Como ocurre semestralmente, cuando el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) da a conocer la correspondiente estadística, volvemos a hablar de la pobreza. O mejor, de la “pobreza”, tal como la mide el INDEC, siguiendo pautas internacionales: es “pobre” toda población cuyos ingresos mensuales no logran cubrir el valor de un conjunto de bienes considerados esenciales. Estos bienes se determinan detalladamente en lo que a alimentos, y en forma genérica en lo que hace al resto de los consumos.

Ya tuvimos oportunidad de dar nuestra opinión sobre esta medición, a la que consideramos irremediablemente deficiente, por razones que no vamos a reiterar aquí. Esta vez nos anoticiamos de que la medición para el segundo semestre de 2024 arroja una incidencia de 38,1% de población “pobre” sobre el total. Hay una mejoría notable, con relación al primer semestre, cuando ese indicador fue de 52,9%. Para satisfacción de los partidarios de este gobierno, el nuevo valor se sitúa 3,6 puntos porcentuales por debajo de la del segundo semestre de 2023, cuando otro era el gobierno. Un auténtico triunfo de la libertad.

Precios

Para que ocurra esta evolución, es necesario que los ingresos familiares de los estratos menos favorecidos crezcan más que la inflación. Ahora, la medición de la inflación ha sido objeto reciente de críticas, por basarse en una canasta de bienes antigua (data de 2004-5), que sub-registra el consumo de un conjunto de servicios.

Correcciones realizadas en base a la más reciente Encuesta de Gastos de los Hogares de 2017-18 han llevado a estimar que una canasta actualizada se traduciría en una inflación 16 puntos más elevada, para 2024, con relación a lo publicado por el INDEC (133% contra 117% anual, según un trabajo de Martín González Rozada, de la Universidad Torcuato Di Tella).

El hecho es que la Encuesta de Gasto de los Hogares de 2017/8 está procesada y disponible, pero no se implementa la nueva base para el índice de precios al consumidor; los resultados obtenidos por analistas privados llevan a pensar en alguna intención no legítima. Dicho sea de paso, si el peso de los gastos no alimentarios en la canasta de 2017-8 es mayor al de la canasta de 2004-5 en uso, esto muy probablemente se reflejará en una mayor incidencia de la pobreza, por la metodología de cálculo que se utiliza. Ya entre las bases de 1997-8 y 2004-5 se produjo un cambio similar, y esto llevó a que la incidencia de la población bajo la línea de “pobreza” creciera de 29% a 40%. Casi nada… Tal vez la reticencia también pase por este tópico.

Ingresos

Dejando de lado las dudas en torno del Índice de Precios al Consumidor, encaramos el tema de la recuperación de ingresos. La baja de la “pobreza” con relación al primer semestre de 2024, dijimos, refleja que la situación de un conjunto relevante de familias de bajos ingresos debe haber mejorado. Es aquí donde aparece un fenómeno llamativo. El cuadro a continuación indica cómo variaron los ingresos de varios grupos de perceptores: trabajadores registrados y no registrados y beneficiarios que perciben la jubilación mínima. Se trata de variaciones reales, esto es, que consideran el aumento de precios, mediante el referido Índice de Precios al Consumidor. Se toma como base el mes de Septiembre de 2023.

En todos los casos, el ingreso cae fuertemente en el primer trimestre de 2024, por obra de la estampida de precios que siguió a la megadevaluación con la que el nuevo gobierno inauguró su gestión. En el segundo semestre, hubo una recuperación importante en el caso de los trabajadores formales del sector privado, que llevó a un ingreso real superior al del cuarto trimestre de 2023. Esto no ocurrió con los trabajadores públicos y jubilados, que fueron sin duda los grandes perdedores a lo largo de 2024.

Pero el dato más sorprendente es el de los asalariados no registrados. Luego de perder fuertemente en el I trimestre de 2024, muestran una homérica recuperación, que en el IV trimestre de ese año los sitúa como los grandes ganadores: un ingreso 4% más alto que en Septiembre de 2023, y 17% más alto que el del IV trimestre de ese año.

Esto es algo inesperado, en principio, porque típicamente este estrato demora más en recuperar ingresos luego de un golpe inflacionario, por ser empleos precarios en su mayoría. Dado que los ingresos son bastante más bajos que en el sector formal (grosso modo, 50% menos), es aquí donde anida buena parte de la “pobreza”. Esta recuperación explica entonces la disminución del indicador correspondiente.

La razón de esto pasa por lo ocurrido con la Asignación Universal por Hijo (AUH). Se trata del único componente importante de la ayuda social de este gobierno que ha crecido en términos reales. La AUH casi duplicó su valor real, entre el IV trimestre de 2023 y el IV trimestre de 2024. Si entonces incrementaba el valor del salario mínimo en 11%, ahora lo hace en 33%.

Estado

La conclusión inevitable es que si la “pobreza” tiene ahora menos incidencia, esto no fue obra de ese espíritu inasible llamado mercado, sino del más prosaico Estado. Ese Estado cuya destrucción viene pregonando este Gobierno. Como en otras áreas, luego de una campaña electoral pletórica de promesas de destrucciones masivas y odios, la realidad parece haberse impuesto. Parafraseando a Clinton, es el Estado, estúpido.

Nota: se habrá visto que hemos usado comillas para el término “pobreza”. Esto no significa que pensemos que no hay pobreza en Argentina, sin comillas. La hay, y sería importante medirla como corresponde; pero esto no es lo que ocurre ahora. Como ejemplo, de acuerdo al Banco Mundial, en el caso de Chile, Colombia y Uruguay, los valores locales calculados y los estimados por el Banco son próximos. En el caso de la Argentina, (datos para el segundo semestre de 2024), la medición local arroja 41,7%, mientras que el Banco indica 10,9%. Habría que dar cuenta de tanta discrepancia. En un país donde la población con Necesidades Básicas Insatisfechas orilla 12%, no es de esperar una incidencia tan alta de la “pobreza”.

*CESPA - Facultad de Ciencias Económicas-UBA