“Los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos piensan que nos peleamos pero nos estamos reproduciendo”, gustan decir los compañeros justicialistas. En la coyuntura se pelean bastante (como perros y gatos) y se reproducen poco o nada. La derrota electoral aceleró un proceso de división que se inició antes, acaso a fines de 2011. 

La historia comprueba que el peronismo remontó muchos traspiés, que volvió cuando se lo daba por extinguido. Su perdurabilidad es quizá única si se lo compara con movimientos populares análogos de otros países. Pero resiliencia no equivale a eternidad: la diferencia tal vez pasa por la capacidad de reorganizarse y construir una alternativa con viabilidad electoral al macrismo. 

La referencia a la unidad es constante, aunque sujeta a tantas reinterpretaciones como enunciadores. De momento el pan peronismo es un archipiélago con pocos puentes. 

El kirchnerismo es la única facción de alcance nacional y la senadora Cristina Fernández de Kirchner la figura más destacada del conjunto, la única presidenciable, la más votada en octubre. Perdió en las elecciones, que también fueron adversas para muchos gobernadores justicialistas que la rechazan (cuando no la odian) e imaginan alquimias sin Unidad Ciudadana (UC). Las proyecciones numéricas sugieren que UC no se basta para derrotar al presidente Mauricio Macri en 2019 y que el resto del peronismo yendo por su lado tampoco. O menos. 

Mientras sus rivales vaticinan el fin del peronismo, la fantasía añeja de la derecha, se ha puesto de moda fabular roscas entre dirigentes, armados prematuros para dentro de dos años. Ingenierías más propias del TEG que de la política de masas.

Por ahí, parte de la compleja clave para volver (con Frente y marchita) finca en reencontrarse o recrearse para reconciliarse con los sectores medios y bajos que le dieron la espalda hace dos meses y hace dos años. Crecer en varias capas de la base social, antes que acordar en una mesa.

En el ínterin, priman los desempeños en espacios institucionales: el Congreso nacional, gobernaciones, intendencias, sindicatos, la CGT, la CTA más afín, un sector de los movimientos sociales. Un punto de apoyo, algo de poder vale oro en política. El llano es árido y quienes lo fatigan padecen síndrome de abstinencia. Celulares que no suenan, medios que convocan solo cuando faltan otros entrevistados…

El Parlamento será un escenario atractivo para convivir, articular o diferenciarse. El ingreso de CFK lo convulsiona porque su peso específico es indiscutible, aunque sea segunda minoría en Buenos Aires y su bloque el tercero en la Cámara Alta.

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Los jubilados pagan la cuenta: El paquete de reformas impulsado por el gobierno empezó su periplo en el Senado, la Cámara en la que Cambiemos está más cerca de conseguir mayoría con la ayuda de senadores peronistas. 

El poroteo de las bancas entre UC y el interbloque que preside el senador Miguel Pichetto es incesante, el libro de pases seguirá abierto. Imposible trazar con nitidez las líneas divisorias, aunque es claro que el peronista predilecto del macrismo (funcional, con discurso de derecha y sin votos propios) cuenta con más aliados que Cristina. 

Pichetto conduce un conjunto heterogéneo. Por lo pronto, los gobernas peronistas son un grupo sin articulación, eventualmente con objetivos distintos. Además, existen senadores que son opositores a sus distritos y no reportan al gobernador. Por definición, disponen de más facilidad de juego. El santafesino Omar Perotti y el correntino Carlos Manuel Espínola, por ejemplo, se diferenciaron virtuosamente de su bloque votando contra la Reforma jubilatoria. Perotti ambiciona disputar la gobernación de su provincia dentro dos años. Buen aliciente para no acompañar al ajuste. “Camau” Espínola perdió en la suya este año pero es joven y conserva aspiraciones: otro estímulo para apartarse del montón.

La reforma previsional logró media sanción. Es lo más importante del paquetazo macrista. El núcleo duro del ajuste sisa el presupuesto de la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES) mientras baja el valor adquisitivo futuro de las jubilaciones y de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Los gobernadores entregaron ese bocato di cardinale a cambio de un Pacto Fiscal en que ceden recursos de contado contra promesas macristas para el porvenir. Mal negocio, opina este cronista. Cuando cesan transferencias o impuestos, la merma es clavada. La recaudación de nuevas gabelas es una mezcla rara de Caja de Pandora, timba y cálculos de economistas. Nada confiable, ni siquiera predecible.

