Cocina de Damasco

La casa es vieja y necesitaría algunas reformas más. Antes era una especie de local bailable, con las paredes “todas pintadas de negro”, cuenta Fares, dueño de este bolichito de comida árabe que en solo diez meses se ganó una clientela abundante. Fares nació en Siria, en un pueblo que se llama Shagra (“rubia” en español). A los 14 años dejó el colegio, se mudó a la capital, Damasco, y trabajó como mozo, doce horas por día, todos los días. A los 18 vino a la Argentina, donde vivía uno de sus tíos, y comenzó a fabricar ropa. “Después se me ocurrió poner un lugar de comidas. Lo llamé a mi papá y le dije que se viniera, la situación está cada vez más difícil en Siria”, cuenta Fares, que ahora tiene 22 y se ocupa del salón de Al Fares, mientras su padre, Hatem, domina la cocina. 

Además de su autenticidad a flor de piel, otra de las ventajas de Al Fares son sus precios, realmente de otro país o de otro planeta. Un shish kabab (carne al fierrito), por ejemplo, cuesta $70; un burak de queso $30 y el kebe frito también $30. Además hay sándwich de falafel ($55), tabule ($55) y hojas de parra de carne o verdura (ambas $55). La comida tiene sabor a hogar, ilusión que se refuerza con la vajilla en la que se sirve, que es como la de cualquier casa. “Traemos los condimentos de Siria y de Libano, así que los platos son muy parecidos a los que se sirven allá”, dice Fares, quien solo come una vez por día, porque así se acostumbró, y no quiere volver a su país. Allá sólo queda su hermano mayor. 

En verano, la experiencia mejora si se elige una de las mesas de la vereda. Adentro del local, el calor y la pesadez arrecian, mejor ventilación o un aire acondicionado serían bienvenidos. Pero no hay que irse de Al Fares sin probar los dulces, perversamente embriagadores. Un bocado de baklawa ($40) o de knafa (cabellos de ángel, nueces, caramelo y miel con agua de flor) bastan para sentirse en una de Las 1001 noches. Muy rico también el halawa, especie de mantecol con pistachos ($80), que no se consigue habitualmente en Buenos Aires. Una experiencia con verdadero sabor a familia siria. 

Al Fares está ubicado en Aráoz 1047. Teléfono: 4772-2051. Teléfono: 4772-2051. Horario de atención: todos los días, de 10 a 24. Tiene delivery. 


Un español en Congreso

La casa es vieja y necesitaría algunas reformas más. Antes era una especie de local bailable, con las paredes “todas pintadas de negro”, cuenta Fares, dueño de este bolichito de comida árabe que en solo diez meses se ganó una clientela abundante. Fares nació en Siria, en un pueblo que se llama Shagra (“rubia” en español). A los 14 años dejó el colegio, se mudó a la capital, Damasco, y trabajó como mozo, doce horas por día, todos los días. A los 18 vino a la Argentina, donde vivía uno de sus tíos, y comenzó a fabricar ropa. “Después se me ocurrió poner un lugar de comidas. Lo llamé a mi papá y le dije que se viniera, la situación está cada vez más difícil en Siria”, cuenta Fares, que ahora tiene 22 y se ocupa del salón de Al Fares, mientras su padre, Hatem, domina la cocina. 

Además de su autenticidad a flor de piel, otra de las ventajas de Al Fares son sus precios, realmente de otro país o de otro planeta. Un shish kabab (carne al fierrito), por ejemplo, cuesta $70; un burak de queso $30 y el kebe frito también $30. Además hay sándwich de falafel ($55), tabule ($55) y hojas de parra de carne o verdura (ambas $55). La comida tiene sabor a hogar, ilusión que se refuerza con la vajilla en la que se sirve, que es como la de cualquier casa. “Traemos los condimentos de Siria y de Libano, así que los platos son muy parecidos a los que se sirven allá”, dice Fares, quien solo come una vez por día, porque así se acostumbró, y no quiere volver a su país. Allá sólo queda su hermano mayor. 

En verano, la experiencia mejora si se elige una de las mesas de la vereda. Adentro del local, el calor y la pesadez arrecian, mejor ventilación o un aire acondicionado serían bienvenidos. Pero no hay que irse de Al Fares sin probar los dulces, perversamente embriagadores. Un bocado de baklawa ($40) o de knafa (cabellos de ángel, nueces, caramelo y miel con agua de flor) bastan para sentirse en una de Las 1001 noches. Muy rico también el halawa, especie de mantecol con pistachos ($80), que no se consigue habitualmente en Buenos Aires. Una experiencia con verdadero sabor a familia siria. 

El Español está en Rincón 196. Teléfono: 4951-4722. Horario de atención: todos los días de 7.30 a 0.30. Tiene delivery. 


La hamburguesa perfecta

Está fuera del circuito, no tiene prensa, hace quince años que está en manos de la misma familia y tiene un nombre poco prometedor. Podria pensarse que La Birra Bar, en Boedo, no tiene las de ganar. Pero ocurre lo contrario: es un lugar que está obligando a mucha gente a cruzar la ciudad, para acudir al llamado de sus platos más populares: las hamburguesas, en el primer puesto, pero también su sándwich de pulled pork y otras especialidades de la cocina yanqui, como las buffalo wings, la ensalada Caesar o el Philadelphia sandwich. 

Es difícil ver una foto de la comida que sirve La Birra y no sentir el impulso de salir corriendo hacia allá. “Siempre vendimos hamburguesas. Un día nos dimos cuenta de que se podían hacer de otra manera e iniciamos una búsqueda casi obsesiva por lograr un producto que nos guste a nosotros. Esas primeras pruebas eran un desastre”, cuenta Daniel Cocchia. Por suerte, siguieron empeñándose hasta lograr la versión actual, con pan casero esponjoso y un medallón (o dos) de carne picada a diario, mezcla de roast beef, tapa de asado y vacío, que logran la burger perfecta. Hay varias opciones y la criolla ($135), una de las que tienen mayor salida, ha sido definida por habitués como “un asado hecho hamburguesa”. Incluye cebolla, provoleta, tomate, morrón y orégano y viene con papas. La premium (cheddar, panceta, cebollas caramelizadas y tomate) es simple y más que cumplidora y la Coleslaw (queso tybo, hongos, coleslaw), de las más originales. También es habitual encontrar hamburguesas fuera de carta, como la “Heartbreaker”, que viene en tamaño XXL. De beber, cervezas artesanales de marcas reconocidas. 

Con apenas doce mesitas y un horario inusual -cierra a las 19 horas-, en el lugar tienen otra obsesión, aparte de las hamburguesas: el café de especialidad. La máquina que usan es una Nuova Simonelli (una de las grandes marcas mundiales), trabajan con microtostadores y ofrecen cafés de orígen de Ecuador, Guatemala, Burundi y Brasil, entre otros. Con bajo perfil, pero un gran producto, La Birra Bar se ganó merecida fama. 

La Birra Bar queda en San Juan 4359. Teléfono: 2055-1722. Horario de atención: lunes a viernes, de 7 a 19; sabados, de 9 a 16.