Abonizio entiende que la clave es contar historias. "Hasta de una mancha de humedad en la pared", exagera. O no. Porque es también en el micro mundo cotidiano donde pueden descubrirse las metáforas que explican al mundo. A encontrarlas, o crearlas, se ha dedicado históricamente Adrián Abonizio, que hizo del contar historias un oficio. En textos o, esencialmente, a través de versos hechos canción. Irónica, ácida, por momentos desgarradora, su mirada resguarda siempre algo de esperanza. O, cuanto menos, algunas de las pistas que, desde su óptica, pueden hacer de éste un mundo más digno. La madre de todas las batallas, recientemente editado por Barca, va lógicamente en esa sintonía, aunque el destino ha impregnado al disco de un tinte político‑coyuntural algo inesperado para Abonizio, que registró estas canciones en 2009.

En concreto, La madre de todas las batallas es apenas uno de los trabajos de Abonizio que habían quedado estancados tras su registro. Un proceso que no es nuevo para el compositor rosarino que, por caso, luego de casi una década de trabajo logró editar Tangolpeando, premiado con un Gardel y anunciado hace cuatro años como la primera parte de una trilogía tanguera que, claro, está también en proceso. "Con Martín Delgado, guitarrista de San Telmo Lounge, y otra gente de Buenos Aires estamos haciendo unas cosas de tango bastante extrañas, por un lado tradicionales y bastante psicodélicas por otro. Estoy explorando cosas que yo por lo menos no escuché nunca, a ver qué sucede, cosas recitadas con forma de tango, tratando de que haya sangre, que no sea una música decorativa", se entusiasma Abonizio, que también se encuentra abocado a darle forma a un trabajo rockero junto a Julio Franchi. Y así se renueva su sociedad creativa con artistas jóvenes con peso propio, proceso que marcó precisamente a La madre de todas las batallas, donde convocó como productores a los talentosos Mariano Sayago, Carlo Seminara y Julián Venegas.

 

"Me jugué por tres pibes que tocan bien. Tengo que buscar gente que sea mejor que yo, que mejore lo que estoy haciendo".

 

"Me gusta lo extraño del suceso, el sentirse raro con gente a la que apenas conocés y no ir a lo seguro. En este caso fue jugarse una carta a favor de tres pibes que tocan bien y que generacionalmente supuestamente no tienen nada que ver conmigo. Tengo que buscar gente que sea mejor que yo, que mejore lo que estoy haciendo. Y a su vez la extrañeza de gente que nunca ha tocado lo que yo hago, eso produce una cosa muy interesante. Que puede resultar muy bien o puede resultar un fiasco. En este caso resultó bien, me siento muy cómodo con lo que logramos con estos chicos que tienen la mitad de mi edad, con una poética que no manejan, o que disfrutan pero no usan, y de pronto se encuentran con un tipo antiguo como yo. Es como un choque de culturas, de dos pueblos distintos que viven al lado. Esos experimentos me gustan mucho".

-‑Al margen de la satisfacción lógica que debe representar la edición de La madre de todas las batallas, y considerando que pasaron siete años desde su grabación, ¿con qué disco te encontrás hoy, cómo lo ves transcurrido este tiempo?