Carlos Acuña, Héctor Daer y Juan Carlos Schmid, el triunvirato que conduce la CGT, rezongaron contra la nueva ley y su inicuo coeficiente de actualización. No levantaron la voz, no supeditaron su acuerdo sobre la Reforma Laboral a que se preservaran los derechos de “los abuelos”, “nuestros viejos” u otros motes cariñosos para designar a los patos de la boda reformista. Floja la actitud, divulgada en parte desde el Vaticano hacia donde enfilaron para reunirse con el Papa Francisco, que los dejó plantados. Los designios del Señor son insondables, los manejos tácticos de Francisco a menudo le siguen los pasos.

Las organizaciones sociales bancan mejor la protesta en la calle.

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Más colores y más vida: La Cámara de Diputados es, en virtud del sistema de representación proporcional, más pluralista, multicolor, bulliciosa y hasta divertida que el Senado cuya tradición de empaque y formalismo posiblemente se revierta con la electricidad que genera Cristina. 

Se espera un debate más parejo y vibrante que en Senadores. El kirchnerismo representa a la segunda minoría. El Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) tanto como los diputados del Movimiento Evita serán otros opositores fervorosos.

Diputados de 1País que respondían al saliente Sergio Massa se sumarán a los críticos. El giro, posiblemente, se sostendrá más allá de este debate. Felipe Solá, Daniel Arroyo, la propia Graciela Camaño se inclinarán a enfrentar al oficialismo de modo más consistente que en los dos últimos años. En parte, porque funcionarán aliviados del lastre mutante de Massa y –quién sabe– porque se distanciarán de él como conductor. En parte, porque el rumbo más propicio para dirigentes peronistas con proyección y ambiciones es enfrentar la ofensiva macrista.

La ley tuvo un tratamiento exprés, en el camino el coeficiente recibió una capa de mal maquillaje suministrada por Pichetto. Igual hubo tiempo para que especialistas en la materia, economistas rigurosos, periodistas especializados (anche en el Multimedios Clarín) señalaran sus incongruencias y en especial el tijeretazo que sufrirían los ingresos de los jubilados. 

Juristas de variadas procedencias calculan que el porcentaje que se vaticina para el primer pago sería confiscatorio por su valor y que privaría a los beneficiarios del derecho adquirido a un haber superior, ya devengado en base a la ley que todavía rige. Son dos causales posibles de inconstitucionalidad, como la que recayó sobre el recorte del 13 por ciento propinado durante el mandato de Fernando de la Rúa. Es de manual que habrá oradores que anticiparán argumentos para los reclamos judiciales que lloverán si la norma se aprueba. El macrismo promueve lo que su dialecto apoda “la industria del juicio”, cuando se tratará de la defensa de derechos alimentarios básicos.

Cambiemos está cerca de la mayoría, hoy pinta como favorito aunque con final abierto. Una fecha posible para la aprobación es el 23 de diciembre. Regalito de Navidad indigesto para los queridos “abuelos”.

La diputada Elisa Carrió anuncia objeciones pero serán pour la gallerie: apoyará el proyecto en general y cuestionará la actualización en particular. Si primara su criterio, el Senado solo debería insistir en su propuesta para la aprobación, tal el privilegio constitucional de la Cámara iniciadora.

Los justicialistas tendrán una ocasión para coexistir, unidos en la acción. Si tienen maña y voluntad, para zurcir diferencias, platicar de política, achicar las grietas del hinterland. El ripioso camino a la comienza, como cualquier otro, con un pasito.

Citar a Perón estará en el orden del día… Como ocurre con Marx o Jesucristo sus nombres y sus frases pueden usarse al servicio de casi cualquier causa. Bromeamos… apenitas.

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Laburante, no hay camino: Macri dispuso que la Reforma Laboral sea tratada en las sesiones extraordinarias. Los senadores pejotistas le habían puesto freno requiriendo que la cúpula cegetista ratificara la adhesión al texto corregido ante los senadores. 

El prurito podría parecer extraño porque el bloque no escuchó ni vio ni acompañó la masiva manifestación sindical en Plaza Congreso contra las reformas, mientras sesionaba para dar vía libre a la previsional. 

