Yudai Kamisato tiene apenas 35 años y ya fue tres veces nominado al Premio Kunio Kishida, el más prestigioso de Japón y que homenajea a uno de los fundadores de la dramaturgia del país. Nació en Perú y se crió en la prefectura de Kanagawa. Actualmente, su trabajo está en Tokio y Kawasaki, es director del Okazaki Art Theatre y novelista. Suele centrarse en la inmigración y el trabajo, la relación entre la individualidad, la nacionalidad y la comunicación. Hace un año, ganó una beca de investigación y, tras viajar por su país, Nueva Zelanda y Australia y desembarcar en América Latina, llegó a Buenos Aires donde se gestó su nueva creación: Historia de bajar una cuesta larga de Valparaíso en la que participan tres artistas argentinos: la bailarina, coreógrafa y directora Marina Sarmiento, el actor y director Martín Piroyansky y el actor Martín Tchira y completa el elenco el bailarín brasileño Eduardo Fukushima. La obra acaba de estrenarse el pasado 3 de noviembre en el Kyoto Experiment, festival internacional de performances artísticas que se realiza desde 2010 en la ciudad homónima de Japón y reúne espectáculos destacados de danza y teatro de todo el mundo. Este año se llevó a cabo del 14 de octubre al 6 de noviembre con el ROHM Theatre Kyoto como sede principal y el tema eje fue el encuentro con “el otro interno”. Asimismo, esta edición forma parte del programa Kyoto Culture City of East Asia 2017, que incluye actuaciones de artistas chinos, coreanos y japoneses y eventos que pretenden fomentar el intercambio en Asia oriental.

Curiosear en las crónicas de la experiencia de Yudai  Kamisato en realkyoto.jp revela a un gran observador. En uno de sus relatos sobre Buenos Aires con una foto central del Parque Centenario pueden leerse, traducción de por medio, sus reflexiones sobre el tiempo y cómo cree detenerlo entre tanto movimiento. Y no será la primera vez que el lenguaje sea mediado por traducciones –debido a los idiomas de cada entrevistado– ya que la obra teatral en sí es un gran trabajo con el lenguaje y las culturas. Marina Sarmiento, quien se ha destacado no sólo en la danza sino también en la performance teatral y la investigación en su trilogía compuesta por Los viajes de Sarmiento (2016), Lejos (2014) y Eir (2012-2013), oficia de enlace desde Kyoto y nos cuenta cómo conoció a Kamisato y llegó a ser parte de la obra: “Yudai se acercó a ver mis últimas dos creaciones. Si bien él trabaja con teatro y yo con la hibridación de lenguajes desde el movimiento y la imagen hay algo que tenemos en común que es la búsqueda de modos artísticos para la relación entre el pasado y el presente. Salir un poco de la dirección y sumarme a crear en grupo era algo que quería hace tiempo. Además, el Kioto Experiment  es un festival con un nivel curatorial muy bueno y me interesa la cultura japonesa. En la obra está la impronta del teatro oriental donde cuerpo, imagen, movimiento y palabras son lo mismo”. Ella interpreta a la madre del protagonista (Martín Tchira) quien preocupado por qué hacer con las cenizas de su padre muerto busca ayuda para esparcirlas en el mar. En medio de ese objetivo, los personajes no saben cómo actuar frente a la muerte de un padre y la burocracia sobre los cuerpos. A su vez, el personaje de Sarmiento habita en un auto de cartón del cual no quiere salir y en otro nivel también dentro de un exilio interior por lo que la tensión entre presencia/ausencia la vuelven también testigo. “El gran desafío es el mutuo entendimiento en relación al idioma. Si bien hay un traductor que trabaja a la par del director, toda traducción es una interpretación y ese tiempo intermedio es la primera vez que lo transito”, agrega Marina.

“Al principio pensé en escribir sobre la relación entre Japón y Argentina pero luego decidí abordar parte de mis historias en estos últimos años alrededor del mundo. Mi padre falleció el año pasado y en Iguazú me encontré con una mujer y su hija oriundas de Japón con las cenizas de su esposo. Ese encuentro fue muy importante y lo tomé como eje”, aclara vía mail Kamisato, autor y director, y aclara: “Fue durante los ensayos que logré conjugar lo que radicaba en mí y sumar lo que conecta con cada artista”. Permanecer en Buenos Aires lo conectó con el español así que decidió que debía ser el idioma central con traducciones al inglés en pantallas. 

A los actores se sumó el bailarín Eduardo Fukushima, quien conoció a Yudai en 2015 en Bruselas en el Festival de Las Artes Kunsten y sus historias de vida parecidas los relacionaron. A la inversa que Yudai, Eduardo es japonés-brasileño y creció en Brasil por lo que comparten “la sensación de pertenecer a culturas completamente diferentes y la de sentirnos muchas veces como extranjeros en nuestros países”, afirma en portugués, y destaca que el mayor desafío ha sido la traducción –una vez más– ya que “el texto fue escrito en japonés, luego transcrito  al español y se interpreta en español para un público japonés, lo que me resulta muy estimulante pese a que mi acento no es bueno. Lo mío es más performático, desde la danza, con la particularidad de que son las palabras el punto de partida y no el cuerpo y funciono como dupla con Piro. Soy como su cachorro-esclavo, parezco no entender nada y mi modo de comunicarme es con la ironía mientras que Tchira es el narrador y Marina aporta la representación de la mujer con toda su fuerza haciendo que la pieza gire en torno a ella”. A su vez, a Martín Tchira, destacado por trabajos en teatro y cine como El estudiante, Yudai y su productora Yoko fueron a verlo a Duros de Lisandro Rodríguez y entre vino y espanglish se entendieron y aceptó la invitación. “Tengo el rol protagónico del hijo. Sin poder parar de contar historias se encuentra con dos hombres  (Piroyansky y Fukushima), encargados de la ceremonia. En su elaboración del duelo y sus palabras devendrá la relación con el contexto político tras las fronteras”. La dramaturgia de Yudai es una mezcla de textos poéticos, reflexiones personales, de la humanidad y de la muerte. También aparecen reminiscencias a Borges, gran conocedor de la cultura japonesa. Historias llenas de imágenes de Japón, Paraguay, Valparaíso, de barcos y eclipses, del movimiento de la vida y, claro, de la traducción.