‑-Y... hace años la sociedad estaba mejor en lo superficial, en lo que se ve: en el bolsillo de la gente, en cierta estabilidad económica, hasta diría una especie de estabilidad emocional que he visto en gente que sabía que podía llegar a fin de mes. Hoy eso no ocurre. En ese momento, cantando esas canciones yo parecía un tipo opresivo, desagradecido con el momento democrático y económico que se estaba viviendo, que no era tener plata para tirar para arriba... Y yo cantaba canciones de tipos que buscan basura en los containers, de gente que va a ciudades donde los expulsan. Algunas canciones hablan de que somos una colonia en mano de las potencias, otras hablan de todos los "espaldas mojadas" que hay por el mundo, de los mexicanos hasta los sirios, pasando por los paraguayos, los uruguayos, los argentinos. Todo eso yo lo hablaba, y pensaba: 'En este contexto parece una forma muy depresiva'. Pero yo de lo que hablo es de la condición humana, por más que cambien los gobiernos... Algunos gobiernos acentúan ese mal que es realmente la crueldad del mundo, lo hijo de puta que es el mundo con la gente que no se puede defender. Algunos gobiernos lo acentúan, como éste. Y otros lo emparchan, o lo emparejan, como era el gobierno del kirchnerismo. Entonces las canciones, sin ser políticas, se convierten en un hecho político dependiendo del momento en que salen. Con Tiempos Difíciles, de Baglietto, pasó lo mismo. Salieron un par de canciones que la gente asoció con lo que estaba pasando, por eso ese 'éxito macabro' que tuvimos. Porque las canciones hablaban de una pareja a la que se le había muerto el nenito y que decidían matarse los tres, o de un tipo que salía de la cárcel y la mina ya no lo esperaba más. Era una cosa terrible, por éso nos acusaron en Buenos Aires de tristes, depresivos y demás. Es como los tangos que son machistas y hablan de cómo pegarle a la mujer y demás. Pero el tipo que lo escribe no hace una apología de éso, está contando algo que realmente ocurre. Si hacés una lectura liviana pensás que está haciendo apología, que el tango es machista. No mi amigo, el tango es un retrato que hizo el autor para que las generaciones futuras veamos lo que pasaba en ese momento. De alguna forma lo que pasó con la Trova Rosarina fue éso, retratamos un momento. Y lo que humildemente cuento en este disco son momentos que ahora a lo mejor se corresponden más con la realidad, porque son canciones en algún punto desalentadoras.

 

"Tengo un montón de canciones. Hay cierto espectro rockero que me sigue emocionando y otro que me aburre sobremanera".

 

Más allá del guiño del destino, que aportó contexto, la de Abonizio es una mirada que trasciende las coyunturas del pago chico. "La capacidad de entendimiento a uno le queda siempre corta, porque veo tanto horror en el mundo, tanta desinteligencia, tanta falta de amor, de respeto", grafica el autor, que piensa en apelar a un disco de "horror kitsch" como forma de sentar postura. "Hay cosas que no se pueden ni expresar más que con algunas palabras, que quedan cortas. Entonces tenés que acudir al extremo de contar historias de horror. Las cosas maravillosas son menos en proporción a las cosas horrorosas que ocurren. Y eso no hay que ocultarlo, hay que contarlo. No sé por qué los autores no lo cuentan. Me causa mucha impresión hablar con autores de folklore que ven un mundo de paisajes, de caballos que salen por los campos al amanecer, y no cuentan lo espantoso que es el gen argentino. En todo caso, el trasfondo inhumano que tienen todas las cosas. Son como paisajistas, en el tango también, en el rock no hablar... No digo andar llorando por las calles, pero a mí me interesa más un Syd Vicious que el pibe que canta en Babasónicos".

Y reaparece así el rock, ése que se filtra en buena parte de las canciones de La madre de todas las batallas, donde se hace palpable la visión del trío de productores. Y reaparece el nombre de Franchi, su nuevo socio creativo, al que distingue por entre la media rockera argentina: "Me encanta. Es un tipo que me cuenta cosas que veo, soy fana de él. Hay cierto espectro rockero que me sigue emocionando y otro que me aburre sobremanera". Y reaparecen, también, los proyectos a futuro y aquellos que todavía esperan su hora. "Tengo un montón de discos, canciones y demás", confirma Abonizio, que en La madre... incluye a "Corrientes", parte del disco (inédito, claro) que en 2008 grabó junto a Rodrigo Aberastegui y Sergio "Muerto" Sainz, quienes precisamente lo acompañarán para las presentaciones de su flamante lanzamiento, que tendrá presentación oficial a comienzo del próximo año, y que puede adquirirse en las bateas de Utopía. "El tema es tratar de contar una historia", remarca entonces Abonizio, y desafía: "Así sea que se descascara la pared de la casa, una mancha de humedad, cosas que pueden tener muchas lecturas. El tema es que la gente no se atreve a contar historias".