Como es frecuente en el caso de los boxeadores, la historia de Sergio Víctor Palma no es pum para arriba. Campeón mundial de los supergallos en 1980, este nativo de La Tigra, Chaco (localidad cinéfila nacional) pudo retener el título apenas un par de años, antes de caer inapelablemente. Al día de hoy su salud se presenta deteriorada, consecuencia de un ACV sufrido una década atrás. El episodio cerebrovascular no fue consecuencia de los golpes recibidos, cabe aclarar, sino secuela del accidente automovilístico que le afectó una arteria cervical. Dirigida por Hernán Fernández (Buenos Aires, 1985), La piel marcada hace un retrato del Palma que en unas semanas cumple 61, retrocede en flashbacks hasta su momento de gloria y confronta todo eso con los comienzos de un boxeador amateur que hoy se inicia, seguramente con las mismas ilusiones que habrá tenido aquel pibe chaqueño cuarenta años atrás.

Hoy en día y de acuerdo a lo que muestra La piel marcada, Sergio Víctor Palma vive semirrecluido junto a una mujer que lo cuida como si fuera su madre (siempre hubo algo de niño en esa sonrisa y esa mirada; ahora hay algo de niño triste), tomando mate, repasando recuerdos y mirando fotos viejas. Cabe preguntarse cuánto de eso está montado, ya que el de Hernán Fernández es, notoriamente, un documental con una fuerte puesta en escena previa. En una entrevista concedida antes del ACV Palma advertía al entrevistador que su memoria no era buena. Ahora compara los recuerdos con chapitas flotando en un estanque, a las que uno ve, pero cuando las quiere alcanzar se escapan, por el movimiento generado por la propia mano. Es una muy buena imagen, bastante trágica si se la piensa, y no debe sorprender viniendo de alguien que siempre se destacó por su claridad de pensamiento, la articulación y riqueza de su habla y hasta ciertos arrebatos poéticos, todo ello no precisamente esperable en un boxeador. 

Hijo de padres cosecheros, Palma parece haberse labrado todo eso tan a los golpes como su carrera en el ring. “¿No está del todo mal, ¿no?”, comenta, al más puro estilo Borges, ante un fragmento poético (bastante cursi, en verdad) que le lee su esposa, en un momento de La piel marcada. Lo otro que golpea de este boxeador suave, que no pierde la sonrisa, es la sinceridad brutal. “Yo perdí esa pelea”, dice sobre una de sus defensas del título. “Me la dieron ganada porque fue acá”. Es más: “Yo hacía un personaje modesto, humilde. Pero era por cobardía, para no comprometerme.” Hernán Fernández elige contrapuntear el presente de Palma con el de Matías, el pibe que se inicia y al que la mamá le pide, ingenuamente, que nunca le marquen la cara. La idea fue, seguramente, evitar que la película se convirtiera en una cabalgata de puro pasado. El problema es que no llega a hacerse de Matías un personaje con interés en sí mismo, limitándoselo al mero rol funcional de contrapunto narrativo. En lugar de eso, ¿no cabría haber investigado luces y sombras en la vida de Palma?

Teniendo en cuenta que el primer boxeador argentino al que le levantaron la diestra en Estados Unidos tiene cuatro hijos y un par de esposas previas, ¿no se podrían haber investigado un poco las relaciones familiares? Considerando que fue un campeón de la dictadura que perdió su título días después de la caída de Malvinas, ¿no se podría haber explorado qué clase de construcción hicieron en su momento los medios de su triunfo y su derrota? ¿Su relación con el entrenador Santos Zacarías, que como entre padre e hijo pasó de la incondicionalidad a la ruptura? Técnicamente impecable (signo de todo el cine argentino reciente), bañada por una luz que parece acariciar al protagonista (gentileza del documentalista Diego Gachassin), La piel marcada se da el lujo de ligar, por montaje, tiempos distantes, como cuando muestra al Palma de hoy en día mirando por la ventana su propia llegada al país treinta y seis años atrás, tras su conquista de la corona. No parece casual que uno de los montajistas sea el propio Fernández.

7 - LA PIEL MARCADA

Argentina, 2015

Dirección y guion: Hernán Fernández.

Fotografía: Diego Gachassin.

Montaje: Luciano Sosa y Hernán Fernández.

Duración: 76 minutos.

Intérpretes: Sergio Víctor Palma, Matías Zavalla, Orieta Edith Gilberto.

Estreno exclusivo en el cine Gaumont Incaa Km 0.