“Ochocientos habitantes y un perro”, dicen en Chuquis que son, según el último censo. Este pequeño pueblo del norte riojano, que parece colgado entre las nubes y la falda de la sierra, se hizo grande por un motivo: es Mi pueblo azul, aquel que el cantautor Ramón Navarro supo contar en versos y coplas, en canciones que nombran y miran los lugares y los habitantes de Chuquis. Es Un pueblo hecho canción, según el documental con el que Silvia Majul hizo Una película sobre Ramón Navarro, estrenado ayer en Buenos Aires. El recurso narrativo para abordar un personaje central de la música argentina es el de hacerlo a partir del pueblo en el que el músico se crió, y al que dedicó algunas de sus obras más reconocidas. Todo un modo de estar en el mundo queda así puesto en primer plano, como en las canciones de Navarro. Con tiempo para la música y para poner en valor las palabras del riojano –que lo revelan como un hombre de exquisita cultura y sensibilidad, sabiduría de campo y fino humor– Un pueblo hecho canción abre una puerta para conocer a una figura importante de la cultura de este país.   

Allí, en Chuquis, fue donde empezó esta película. Porque cuando Navarro cumplió 80 años, en 2014, la comisión directiva del pueblo –que no llega a tener intendencia– tuvo una idea que resultó única en el mundo: darle a las calles que hasta entonces no llevaban nombre, los de las canciones de su vecino más ilustre. Y así hoy en Chuquis se camina por “A Don Rosa Toledo”, “Leopoldo Silencio”, “Changuito chuqueño”, “Chayita del vidalero”, “Chaya del corcelito”. Se camina por “Mi pueblo azul”. “Pareciera que todo lo que hice en mi vida, todo lo que recorrí, fue para llegar a esto”, dice Ramón Navarro ya avanzada la película. Y así comienza el documental, con todo el pueblo de fiesta en el acto  de nombramiento, y el homenajeado mostrando la emoción que pondrá luego en palabras. 

“Me costó mucho convencer a Ramón de hacer un documental sobre él, porque es muy, muy pudoroso. Y al final lo logré medio engañado”, cuenta Silvia Majul a PáginaI12, intercambiando risas con Navarro. “Porque cuando fue lo de ‘Mi pueblo azul’, dije: yo voy, registro, y él no me puede decir nada. Generalmente uno va con un guión a registrar algo. Pero ahí yo fui con la idea de que algún día podría empezar la película. Sabía que a través de ese pueblo podía contar algo de la vida de él. De a poco lo fui convenciendo. Es que Ramón es el más tímido e introvertido de los artistas que he conocido…”

Ramón Navarro: –No soy tímido. ¡Soy más bien témido! (risas). Tengo una idea: me gusta hablar cuando lo que voy a decir, sea mejor que el silencio. Para algunas cosas, para otras puedo hablar mucho y divertirme. Pero cuando hablo en serio, prefiero elegir las palabras. Por eso no soy un buen conversador. Pero cuando vi el esfuerzo que ha puesto Silvia en esta película, lo que le ha costado,  el amor que ha puesto en el trabajo, dije: adelante, vamos.     

Pinta tu aldea

Majul es agente de prensa y productora de artistas de música popular desde hace más de veinte años. Y aunque trabajó en medios audiovisuales, realizando guiones y producciones para series televisivas relacionadas con el folklore, esta es su primera experiencia en cine. Que surgió, cuenta, de su trabajo de prensa. Había estado trabajando con Navarro en la prensa de Los encuentros,  una antología en la que el cantautor repasó su obra junto a una cantidad de colegas como Juan Falú, Luis Salinas y León Gieco. Allí otro riojano, el poeta Héctor David Gatica, resultó ser premonitorio con el texto de introducción: “Si llegando por un viejo caminito senda gris, la voz del hijo amado se convirtió en el himno de su pueblo podrían, por qué no, algún día, sus calles tener el nombre de sus canciones”, dice. “Tiempo después el pueblo toma la idea y, efectivamente, decide darle a sus calles los nombres de las canciones. Cuando me enteré de que eso iba a pasar, le dije a Ramón: es la primera vez que un pueblo entero lleva nombres de canciones que hizo uno de sus habitantes, es un caso único en el mundo, tenemos que hacerlo noticia, comunicarlo. Creo que mientras iba convenciéndolo de esto iba pensando que empezaba mi película…”, recuerda Majul.   

