“(La reforma laboral) está a favor de una crianza compartida, la equidad de género y la ampliación del concepto de parentalidad”, sostuvo el ministro de Trabajo Jorge Triaca sobre el proyecto de reforma laboral que se va a debatir en el Senado, después de ser negociado con la CGT, y que podría impactar, especialmente, contra los derechos de las trabajadoras, pero con la pretensión de maquillar las quitas con quince días más para que los varones cambien pañales. Sin embargo, un amplio arco de economistas, sociólogas, gremialistas y expertas en cuidado, replican el argumento oficial y califican la iniciativa de un retroceso para los derechos de las mujeres y lxs trans. La CGT toma el té, las mujeres la calle, la protesta y la idea de un paro que no brinde por la falta de derechos, sino que visibilice que los trabajos domésticos no reconocidos son trabajos, que la mayor desocupación la sufren las jóvenes y que la mayor informalidad la padecen las trabajadoras de casas particulares. 

El gobierno de Mauricio Macri alienta una reforma laboral con el argumento de promover el empleo y la competencia. Se sentaron a una mesa de negociación solo con representantes varones de la CGT (en una foto con diez muchachos a la mesa como si el mundo laboral fuera ciento por ciento masculino) y se felicitaron por el triunfo del consenso y el diálogo, en el marco de la IV Conferencia Mundial contra la Erradicación del Trabajo Infantil que terminó el 16 de noviembre con un discurso de Mauricio Macri. El 9,4 por ciento de niñxs de 5 a 15 años, en las zonas rurales, realiza un trabajo doméstico intenso para ayudar a sus familias. Pero la carga no es equitativa: el 55 por ciento de quienes padecen el trabajo infantil en sus propias casas son las chicas que, generalmente, tienen que cuidar a sus hermanos/as y lavar la ropa, limpiar, buscar y traer de la escuela aunque eso, cueste, dejar de ir a la escuela, ya que una de cada diez chicas que trabajan deja de estudiar, según la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (EANNA), del Ministerio de Trabajo de la Nación, en base a 26.115 encuestas, entre octubre del 2016 y enero del 2017.

El evento se llevó a cabo en La Rural. Sin embargo, uno de los mayores problemas es la trata de personas tanto en el campo, en talleres clandestinos como en la explotación sexual, y La Rural no está exenta de ser el problema más que de solucionarlo. La informalidad laboral es un problema, pero la semiesclavitud es un problema mayor. Sin embargo, los rescates de víctimas de trata, durante el macrismo, bajaron un setenta por ciento. En 2015 se habían rescatado 2110 personas de campos sin baños o con trabajadoras/es analfabetos por falta de tiempos y condiciones dignas. En cambio, hasta septiembre del 2017, solo 516 trabajadores/as fueron liberados por el Estado de las cosechas abusivas, las máquinas de coser sin descanso o la explotación sexual, según datos de Jefatura de Gabinete, publicados en la nota “Trata de personas en tiempos de Macri: hubo 70 % de rescates menos (y el Gobierno da explicaciones alarmantes)”, de Sebastián Iñurrieta, en el sitio Border Periodismo.

La mesa de la CGT acordó una reforma que flexibiliza las condiciones de contratación de personal; los vínculos entre el empleador y trabajadores/as y las tercerizaciones; amplía las facultades de los empresarios para variar las pautas de los contratos y limita la posibilidad de iniciar juicios y los montos indemnizatorios, a cambio de la ampliación de algunas licencias, detalló el periodista Mariano Martín en la nota “Gobierno y CGT acuerdan reforma y pasa al Congreso”, de Ámbito.com. “El Gobierno dice que esta reforma viene a crear puestos de trabajo, pero es una reforma hecha a medida de los empresarios que no tiene ni una mísera propuesta del desempleo en la Argentina que afecta más a las mujeres y, especialmente, a las jóvenes de hasta 29 años y no hace nada con el trabajo doméstico que afecta a niñas y adolescentes. La reforma es solamente a la medida de las patronales”, remarca la periodista Estefanía Pozzo, co-conductora de Futurock e integrante de Economía Feminista.  

