En las antípodas de un conventillo tipo, el lugar que preparó la producción para la rueda de prensa luce limpito, lumínico, perfumado y espacioso. Para tomar, vino fino y cerveza artesanal. Para mirar, hay tremendas arañas en vez de lámparas de 25. Para comer, las masas finas reemplazan al pan con manteca o el chipá. Sin embargo, los muchachos de Yotivenco se las arreglan para hacer un uso más adecuado de la estética. Están, sí, todos de impecable ambo negro, pero cuando se ponen a tocar, la imaginación puede volar hacia La Boca de los años ‘20, o hacia cualquier lugar de la patria donde el sonido criollo, y su correlato ambiental, contrasten claramente con tal puesta en escena. Tocan un gato cuyano y lo hacen bien. Tocan una milonga surera y también. Tocan un tango y suena bárbaro. Tocan un rasguido doble y aprueban la cursada. “Igual, lo que más hemos hecho, lo que más nos unió y une, son la milonga y el tango”, calibra Rodrigo de la Serna, actor, compositor y guitarrista de este cuarteto que ha construido su trayecto de a zarpazos fugaces pero intensos. Y que hoy a las 21 dará un paso más en la batalla cuando se presente en el Teatro Astral (Corrientes 1639), con un repertorio poblado por versiones de otros, y arreglos propios. “Lo que hacemos es tomar versiones y retocarlas todas”, refiere el arreglador y guitarronista Juan Pablo Rodríguez Hermelo, que fundó el grupo junto a De la Serna allá por 2005.

“Retocarlas todas –retoma Hermelo– significa para nosotros cambiarle los tonos a las canciones y a la voz de Rodrigo, además de reconstruir las grabaciones, porque tomamos piezas de una época lejana”. Algunas de tales piezas, que el Yotivenco planea grabar en un disco (Tres  va), son “Tardecitas estuleras”, la milonga achamarritada del tándem Calambre-Fourcade, popularizada por Edmundo Rivero; “Milonga del consorcio”, de Rivero más la dupla De la Torre-Serrano; el gato cuyano “A Doña Cata” (Juanjo Domínguez); y el tango de Héctor Marcó, “Tirate un lance”. “Tirate un lance, la suerte es loca”, tararea Hermelo y comenta: “Parece una pavada pero no, porque de pronto uno en la vida no tiene nada y se agarra de eso para salir adelante. Guitarrísticamente, este tema es tan exigente como los demás... Tiene mil quinientas notas y eso genera una conexión suprema entre nosotros”. Respecto de “Tardecitas escuderas”, el guitarrista Fabio Bramuglia –el “académico” del grupo– refiere que la habrán escuchado unas ochenta veces para sacarle los yeites.

“Milonga del Consorcio”, en tanto, en una de las piezas que el grupo recrea desde su origen. “La que hacemos nosotros es diferente a la que hace Rivero, que es más pesada, más campera. Nosotros le movemos el tono, la velocidad, y la intentamos a cuatro voces”, explica Hermelo. Sobre “A doña Cata”, el gato de Domínguez, el que habla es De la Serna: “Todos sabemos que el gato cuyano es un género virtuoso. La digitación es compleja, entonces hemos trabajado mucho esta versión para tocarla en vivo. Yo probé como ocho digitaciones diferentes para poder tocarla. Ah, y hay otra canción de nuestro repertorio que no quiero omitir mencionar, que es “Qué pena”, el rasguido doble de Zitarrosa, que parece un tema sencillo pero tiene una complejidad rítmica, y un clima romántico y doloroso, que nos llevó mucho trabajo de ensayo”, admite.

“Lo que hacemos, en general, es partir del tema, de su melodía y estética, y pasarlo por nosotros durante meses, hasta que en un momento el maestro dice ‘hoy se toca tal tema’”, se ríe Blas Alberti, violero que se integró al Yotivenco hace unos trece años. “El maestro” es De la Serna, pero no se hace cargo. “Bueno, entonces el jefe”, lo chucean. “Sí, lo de jefe puede ser”, se ríe el actor. “Posta, algo de verdad hay, porque Rodrigo nos canta los arreglos y nosotros tenemos que tocar lo que él dice, y armonizarlo”, insiste Alberti, en una de sus pocas intervenciones de la entrevista. “En mi caso, tengo la idea de que hay que pasar por todo para que el tema suene mejor. Sé cosas de manual, porque soy profesor de música, y está bueno eso de que cada tema pase por todas las posibilidades. Eso es humildad, es laburo, no es que te tirás un pedo y sale un tema nuevo, blanquea Hermelo.

–Ustedes ya tienen un disco grabado hace bastante. ¿Tienen puntos en común con el nuevo?

Juan Pablo Díaz Hermelo: –Lo que pasa es que éramos guachos cuando lo grabamos y había un par que se creían que la tenían clara. Digamos que nos comimos el discurso de un par de giles... Lo que hay que hacer siempre es sacar un tema, tocarlo en vivo un año y recién después grabarlo. Nadie termina de hacer un tema y lo graba. Para hacer esa tenés que ser Stevie Wonder o el Polaco Goyeneche, que le daban un tema y lo sacaba en un día. Igual, aquel disco tiene cosas que son interesantes, como alguna pieza de Abel Fleury, o algo de Piazzolla con samplers.

Rodrigo de la Serna: –Sí, y un guarilo, un tema nuestro que era medio loco, pero que estaba bueno.

J. P. D. H.: –Algo quedó, sí. Algunas versiones. “Milonga del consorcio”, por ejemplo, pero mejorada.

–Más de una vez han dicho que el Yotivenco representa una resistencia cultural. ¿Podrían profundizar en qué sentido?

R. D. L. S.: –Claro. La cultura musical argentina es un tesoro que se vino amasando durante décadas por nuestros mayores. Y me parece que conectar con eso es algo sagrado. ¿Por qué? Es compleja la respuesta, pero me parece que se nos impone una industria cultural que nos enajena de esas tradiciones. Que nos inhibe de la posibilidad de conectar con ellas, que son músicas portadoras de un refinamiento y de una poética superlativa. Si no tenemos acceso a ellas por diversos motivos, nos estamos perdiendo de algo muy importante.