–¿Qué quiso mostrar con este documental?

Silvia Majul:–Primero, la importancia del origen, cómo el contexto nos forma a todos, cómo el lugar del que venimos nos hace hasta la manera de caminar. Por eso es Un pueblo hecho canción, porque el pueblo lo ha hecho un poco a él, y aunque hace muchos años que vive en Buenos Aires, habla como un riojano más. Su primera composición,      la hizo extrañando. Entonces quise mostrar los gestos que hay en los pueblos, el silencio, la tranquilidad, la convivencia entre un caballo que pasa y una moto, la fiesta del pueblo... O que La Rioja es una provincia que festeja la chaya desde hace cientos de años, con dos tipos de chaya, la más popular, más masiva, y la chaya más íntima, de las casas. También la universalidad de las obras, cómo a veces una obra que se puede pensar tan regional, como “Coplas del valle”, que nombra lugares tan específicos (“Vengo desde Aimogasta, de Las Pirquitas…), llegó a tantos lugares en el mundo. Cómo personajes como Don Rosa Toledo o Leopoldo Silencio pueden estar en cualquier pueblo del mundo. Y como Ramón está siempre apoyando a los jóvenes, por eso antes que artistas o figuras reconocidas, quise que aparecieran muchos jóvenes. 

–¿Cómo avanzó una vez que consiguió convencer al protagonista?

S.M.: –Una vez que él me dijo bueno, está bien, las cosas se dieron de un modo tan natural, tan fluido, que sentí que esto estaba destinado a que fuera así. Las cosas iban apareciendo, la gente se acercaba. El hijo de Mercedes, Fabián Matus, nos dio “Chaya de los pobres”, que iba a editar en Cantora, y que finalmente quedó afuera. Cuando se enteró de que estaba con un trabajo sobre Ramón, me dijo: tomá, esto es para la película. En la década del 60 se hizo en Alemania una película que luego fue prohibida en la Argentina, con Chito Zeballos, Mercedes Sosa. Escribí a Alemania y en el mismo día me contestaron que podía usar un fragmento, con la única condición de que se estrenase nuestra película allá. Esa forma en que todo se iba dando me incentivó más.


La película homenajea a Navarro y su filosofía de vida.

R. N.: –Me gustó especialmente verlo a Chito en el documental, para mí es el interprete más importante que tiene el folklore argentino. Cantor, decidor impresionante. Además está Luis Amaya acompañándolo, que formaba parte de aquel famoso Tres para el Folklore, con Lalo Homer. Es un lujo ese momento. 

–¿Que fue lo que más le costó en la realización?

S.M.:–Fue muy difícil conseguir material fílmico de Ramón cantando, de años atrás. No había registros. Nos costó muchísimo conseguir material del Colón, o del Luna Park, cuando en esos escenarios se presentó Los Caudillos. Allí actuó Ramón con Ariel Ramírez, Los Fronterizos, Lolita Torres, fueron conciertos muy importantes donde hicieron la obra casi completa las grandes figuras de la época. Es triste comprobar que, de toda esa memoria, no queda nada, que a nadie le importó guardarla. En Canal 7 había un archivo audiovisual, pero ahí lo único que había de Ramón era con Los Quilla Huasi. Pero tuvimos suerte porque mucha gente, sabiendo que era Ramón, nos cedió material, o nos ayudó a encontrarlo. Con los productores decimos que Ramón es un abridor de puertas, porque todo aquello que nos decían: ¡Noooo! ¡Eso no lo vas a conseguir!... ¡Terminaba apareciendo! 

–¿Y Navarro opinaba, le marcó algo en la película? 