Un varón de 30 a 64 años, como la mayoría de los representantes de la CGT, tiene cuatro veces más posibilidades de tener trabajo que una chica de 28 años de Florencio Varela. Pero el desempleo sub 29 aparece como un fantasma en las mesas del poder. El desempleo promedio, es del 9,2 por ciento. Sin embargo, en el conurbano bonaerense el desempleo femenino sub 29 es del 22 por ciento; en Catamarca asciende al 28,2 por ciento; en el Gran Rosario al 27 por ciento; en Río Cuarto al 26,9 por ciento; en Gran Córdoba al 25,7 por ciento; en Tucumán y Tafí Viejo al 24,3 por ciento, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), en junio del 2017. Las que no aparecen en la mesa son las que no logran conseguir trabajo para llevar pan y armar su propia mesa.

Fuera de la mesa

La reforma laboral dice que quiere solucionar la informalidad del trabajo en Argentina. Pero no se puede hacer sin perspectiva de género ya que el promedio de quienes no tienen aportes jubilatorios, aguinaldo, licencia por enfermedad o maternidad y obra social -entre otros derechos- es del 33,8 por ciento. Pero es del 31, 8 por ciento para los varones y del 36,2 por ciento para las mujeres, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), analizados por el sociólogo Brian Covaro, en el sitio Lasocialinformación.blogspot.com.ar . La diferencia de cinco puntos, ni siquiera, se sienta en la mesa del consenso integrada por sindicalistas y funcionarios varones. No basta con las diferencias de género, las diferencias de clase dejan afuera de la mesa a las que hacen la comida que se pone sobre la mesa, el café de la sobremesa, levantan la mesa y le pasan el trapo y que son las más invisibilizadas en la reforma laboral: las trabajadoras de casas particulares son 99 por ciento mujeres. Y una de cada cinco mujeres que trabajan en la Argentina cobran un sueldo por cuidar a los hijos de las otras mujeres que trabajan pasando la aspiradora o clarificando los vidrios de las ventanas ajenas. El 44 por ciento de las trabajadoras informales de la Argentina (36 por ciento del total de trabajadoras/es) es empleada doméstica por lo que, sin ellas, adentro de la mesa, a la mesa le faltan la mitad de sus patas. 

“La reforma excluye empleadas domésticas. Ya empezás con una reforma que apunta a bajar índices de precarización obviando al principal empleo que precariza a las mujeres. En torno a esto, lo único que hubo fue una medida aislada del Ministerio de Trabajo, hace un tiempo, que fue mandar cartas a hogares de altos ingresos con instrucciones de cómo regularizar la situación de una empleada doméstica e invitando a hacerlo. También las mujeres son la mayoría de las que reciben las jubilaciones mínimas y la reforma no dice nada acerca de quienes no llegan a los treinta años de aportes. No se sabe cuál será la situación para las amas de casa”, critica la doctora en Economía Mercedes D’Alessandro, autora del libro Economía Feminista, e impulsora de la agrupación.

“La reforma laboral de Cambiemos profundiza las desigualdades de género en el mercado de trabajo”, apuntan Débora Ascencio, Eva Sacco y Julia Strada, integrantes del Observatorio de Género del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Ellas apuntan que quienes no tienen derecho a enfermarse o ser madres van a perder más derechos: “La informalidad constituye una de las principales fuentes de vulnerabilidad en la inserción laboral femenina y las afecta mucho más fuertemente que a los varones. La brecha entre varones y mujeres se redujo durante el período 2004-2015. Mientras que para el segundo trimestre de 2004, el 40 por ciento de los varones trabajaba de manera informal, la mujeres lo hacían en un 51 por ciento (11 puntos porcentuales de diferencia). Durante el segundo trimestre de 2016, los varones se veían afectados por la informalidad laboral en un 29 por ciento mientras que las mujeres lo hacían en un 33 por ciento (4 puntos porcentuales de diferencia). A pesar del propósito de formalización manifestado por Cambiemos, las características de la estructura productiva argentina y la experiencia histórica reciente evidencian que un aumento en la desregulación supone un aumento de la informalidad laboral. Tanto el tan mentado blanqueo (que extingue multas, infracciones y/o incumplimientos y condona deudas), como la reducción de las contribuciones patronales y el abaratamiento de las indemnizaciones, se sustentan en la idea liberal de que si se aumentan los márgenes de ganancia a través de achicar el costo laboral, los empresarios tendrían incentivos para formalizar. En nuestro país, las políticas económicas que apuntaron a desregular el mercado de trabajo terminaron con un aumento abrumador de la informalidad laboral como es el caso de la década de los noventa. No hay razones para creer que un aumento en la tasa de ganancia redundaría en mayores niveles de registración”.

