudades y territorios. Esto también implica problematizar la geografía en tanto academia y sus distintas líneas de investigación para poder abrir nuevos paradigmas. 

¿Por ejemplo? 

M.C.: -En una casa de familia, tradicionalmente, las tareas del hogar están asignadas a la mujer, es decir, la tarea doméstica no tiene valor para el mercado y nunca lo tuvo, ni lo tiene. El marxismo siempre analizó la esfera pública, esto no quita que haya grupos de la academia con miradas feminista que hoy aborden esta problemática. 

¿Cuál es el fenómeno urbano que se vincula con la violencia de género? 

D.L.: -En nuestro caso trabajamos para dar visibilidad a los circuitos espaciales de la violencia doméstica que se construyen a partir del entramado de lugares públicos y privados, por donde circulan las personas en busca de ayuda para encontrar respuestas a su padecimiento. Es una trama espacial que tiene por lo general el mismo punto de partida y de llegada, porque la víctima al no encontrar respuestas válidas regresa a su anclaje inicial que es estar junto al victimario. Este circuito espacial opera bajo la influencia de una determinada situación de violencia y en ese desplazamiento, las víctimas en algunos casos descubren nuevas formas de solidaridad y cooperación. Aunque no siempre las respuestas llegan a tiempo y las dificultades que encuentran a nivel de respuestas institucionales, hace que el ciclo de violencia se vuelva a poner en marcha.

¿Existe un patriarcado geográfico y/o territorial? 

M.C.: -El espacio urbano es una construcción sociocultural dentro del patriarcado. Hay ciertas características urbanas que no tienen en cuenta lo femenino. Hay muchos circuitos y espacios en donde no nos movemos solas o directamente no cruzamos por ahí. Evitamos las plazas de noche, pasar por debajo de un puente, ciertas paradas de colectivos en algunas ubicaciones sórdidas y así se puede seguir señalando muchos lugares más. Nosotras armamos estrategias todo el tiempo sobre el territorio cuando lo caminamos. A las 11 de la mañana sí cruzamos una plaza, a las 23 no. Los hombres también se sienten inseguros a las 23 cruzando por una plaza, pero es ante una situación de violencia y no de violación. También hay menos temor cuando llevamos un cochecito de bebé. Es decir que hay una índole de mandato tradicional que responde al patriarcado sobre la seguridad o inseguridad. 

D.L.: -No es lo mismo el uso del territorio que hacen los hombres que las mujeres o las categorías disidentes, “para romper con el concepto binario de hombre y mujer”. Las desigualdades de género refieren a construcciones socioculturales e históricas que transforman las diferencias sexuales en desigualdades jerárquicas que presuponen un acceso diferenciado a diversas formas de poder que se concretan en el espacio. 

En nuestro país, ¿existen políticas estatales para pensar una ciudad con perspectiva de género?

M.C.: -En la actualidad no hay nada. Hace diez años atrás la arquitecta Ana Falú, quien fue directora de Unifem, creó un programa urbanístico que se llamó “Ciudades sin violencia para las mujeres, ciudades seguras para todos y todas”, que se aplicó en la ciudad de Rosario. En este programa se pensó el urbanismo con una perspectiva de género. Una de las medidas que se tomó fue cambiar las paradas de transporte público que antes eran ‘refugios’ por las paradas abiertas y vidriadas, porque los refugios eran más factibles que suceda un abuso sexual. 

Sobre el territorio elegido para que las redes de trata funcionen ¿hay razones y diferencias? 

M.M.: -Sí, no es lo mismo ser víctima de trata en la Patagonia, donde las redes pueden estar vinculadas con las empresas petroleras, que en la Ciudad de Buenos Aires. Por ejemplo en la provincia de Neuquén, donde está la planta de Yacimiento Petrolífero Federal Vaca Muerta, la labor masculina es preponderante y los prostíbulos también. 

¿Y en la Ciudad de Buenos Aires? 

M.M.: -En Buenos Aires los prostíbulos no son solo espacios donde se da la prostitución, también hay departamentos en toda la ciudad que funcionan como prostíbulos. El barrio de Constitución es el más visible y tiene muchas respuestas para darnos, pero seguramente en zona norte también debe existir una red de prostitución. Hay que visibilizarlo y la geografía tiene mucho para decir.  

Las trabajadoras sexuales,  ¿arman sus propias redes en territorio? 

M.M.: -Sí, por ejemplo se avisan si alguna de las chicas es llevada por la policía, esto lo que implica en territorio, es quién controla los espacios. El barrio de Constitución tiene muchas claves para pensarlo, es decir, no es lo mismo que la policía dé muchas vueltas a la manzana  que no. Hay cuadras donde la policía no pasa y cuando está pasando, seguramente la mujer tenga que pagarle alguna coima para poder estar parada ahí. La policía explota y prostituye y esto lo sabemos porque son las propias personas que trabajan en la calle quienes lo denuncian. Lo terrible es que a la vez tenemos una ley abolicionista donde el Estado se apoya diciendo que la trata se combate utilizando como seguridad las fuerzas. Mientras se siga pensando que la trata de personas tiene que ser combatida por las fuerzas de seguridad, se sigue sosteniendo un país patriarcal. Educación sexual en las escuelas es romper con ésa lógica y así concientizar a las generaciones más jóvenes. 

Para más información geografiadegeneroargentina.wordpress.com