Los alertó la alusión a “la Banelco” de Pablo Moyano, secretario general de Camioneros. El recuerdo del soborno que adornó otra reforma reaccionaria de De la Rúa mortifica a Pichetto y sus pares. Todos saben que las dádivas existieron aunque un Tribunal Oral absolvió a los acusados, con parcialidad y ninguneando una excelente instrucción realizada por el juez federal Daniel Rafecas (ver asimismo nota aparte). Curtido por el precedente, Pichetto aspira a que los popes gremiales den la cara antes de plegarse a la iniciativa.

Los triunviros lograron modificaciones respecto de la “brasileña” redacción original. Son importantes aunque no en la medida que ellos les atribuyen. La norma retocada mantiene su esencia antioperaria. Si se estira el argumento cegetista, el macrismo estaría sosteniendo una ley inocua, ejerciendo una suerte de gatopardismo legislativo. No hay tal: el gobierno defiende ideología e intereses. No gasta pólvora en chimangos: “lo que queda” (más de cien artículos, caramba) priva de derechos o los erosiona, acrecienta el poder patronal, debilita a los laburantes

Dar vía libre al blanqueo es cuestionable, sobre todo al validar la amnistía a patrones con causas penales abiertas por defraudación o evasión. Perdón injusto, premio a la corrupción empresaria, de gravedad duplicada porque los trabajadores “blanqueados” no consiguen que se le reconozca todo lo adeudado o, en las peores situaciones, mal apropiado por la patronal.

Los jefes cegetistas representan a una parcialidad del movimiento obrero. Así surgieron, imaginaron que ampliarían las adhesiones. Hace año y medio, pensaban que su desempeño podía convertirlos en referentes del peronismo político, diezmado y sin brújula. Hasta ahora, nada de eso sucedió. Las listas de diputados reflejan la atonía: la mayoría de los pocos que llegaron a Congresos o Legislaturas acompañaron las listas de UC.

Las convenciones colectivas 2018 abren otras tratativas, con el Gobierno agrandado, las corporaciones patronales ensoberbecidas. Mal comienzo para pulsear. Es aconsejable ahorrar pálpitos, pero los gremios arrancan en un ambiente hostil.

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Todos desunidos perderemos: Negociar es uno de los deberes de quienes representan a otros en el sistema democrático. Desarrollar tratativas con el Gobierno o las patronales no es desdoro. Solo la intolerancia o el sectarismo empujan la descalificación al “otro” por regatear, pactar, articular. La desconfianza o el desdén para quienes juegan en otras ligas constituyen soberbia y falta de aptitud para confluir.

Los movimientos sociales funcionan con prestaciones del Estado, básicamente en dinero. Nadie se vende por eso.

Los gobernadores interactúan con la Casa Rosada, en ésta y otras administraciones. Las limitaciones financieras inciden en la pulseada. Son contadas las provincias que no necesitan pedir anticipos a la Nación alrededor del 20 de cada mes. El condicionamiento restringe su margen de acción, lo que no equivale a entregarse. 

La fragmentación “funcional” se cruza con la política, la complejiza.

El peronismo atomizado es funcional al macrismo que ocupa pole position para las próximas presidenciales. Es realista admitirlo lo que no autoriza al derrotismo anticipado. Todo cambia en un mundo volátil y en un “modelo” insustentable social y económicamente. Esperar que el oficialismo caiga como una fruta madura, apostar a la crisis es errado, además de ruin. Las crisis castigan más a los humildes y sus salidas son a menudo caóticas y reaccionarias. El rol de una oposición democrática es anticiparla, amortiguarla, entre otros modos ofreciendo una alternativa a la sociedad civil.

Un verso de la marchita podría reescribirse la etapa actual: todos desunidos perderemos. 

Una nueva oleada de votos amarillos jaquearía a intendentes y gobernadores. El recurso de amurallar el territorio cosechó magros frutos este año, fue una advertencia que se agravaría sin un rival competitivo en las urnas dándole batalla al macrismo.

El común denominador del abanico panperonista es la necesidad de revertir las correlaciones de fuerzas. El encanto de la unidad es, para empezar, utilitario. Viene en tándem con los deberes de representar a los trabajadores (con o sin empleo), de sacudir la apatía de amplios sectores de la sociedad, de salir por arriba de los laberintos.

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