¿Cómo lee el psicoanálisis el concepto de violencia? Freud en El malestar en la cultura, desecha el ideal de funcionamiento para los lazos de los sujetos, familias, comunidades, etnias y naciones que se soporte en un programa de felicidad sin sombras; afirma que "la inclinación agresiva es una disposición pulsional, autónoma, originaria, del ser humano"(1). La cultura -los lazos- encuentra en la misma su obstáculo más poderoso. La pulsión de agresión -principal subrogado de la pulsión de muerte- es responsable de la ruptura del programa de cultura y hace fracasar el programa libidinal posible en el lazo social (2). Existe una inclinación innata del ser humano al "mal", a la agresión, a la destrucción, impasse anunciado por Freud a partir de Más allá del principio de placer, es una hostilidad primaria y recíproca entre los semejantes. En este aspecto, el prójimo es una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo (3). Lacan, siguiendo a Freud en estas consideraciones, plantea en La ética del psicoanálisis que el goce es un mal porque entraña el mal al prójimo. Freud aborda el tema desde el narcisismo de la pequeña diferencia, dificultad del contacto con el semejante. Hermanos, padres, cónyuges, comunidades, contienen "un sedimento de sentimientos de desautorización y hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido" (4).

La familia es un lugar de transmisión de la cultura, de la lengua materna y del malentendido estructural.

La pulsión de muerte habita en todos los seres hablantes, no se educa, no se domestica ni se previene; es imposible de eliminar. Desde este punto de vista solo resta su tratamiento. Cada época (y cada familia) contiene en sí modos particulares en que ésta se expresa o se manifiesta. El trastrocamiento del orden simbólico explica en parte los modos actuales de vivir y tratar la pulsión de muerte en el nuevo siglo. Se puede plantear la violencia como una expresión de la pulsión de muerte. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra.

La segregación estructural guarda una relación íntima con la noción del odio. El odio es más antiguo que el amor en relación con el objeto. El odio nace de la repulsa primitiva del yo propio que segrega un componente que arroja al mundo exterior por sentirlo como hostil. El problema se traza entre afirmación y rechazo. El yo‑placer originario incorpora lo bueno y expulsa o arroja de sí lo malo, de allí que lo hostil para el yo, va a formar parte de lo ajeno, de lo extraño, de lo que se encuentra afuera. Jacques-Alain Miller plantea la conexión entre racismo moderno segregativo y el odio; "es el odio al goce del Otro. Esto es incluso la fórmula más general que puede darse de este racismo moderno tal como lo verificamos"(5). El impasse que presenta este problema es que el Otro es el "Otro dentro de mí mismo". Lo que destaca Miller es que la raíz del racismo es el odio al propio goce; "si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio" (6). Se segrega lo propio ubicado en el Otro. ¿Cómo se pone en juego esta lógica en las configuraciones familiares contemporáneas? Partimos de la frase de Lacan en Nota sobre el padre donde dice "Creo que hoy en día, el rastro, la cicatriz de la evaporación del padre, es algo que podríamos poner bajo la rúbrica y el título general de la segregación" (7). ¿Cómo se manifiesta en las configuraciones familiares actuales la evaporación del nombre del padre? Esta pregunta la pondremos en consonancia con la segregación que produce y la respuesta del psicoanálisis y de los psicoanalistas a este problema.

Violencia familiar ¿Qué puede decir el psicoanálisis sobre la violencia familiar? La familia es un lugar de transmisión de la cultura, de la lengua materna y del malentendido. Hay un malentendido estructural que se inscribe de manera singular en cada sujeto. Tiene que ver con el desencuentro entre el hombre y la mujer, con lo no dicho sobre el goce de cada uno, haciendo que haya un punto irreductible en la transmisión. Se trata entonces de la transmisión de un malentendido donde entran en juego significantes de deseo y goce. Miller agrega que la familia está unida por un secreto sobre el goce que hace familia en el inconsciente. Las funciones materna y paterna que se encarnan en los padres son siempre fallidas pero fallan de distintas maneras. Se puede producir un pasaje al acto violento que irrumpe en la conformación de los lazos familiares, es decir, una irrupción de lo real en lo imaginario desligado de lo simbólico. Un hijo que mata a su padre. Un padre que viola a su hija, teniendo hijos con ella bajo el silencio cómplice de la madre, son ejemplos extremos. En la sociedad actual, la llamada "violencia familiar" se ha convertido en un significante amo junto a otros como "violencia de género" y "femicidio", que han ascendido al cénit social. Carlos Dante García sitúa que el fenómeno de la violencia ha ido cambiando de significación con el paso del tiempo hasta llegar a ser en la actualidad un problema sanitario cuando antes estaba naturalizada y en algunas culturas era aceptada socialmente. El ascenso de la violencia al cenit social implica una caída de los ideales, una caída del lugar del Otro, produciendo una identificación que ya no es al ideal, como en la época de Freud, sino que está en relación al S1 pluralizado. No hay un universal de la violencia familiar.

Notas:

1-Freud, Sigmund, El malestar en la cultura. Amorrortu 1996, p. 117.

2 Morao, Marisa, Relaciones violentas. BA. Grama. 2014, p. 59‑60.

3 Freud, S., El malestar en la cultura, p. 108.

4 Freud, S., Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu, p. 96.

5 Miller, Jacques‑Alain, Extimidad. BA Paidós. 2011, p. 53.

6 Miller, J.‑A., op. cit., p. 55.

7 Lacan, Jacques, Nota sobre el padre. Rev. Lacaniana 20. Grama.

*Psicoanalistas EOL y AMP. Fragmento Conversaciones del VIII ENAPOL.