Juraron los nuevos legisladores y entre ellos la figura más significativa es Cristina Fernández de Kirchner. Por su condición de ex presidenta, por sus capacidades personales y su trayectoria política pero, aún por encima de esa realidad, porque sigue siendo la figura más significativa de la oposición. Esto constituye para la senadora electa por Unidad Ciudadana una responsabilidad mayúscula porque en su persona están centradas las expectativas de muchos sectores. De unos porque aspiran a que represente sus intereses, que se constituya en la defensora de sus derechos en el ámbito legislativo. Del otro lado, desde el oficialismo, todos sus movimientos serán observados para encontrar debilidades, flancos para atacarla. Y, como lo han hecho hasta ahora, no faltará tampoco la ofensiva permanente para desprestigiarla, ofenderla y continuar dañando su imagen ante la ciudadanía. A esto intentarán contribuir los voceros oficiosos del sistema privado de medios oficialistas.

Pero más allá de esta realidad se abre en el Congreso un nuevo escenario que inaugura también otra etapa política. Cristina Fernández de Kirchner comienza ella misma un recorrido político personal desde un lugar inédito. No por su condición de legisladora, porque esa función ya la ejerció antes. Sino porque su paso por la presidencia le dio conocimientos, experiencia y una trascendencia que antes no tuvo. Y también porque sus propios adversarios políticos la ubican hoy en el pedestal de sus ataques.

La oposición tiene muchos objetivos para cumplir en el nuevo Congreso, en particular los legisladores que proceden o están vinculados -en el sentido más amplio- a la raíz peronista-justicialista. Por un lado, les cabe hacer todos los intentos de aglutinar a las fuerzas opositoras construyendo lazos más allá de los propios límites partidarios o de las distintas variantes de frentes que integran. Porque está a la vista que la idea de "poner límite" al avance de un modelo que no repara en la vigencia fundamental de los derechos ciudadanos, tendría que ser un objetivo político que invite a saltar por encima -o por lo menos a dejar de lado táctica y circunstancialmente- las diferencias coyunturales. A nadie le alcanza con la "tropa propia". Es necesario sumar fuerzas y voluntades. No es una tarea fácil. La práctica lo demuestra. Para lograrlo se necesita adobar la inteligencia política estratégica con ingredientes que se han demostrado escasos en los últimos tiempos. Entre otros podemos mencionar humildad, resignación de intereses sectoriales, apertura de mentes, tenacidad en la búsqueda de consensos mínimos. Tenacidad se traduce en asumir que puede haber fracasos en esta tarea. Pero que cada frustración tendrá que ser seguida con empeño bíblico: "setenta veces siete" para renovar el intento.

En cuanto a las expectativas de la ciudadanía que padece y soporta los avances del modelo político, económico y cultural de Cambiemos, los nuevos legisladores de la oposición probablemente tengan que redoblar su esfuerzo por agudizar la escucha. La escucha activa supone tener los oídos abiertos y los ojos despiertos porque esa es una condición indispensable para avanzar en los consensos necesarios, pero sobre todo para no errar ni en las iniciativas, ni en la palabras. Porque, como bien lo decía Eduardo Galeano: "para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos".

En todo ello Cristina Fernández de Kirchner tendrá un papel político fundamental desarrollado incluso al margen de su propio destino político personal. Le sobra inteligencia política a la ex presidenta para apuntalar la construcción de estos y otros objetivos. Sabiendo que no se la harán fácil. Sin duda los ajenos, pero tampoco muchos de los supuestamente propios.