“Si está bien hecho, el periodismo es literatura bajo presión”, dice Carmen Lira, directora de La Jornada, de México, que dirige desde 1996. Lira recibió el Premio Democracia 2017, destinado a una destacada personalidad latinoamericana, otorgado por el Centro Cultural Caras y Caretas de la Fundación Octubre, porque “reúne en sí misma las diversas dimensiones que hacen el maravilloso oficio de comunicar: asume riesgos, se aventura a lo nuevo, innova con audacia, se apasiona con la verdad y, sobre todo, se compromete con la realidad de su geografía y de su tiempo”. La periodista mexicana “construye el camino del periodismo ético y nada ni nadie ha podido silenciarla en su lucha cotidiana por la verdad”. Lira, que obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en México por su entrevista a Fidel Castro en 2010, plantea que “tiene que haber una alianza entre medios similares” en la entrevista con PáginaI12.  

–¿Qué análisis puede hacer sobre el tránsito entre los medios impresos a los digitales?

–El papel tiene una larga vida todavía. Toda la parte digital no ha resuelto muchas cosas como la publicidad, el sostenimiento y financiamiento. El periódico impreso tiene un peso que no tiene la edición digital y te da la seguridad de la publicidad. Si no es una larga vida la del papel, tiene una vida saludable por un tiempo.

–¿Pero qué tipo de vida será la que tendrá el diario de papel?

–Es la que tiene: lo impreso sigue teniendo más fuerza que lo digital. Hay gente que quiere leer noticias, pero otros queremos leer periódicos, que es diferente.

–¿Cuál sería la diferencia?

–Un periódico requiere toda una factura distinta. No es lo mismo que tú estés lanzando tus notas, por más que armes una presentación, a que armes el rompecabezas que significa. Es hasta una cuestión de arte en el diseño. ¿Por qué destacas una nota a ocho columnas? ¿Por qué a tres columnas o a dos columnas? Le das diferente valor. Eso no quiere decir que no se lo des en el digital, pero es diferente. Lo digital es la rapidez con que entregas la información. Abres Twitter a la mañana y te enteras de una serie de cosas; pero leer un periódico es otra cosa, como leer libros es otra cosa.

–Las redes logran que las noticias circulen casi en simultáneo a los hechos. ¿Los periódicos tendrán que ser más analíticos o cualitativos porque la carrera por la información la pierden con las redes sociales?

–Puede ser... de todas maneras los reporteros son fundamentales en un periódico. Luego puede venir todo el análisis que quieras, pero el que trae la liebre es el reportero y ese es el trabajo base. Lo digital es más rápido, como antes lo eran las agencias. Ahora abres a la mañana tu teléfono y tienes todas esas notas. ¿De qué te sirve? Nada más para enterarte, pero la gente no lee nada más para enterarse. Quiere saber qué son las cosas, quiere los antecedentes y lo que hay alrededor de ese hecho. Si está bien hecho, el periodismo es literatura bajo presión. También en lo digital tienes que tener una edición, porque no es posible que se alienten las cosas mal escritas, como en la mayor parte de lo digital. La rapidez no necesariamente da calidad; es muy difícil conseguir que todo sea perfecto y rápido. Yo sé que tenemos que tener lo digital porque eso lo piden los tiempos y el público. En nuestro caso tenemos un público muy grande y una buena parte de ese público es del periódico impreso.

–Y es un público que sigue relacionándose de manera fuerte con el periodismo en papel.

–A mí no me dan la misma confianza ni Facebook ni Twitter. El problema con las redes es que no tienen ninguna credibilidad. El hecho de que tuitees lo que se antoje no te hace reportero: requiere de más rigor y de más trabajo del que uno imagina. Dicen que si ya tuitearon tal cosa la noticia está regada. No sé... ahí se cuelan interpretaciones que confunden mucho a la gente, con notas sesgadas. No hay rigor. Es un poco el desorden. En las redes no hay el rigor que exige el medio impreso. No quiere decir que en los impresos no se cometan errores, claro que sí. Una cosa que queda escrita, cuidado, porque no solo te pueden desmentir si no que te pueden llevar a juicio. 

–¿Por qué las redes generan la ilusión de que pueden parecer periodistas?

