Una comunidad organizada desde La Patagonia, militante y feminista, que publica textos escritos por mujeres y disidencias. Hace cinco años, en enero de 2020, apareció el primer libro, Es tiempo de soltar la lengua, que reunía poemas y fotografías en el marco de la campaña nacional por la despenalización del aborto. Ediciones Las Guachas, con sede en San Martín de los Andes (Neuquén) y Bariloche (Río Negro), está construyendo un catálogo que busca sostener “nuestra mirada cardinal desde el Sur”, dice la editora, poeta y docente Tamara Padrón Abreu. Ese “nosotras” incluye también a Julieta Santos, editora y escritora, y Florencia Nobre, diseñadora, profesora de letras y gestora cultural, quienes la acompañan en este proyecto editorial. “Leemos, escribimos y pensamos desde este lugar -agrega Padrón Abreu-. Entendemos que un libro implica no solo un objeto cultural, industrial y simbólico, sino también un objeto afectivo, un proceso, un vínculo”.
Las Guachas no se llamaba así cuando salieron al ruedo. Recién adoptaron el nombre con el segundo libro, Intersticios, de Guadalupe Paz Colombo, una psicóloga y actriz de Bariloche. Después fueron sumando títulos como Muérdago, de la roquense Ludmila Cabana Crozza, que inauguró la colección “Derivas poéticas”; Cinética del aire, el primer libro de poemas de la rosarina que vive en Bariloche, Astrid Romero; Flor amiga de diez guanacos, de la cantante y poeta mapuche Anahí Rayen Mariluan; Hotel Triunfo, de Liliana Campazzo, docente y bibliotecario que vive en Río Negro desde 1976. El listado se completa con Ana (voces del año 2000) de Guadalupe De Iudicibus; Matemos al difunto coronel, el primer libro de poemas de la profesora de inglés Andrea Wolf; Choz Rayen, una combinación de crónica, poesía y ensayo para explorar la situación del pueblo mapuche, de Viviana Ayilef; Cuerpas en riesgo, de Virginia Schuvab; y La mataperros y otros quiebres, cuentos de Natalia Belenguer, nacida en Bahía Blanca y residente en Villa La Angostura desde el 2000, entre otros títulos.
“Editar siempre es una empresa arriesgada, más en estos momentos de desguace de toda política cultural”, plantea Padrón Abreu. “Creemos que en este contexto tan inentendible donde todo parece estar en riesgo, desde el contrato social a los principios democráticos, donde la vida está en peligro, un proyecto colectivo, hermanado, que ponga la palabra, las ideas, el debate y la ficción, se resignifica. Se convierte en un eje vital desde el Sur”, pondera la editora que junto con sus compañeras descreen de la lógica binaria de centros y periferias o de los motes como literatura “regional” o de “provincia”. “Nosotras entendemos que nuestro hacer tiene que ver con el territorio, que también es un territorio mapuche (el Wallmapu) y eso se juega cotidianamente en las voces, en los tonos, en las ideas de lo que publicamos. Entonces hay una diversidad y una riqueza que hace que sea más difícil instalar modas hegemónicas, como sí pasa en otros lugares con mayor exhibición o vidriera”.
Florencia Nobre cuenta una inquietud que las asedia desde que gobierna Javier Milei. “Como editorial nos preguntamos: ¿Podremos vender libros en este contexto?. No conocemos la respuesta y por eso nos aventuramos a seguir publicando. Por eso y porque además vamos a seguir apostando a la poesía, a la ficción, a la lectura, al arte en todas sus formas de expresión, porque somos guachas, porque somos docentes de la escuela pública y porque estamos convencidísimas de que cuanto peor se ponga el panorama para el ámbito de la promoción de la cultura, es cuando más tenemos que producir trinchera en forma de palabra poética, cuentos maravillosos, novelas espeluznantes y libros, libros, libros porque son un dispositivo estético y a la vez emancipador para nosotres, les seres humanes”.
Padrón Abreu confirma que todas tienen otros trabajos y que ninguna vive de la editorial. “Las ganancias las usamos para reinvertir, porque nuestro objetivo es que crezca el catálogo, que crezca la red que somos”, afirma la editora. “Hay un crecimiento exponencial de las editoriales independientes, se multiplican, se rizoman. Cada vez más escritorxs arman proyectos editoriales. No todos sobrevivirán, pero están ahí porque hay una firme necesidad de decir, de dar cuenta de este momento, sabiendo que por ejemplo, hasta las grandes editoriales ante esta crisis económica, ante el avance de los costos del libro, están buscando nuevas estrategias de supervivencia. El mercado se vuelve más conservador, las ediciones más pequeñas, se edita lo que se vende. Ahí aparece la edición independiente abriendo el abanico de posibilidades, sumando otros relatos, otras ideas, otras voces”.
Padrón Abreu reconoce que les interesa publicar poesía mapuche, “no solo porque nos parece maravillosa y fuerte, sino porque permite hacernos preguntas de manera sensible sobre nuestras propias raíces e identidades”, explica la editora y destaca del catálogo la antología de la escritora chilena Daniela Catrileo, Todas quisimos ser el sol; el libro de Anahí Rayen Mariluan, Flor amiga de diez guanacos, cuyo título es una transcripción literal de su nombre; y el de Viviana Ayilef, Choz Rayen. Nobre pondera un libro de Las Guachas que dio inicio a la colección “Citar La Fuente”, de ensayos y no ficción. Se trata de Metonimias de Cecilia Alaniz, sobre las estrategias para abordar la enseñanza de la lengua y la literatura en el aula, teniendo como eje transversal la ESI (Educación Sexual Integral). “Es un trabajo que nos enorgullece enormemente, nos sitúa de lleno en el campo de la educación con una perspectiva de género que necesitamos defender hoy más que nunca”, precisa Nobre y añade que llevan publicados dieciséis libros en tres colecciones.
Este año aparecerá la cuarta colección llamada ATP (Apta para todo público), libros pensados para las infancias. El primer título es Sombrero Colibrí, de la poeta neuquina Marisa Godoy; y están preparando el nuevo libro de una autora indispensable, Graciela Cros, “maestra de quienes estamos escribiendo hoy”, aclaran las chicas de Las Guachas. El título es Un amor imposible, la segunda entrega de su Trilogía de diarios. El valor de los libros de la editorial oscila entre los 10.000 y 15.000 pesos. “Nos importa que el libro sea accesible, que el precio no sea privativo -subraya Abreu-. Si los libros son maravillosos pero nadie puede leerlos, no hay ningún sentido en la tarea. Una de nuestras principales fortalezas es la creación de una comunidad lectora. Siempre decimos que Las Guachas es una comunidad lectora organizada o una comunidad poética organizada, que está atenta a las novedades del catálogo, que compran libros en preventa porque muchas veces es la única posibilidad de financiar la edición, que envían sus comentarios, que replican y comparten en redes. Nos hacen sentir que esta trinchera editorial es cada vez más colectiva”.
Santos revela que, aunque habían proyectado “un desastre” en términos de ventas por el contexto socioeconómico, la gente sigue comprando libros. “A diferencia de los 90, gracias a la digitalización y a la democratización de muchos recursos, hay una profesionalización de todo el trabajo editorial, sumada a la firme determinación de asumir costos para que el precio de venta sea accesible, que tenga en cuenta el derecho a la lectura y también el derecho a la belleza”.