“La reforma laboral promovida por Cambiemos es de corte neoliberal y se propone aplicar una fuerte desregulación del mercado de trabajo. Esto se lleva a cabo a partir del corrimiento del Estado en la regulación de la dinámica laboral y la reducción de los costos laborales, aspecto que mejoraría la eficiencia y competitividad. El blanqueo, la reducción de las contribuciones patronales, el abaratamiento de las indemnizaciones, entre otros componentes de la reforma, van orientados en ese sentido”, analiza la socióloga Débora Ascencio. Mientras que la magister en econometría y desarrollo económico Eva Sacco resalta: “En la dinámica del mercado de trabajo, se manifiestan con claridad las desigualdades de género. En materia de salarios, empleo e informalidad laboral, las mujeres experimentan importantes desventajas, que no son ajenas a la orientación de la política económica adoptada por los distintos gobiernos. El mercado no derrama igualdad, tampoco igualdad de género. Para propiciar procesos de igualación se requiere de la intervención del Estado. En este sentido, la reforma laboral promueve la orientación contraria: desregular el mercado de trabajo generando las condiciones de posibilidad para que se profundicen las desigualdades de género en la dinámica laboral”.

Deudas pendientes: el Paro de las Mujeres del 8M pasado exigio una mirada sobre el trabajo en clave feminista.

La brecha se agranda

Los datos analizados por Covaro arrojan, además que, la brecha salarial entre trabajadores/as con relación de dependencia es de 26 por ciento y, aunque la inflación arrase y suba todo cálculo, eso implica cuatro mil pesos por mes o 48 mil pesos al año. El agujero en el bolsillo de las mujeres por ser mujeres (que se agrava en la comunidad trans sin cifras oficiales) muestra que el ninguneo de ideas, los obstáculos para poder compatibilizar los cuidados de los hijos/as con el ingreso, la retención y el ascenso en el trabajo, el acoso sexual, la violencia verbal y las exigencias sobre el cuerpo y la estética son, entre otras barreras, de piso pegajoso, puertas cerradas y techos de cristal algunos de los clavos en el camino de las mujeres. 

Entre los precarizadxs las más precarizadas son las mujeres. Y la diferencia salarial entre varones y mujeres informales sube al 34 por ciento. La politóloga Julia Strada y magister en Economía política argentina prevé: “La brecha salarial por género en el trabajo no registrado es aún mucho más pronunciada que en el trabajo registrado. Así, de la mano del mercado de trabajo desregulado y el crecimiento de la informalidad laboral se produciría un contundente empobrecimiento de los ingresos de las mujeres”. 

Si las mujeres trabajaran por lo que cobran y la diferencia constante y sonante en billetes (guanacos incluidos) marcara el reloj, las trabajadoras no deberían trabajar más, sino menos. “En Argentina, para ganar lo mismo que los varones, las mujeres deberían dejar su lugar de trabajo a las 14, considerando una jornada laboral de 9 a 17 horas. En Estados Unidos podrían irse a las 14.20, pero si se trata de una mujer negra a las 13.48 o una latina a las 13.24”, detalla D’Alessandro. El reloj para las mujeres canta las horas y no solo se gana menos, sino que cuesta mas trabajar porque los malabares, como define la socióloga Eleonor Faur, al complejo tetris para poder cuidar a los hijos e hijas y llegar a la oficina y al acto escolar recaen sobre la espalda, la cintura y la carga mental sobre la cabeza femenina que llega un momento que es un bomba atómica de pedidos, reclamos y deudas siempre pendientes. 

