Desde Mar del Plata

El capitán de navío retirado Jorge Bergallo aseguró que no puede “darse por cierto” que los 44 tripulantes del ARA San Juan estén “todos muertos” luego de la explosión o implosión registrada por los sensores el mismo miércoles 15, día de su desaparición. Bergallo fue comandante del submarino en el cual hoy –sin duda siguiendo un mandato familiar– es miembro de la tripulación su hijo, Juan Ignacio, de 42 años. “No es verdad”, sostuvo Bergallo, refiriéndose a la posibilidad de que pueda afirmarse que “todos están muertos” y aclaró que “no es verdad ni siquiera cuando lo diga una persona que sea de la Armada” porque una afirmación de ese nivel tiene que surgir de “la información oficial” de la institución, algo que todavía no se hizo a través de los canales orgánicos. 

Bergallo, que también fue comandante de la Fragata Libertad, dijo lo suyo en alusión a las declaraciones públicas de Luis Tagliapietra, padre de Alejandro Damián, también tripulante del ARA San Juan. Tagliapietra sostuvo que en una conversación con el capitán Fabián Rossi, jefe directo de su hijo, éste le había dicho que están “todos muertos” y hasta señaló que en ese mismo encuentro, el jefe de la Base Naval, almirante Gabriel González, le había dado el pésame por la muerte de su hijo. 

Es obvio que Bergallo no estuvo presente en la reunión a la que alude Tagliapietra, pero sí puede referirse a lo que les informaron el jueves pasado a todos los familiares sobre el episodio del 15 de noviembre. Lo que dijo, en ese sentido, es que “no es verdad que nos dijeron que estaban todos muertos”. 

En otros orden de cosas, dijo que hablaba mucho con su hijo y que por eso sabe que “el submarino estaba en perfectas condiciones”. Bergallo, submarinista durante 50 años, se refirió, dada su experiencia, a lo que pudo haber pasado con el ARA San Juan. “La explosión fue realmente en el submarino, porque cuando hay olas de ese tamaño el buque se mueve y quizá traga un poco de agua, y pudo haber afectado la batería, pero si nadie pudo hacer nada es porque algo (más) pasó”. 

Agregó que el procedimiento para cargar las baterías se realiza “haciendo snorkel en la superficie” y eso “significa que cuando se afecta la batería, el buque se para en automático” y “todos pueden salir a la superficie para secarlo y seguir su camino”. 

Su hipótesis tiene que ver con el ingreso de agua al submarino, que se apoya en el aviso que la tripulación dio el mismo día que perdió contacto.    “Lo más probable es que haya estado haciendo snorkel, es decir arrancando los motores para cargar baterías y ventilar el interno. Cuando hay olas de ese tamaño, el buque se mueve mucho”, explicó. 

Por eso supone que en ese contexto puede haber entrado agua a la nave y que se haya mojado alguna batería. “Cuando eso ocurre se hace lo que se llama ‘emergencia snorkel’. Se para todo en automático, en segundos. Todo el mundo sabe lo que tiene que hacer y salen a superficie. Limpian, secan, se acomodan y se vuelve a ir a inmersión.” 

“Mi tranquilidad fue que en ese momento (tras el inconveniente) el submarino transmitió que estaba todo bien y que continuaba su viaje a Mar del Plata. Pregunté si la maniobra la había transmitido en inmersión o en superficie, y fue en inmersión, lo que quiere decir que lo solucionaron y transmitieron tranquilos el mensaje”, relató. 

Sobre qué pudo haber pasado después, respondió: “Que le entre una o dos veces más agua, que se produzca un blackout total. Es decir, que se queden sin energía. Había otras cosas para hacer que, si hubiera sido así, hablando con otros submarinistas, no nos explicamos por qué no se hicieron. Porque desde el comandante hasta el cabo más joven saben perfectamente lo que pueden hacer”. 

“Alguien podría haber soplado (que permite salir a superficie para estar más seguros). Entonces a mí me cierra el hecho de que haya habido una explosión y no haya habido nadie en condiciones de ir hasta donde están las válvulas”, concluyó.