S. M.: –Cometí un error, que al final fue un acierto. Todo el proceso duró tres años, desde aquel 14 de marzo de 2014 en Chuquis. El error/acierto fue mostrarle a Ramón un bosquejo de lo que tenía, en un momento muy inicial. De ansiosa. Claro, le faltaba muchísimo, lo que vio era un borrador y creo que se preocupó un poco (risas). Pero me hizo observaciones de cosas que faltaban, sugerencias. Resultaron muy atinadas y le dieron otra amplitud a la película. En ese momento tuve que tomar algunas decisiones que implicaban volver para atrás sobre lo avanzado. Decidí hacerlo, y fue acertado. Había otras cosas que tenía muy claras desde el principio, y de las que no me moví. Por ejemplo, yo sabía que no tenía que aparecer nadie hablando de Ramón. Porque veía en algunos documentales a tanta gente diciendo: Yo opino, Yo creo, Yo siento… Eso no me interesaba. Y además, conociéndolo a Ramón, sabía que no le iba a gustar si había demasiadas alabanzas (risas). Todo esto, claro, fue gracias al trabajo con un equipo con el que nos entendimos perfectamente, chicos que enseguida se entusiasmaron y encariñaron con Ramón (aunque no lo conocieron personalmente hasta el día del estreno). El montajista, Mario Bocchicchio, pudo comprender que yo quería que fuera como un poema, como un cuento. El sonidista, Andrés Perugini (que trabajó en Zonda, en Infancia clandestina), también es de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Y se comprometió tanto con el personaje, que cada tanto paraba y se iba a tocar un poco la guitarra. Percibí que sentían la película. Hay una parte más política, donde Ramón desea que el pueblo sea iluminado, y que ya no haya jefes: Que el pueblo sea su propio jefe. En pleno montaje escucho que gritan: ¡Viva Ramón!

Andar tranquilo

–¿Qué le gustó de la película?

R. N.: –Me emocionó la emoción que se ve en el comienzo, no solamente mía. Fue muy fuerte. Como dije, yo sigo pensando: quiere decir que todo cuanto yo he andado, todo era para que pasara eso que pasó en Chuquis. Una noche que amenazaba lluvia, relámpagos... Y que me dejó el más cálido de los recuerdos. También me llevó a darme cuenta de un montón de situaciones, de que hay canciones que todavía tienen vigencia y que escribí a los 18 años, no había reparado en eso. Cuando hago la cuenta, me produce un… Un asombro. Le digo la verdad, evité verla muchas veces porque cada vez que la veo, me emociona el recuerdo de aquella noche en Chuquis. Imagínese que aquella noche hasta vino “La Ñica”: Es la única de todos los personajes que pinto en mis canciones que vive, y asistió ese día. Una chica encantadora, sobrina de Leopoldo (Silencio), que pasaba todos los días por mi casa cantando, hacía quesillo, molía el maíz para hacer el locro... 

S. M.: –Más allá de lo que yo pueda hacer hecho, lo más importante del documental es todo lo que dice Ramón. Charlar con él fue como sentir que llegaba a una casa hermosa, cálida, donde simplemente tenía que ser delicada y saber dónde poner los detalles. Porque es impresionante cómo habla, cómo cuenta las historias, cómo reflexiona sobre lo que significa tener memoria, una historia, una identidad. Por eso digo que lo mío fue como haberlo puesto en una pantalla y más o menos ordenar un comienzo y un final. 

–¿Qué camino les gustaría que recorriera esta película?

R. N.: –Me gustaría que fuera por el mejor camino, por el esfuerzo que ha hecho Silvia, con tanto trabajo y tanto amor merece que camine muy bien. Y también que se imite la idea que originó todo esto: poner nombre de canciones a las calles. No hablo de poner nombre de los artistas, porque los artistas pasan. ¡Aunque me gusta más una calle con el nombre de un cantor, que una con el de un general!

S. M.: –A mí me gusta lo que ya pasó hasta ahora, cuando la presentamos en Catamarca, La Rioja, Santiago, Salta, lo que me devuelve la gente. Muchos me dicen que ven a su padre, a su abuelo, ven a una persona acostumbrada a observar la naturaleza, con la sabiduría que da el campo, el monte, la sierra. Ramón te hace bajar diez cambios y decir: ah, me parece que tan apurado no es la cosa… Eso me dijo un músico en Santiago: “tiene razón Ramón, para qué ir atrás de la fama, el arte va por otro lado, a otro ritmo…”.

R. N.: –Hay que andar tranquilo. Eso sí: también hay que saber durar.