–¿Tú te dejas abrir el estómago por alguien que no tiene el título de médico? La verdad es que no. Cómo es posible que seamos tan descuidados con la información, con el análisis; es como la educación: lo que bien se aprende jamás se olvida. No aprendas mal porque lo repites toda tu vida. Es un problema porque eso se queda. Yo he visto campañas verdaderamente horripilantes en redes sociales, campañas políticas de mi país muy distorsionadas. En el caso concreto de América Latina, he visto campañas terribles contra el gobierno de Venezuela y contra los gobiernos de (Luiz Inácio) Lula (da Silva) y de Dilma (Rousseff), y ha sido muy difícil para ellos contrarrestar todo eso porque todo el mundo dice lo que se le antoja. Lo terrible de las redes sociales es que no hay rigor.

–Las redes sociales parecen ser el territorio de una palabra de moda: la posverdad, porque no importan tanto los hechos como los sentimientos y las emociones. ¿El ejercicio periodístico está jaqueado por la posverdad?

–Es probable. El problema es que no es importante la verdad, sino lo que tú sientes. Esto se presta mucho a la manipulación. Los buenos reporteros son historiadores; es muy importante que las historias estén bien contadas, donde lo cuentes. La posverdad es peligrosa para el periodismo. Nosotros tenemos que contar los hechos; en el momento en que deformamos los hechos, somos malos periodistas. Aunque los demás periódicos tengan más público, lo que tenemos en La Jornada es que somos número uno en credibilidad y en contenido. Yo no permito jamás que un reportero del periódico o un escritor le conteste autoritariamente a un lector que manda una queja o un comentario, porque el señor viene a hacer uso de su derecho a replicar. Eso hay que respetarlo mucho. Esto tiene que ver con ética del medio. 

–Uno de los grandes problemas del presente es el financiamiento de los medios de comunicación. ¿Cómo se sostiene un diario como La Jornada? ¿Cómo hace un periódico para sobrevivir?

–Tenemos que pensar en cómo sustentar nuestros periódicos, sobre todo los medios impresos, pero también en lo digital. Se han intentado muchas cosas; en el informe MacBride se habla de que el Estado tiene que intervenir, por eso se votan anualmente convenios de publicidad, porque el Estado tiene presupuestos para medios. Eso no quiere decir que te van a comprar, quiere decir que te dan o no la publicidad. Por ejemplo, a La Jornada nos dan cierta publicidad, pero no nos dan la publicidad que le dan a Televisa o a otros periódicos. Es mucho más baja porque es un medio impreso; la televisión se lleva más. Esa publicidad no me da vergüenza pedirla y no me ata a nada porque los estados tienen un presupuesto para esto. Si el Estado se anuncia en tu periódico, tiene que pagar.

–¿Qué pasa cuando el Estado no paga o discrimina a algunos medios, como sucede con Página/12?

–Yo creo que tiene que haber una alianza entre medios similares. Tenemos que buscar una forma de financiamiento colectivo para los medios que integren esta alianza, a partir no de la publicidad sino de la venta de tus servicios. Me parece que no queda más remedio que hacer una alianza y comercializar nuestros productos. Todavía no sé qué forma le podríamos dar. Tenemos que luchar en alianza con los similares, no sólo de América Latina, sino también de España. Y me doy cuenta de que eso lo pensamos varios.

–¿Quiénes son esos similares?

–La Jornada, Página/12, el Público, de España, que hasta ahora es sólo digital pero saldrá impreso, con una edición en Colombia, y un periódico boliviano. Tenemos que hacer una gran campaña de publicidad y vender nuestros servicios como las agencias de noticias. Pensar en asociarnos. 

–¿Cómo define la mirada de La Jornada?

–Somos un periódico catalogado de izquierda, que centramos el interés en el desarrollo de nuestras naciones. No puede haber la desigualdad que tenemos en este momento en muchos países de América Latina. Algo está mal; lo tienes que señalar. Nuestra forma de mirar es crítica, muy compasiva con algunos sectores, como los más desfavorecidos. No estamos de acuerdo con muchas cosas del gobierno de (Enrique) Peña Nieto y lo decimos. No somos golpeadores ni estamos en ese plano: somos críticos muy responsables.