Sin embargo, una de las ideas de la reforma laboral era hacer un banco de horas por si una trabajadora tenía que llevar a su hijo al pediatra y salir antes o ir a ver la muestra de patín a su hija. Pero no se iba a considerar como tiempo de cuidado, sino como una deuda que se iba a compensar con horas extras (para mujeres que no tienen quien le cuida de manera extra a sus hijos/as porque las escuelas y jardines maternales no abren sus puertas en tiempo extra) en bancos de horas. Esta iniciativa quedo congelada en la negociación con la CGT. Pero, de todas maneras, advierte Estefanía Pozzo, va a ser retomada en las negociaciones de las convenciones colectivas de trabajo y los gremios más débiles o más sumisos podrían aceptar este retroceso en el reloj que clava más fuerte sus agujas con las madres y cuidadoras. 

El cupo no se implementa

La profundización de políticas liberales puede correr, todavía, más al borde de la exclusión a las personas trans. Por eso, se reclama que se implemente el cupo laboral trans, impulsado por Diana Sacayán, en la Provincia de Buenos Aires, que garantizaría que el 1 por ciento de los/as empleadxs de la administración bonaerense sean trans. Y, además, que se apruebe o efectivice en Río Grande, Tierra del Fuego, Mar del Plata, Corrientes y algunas otras localidades donde está en debate. “El Estado debe implementar políticas públicas que permitan que la brecha de desigualdad sea cada vez más corta, brindar capacitaciones y reglamentar la ley de cupo laboral trans”, reclama la activista trans Valeria Licciardi.

Cuidar no es sólo cambiar pañales

Por su parte, la abogada laboralista y feminista Fabiana Sosa e integrante de la Comisión de la Mujer Trabajadora de la Asociación de Abogados y Abogadas de Buenos Aires especifica que (post mesa de té entre el Gobierno y la CGT) la propuesta de ampliación de licencias quedo así: Por nacimiento o adopción de hijo, quince días corridos; por matrimonio o unión convivencial, diez días; por fallecimiento del cónyuge o conviviente, de hijos o de padres, tres días; por fallecimiento de hermano, un día; para realizar trámites de guarda para adopción, de dos a diez días por año; para someterse a tratamientos de reproducción médicamente asistida, cinco días por año; para rendir examen, de dos a diez días por año; por razones particulares planificadas, treinta días corridos por año, sin goce de haberes. Pero la licencia por la licencia por maternidad sigue estando por debajo de los estándares mínimos de la Organización Internacional de Trabajo que estipula como 98 días de mínima y en la Argentina es de 90 días, aunque Triaca diga que es una reforma por la equidad de género y de cuidados. 

“Se podrían incorporar las licencias parentales o familiares y la licencia por violencia de género. Necesitamos políticas de cuidado, con la participación del sector privado, sindical y el Estado, para realmente abordar este problema”, pide para que las licencias parentales no sean usadas como pink washing (o lavada de cara) con la equidad de género como esponja de quite de derechos. Por otro lado, la reforma laboral propone la opción (que puede volverse presión en el trabajo o en la casa o un viaje de ida, sin pasaje de vuelta) de una reducción horaria para trabajadorxs con hijos/as menores de cuatro años. “Se propone la posibilidad de una reducción horaria, pero no se soluciona en modo alguno la problemática del cuidado, dado que solo se establece una dispensa voluntaria a la reducción del pago de la remuneración continuando relegado al interior de las familias el problema del cuidado de hijos/as menores, en lugar de reconocerlo como una responsabilidad social compartida, en la que deben participar el sector privado y estatal. No se reconocen las múltiples formas de cuidado (más allá de niños y niñas pequeños), que podrían limitar el acceso real y la permanencia en el empleo, especialmente de la mujer trabajadora, que es quien mayormente tiene a su cargo esta función social, y además esta reducción de jornada podría generar desigualdades en el momento en el que los trabajadores/as quieran reasumir una jornada a tiempo completo cuando sus niños y niñas crezcan, ya que no requiere ni asegura la posibilidad de recontratación a tiempo completo”, advierte la abogada laboralista. Por este artículo 35 puede parecer que las mamis con mini trabajos pueden llegar a hacer los deberes más fáciles, pero si se separan o sus hijos/as crecen y quieren volver a su jornada completa nadie les garantiza que una vez que se bajaron de su jornada completa alguien les vuelva a dar la mano para subir. Sosa señala: “La normativa no es tratada en clave de género. Es de temer que mediante las pasantías que propone, la mayor afectación la sufrirán las trabajadoras, a quienes afecta en mayor medida la precarización y se contribuya a la feminización de la pobreza”.