La elección de Bariloche como escenario natural para filmar un thriller de suspenso y muerte es una de las apuestas más logradas de la serie de 6 episodios Atrapados, que es desde hace semanas la producción más vista en Netflix.
Los planos y escenas recuerdan, demasiado, a Ozark, la serie sobre un matrimonio de criminales ambientada en la región de los lagos de Misuri, con una atmósfera similar de tensión y oscuridad. También se ven algunas similitudes con True detective, por el clima denso y la psicología interna de los personajes.
Más allá de estas influencias marcadas, Atrapados cuenta una historia propia basada en la novela Caught de Harlan Coben que tiene como protagonista a una periodista, interpretada por Soledad Villamil, que intenta desenmascarar criminales y llevarlos a la justicia. El primer caso que desentraña se refiere al grooming, un modo de abuso sexual digital, en el que un adulto intenta seducir a menores de edad a través de internet, para obtener imágenes íntimas y a veces concretar encuentros presenciales.
La periodista aparece como una justiciera capaz de dejar la vida con tal de hacer el bien y mostrar la maldad del mundo, además de dejar de manifiesto el encubrimiento y la complicidad institucional que este tema genera, sobre todo desde los hombres. El guión parece tener buenas intenciones, pero surgen algunos problemas como el de la inverosimilitud de todo lo que rodea a la periodista: no es posible ni real que una periodista se comporte como una investigadora privada, ni que con su trabajo pueda mantener una casa soñada en el medio del bosque ni que la redacción en la que trabaja se parezca más a una agencia de moda, es inverosímil en cualquier parte del mundo, pero mucho más en Argentina, aunque no se haga en ningún momento referencia al espacio temporal en el que se sitúa la trama, más allá de los escenarios naturales.
No hay referencias políticas, ni históricas, ni culturales, y al querer crear un lugar que podría ser cualquier lugar, termina por no ser ninguno que pueda existir en la realidad. De todas formas la serie tiene algunos logros: la psicología de los personajes que juegan con el título, atrapados en sus propias mentes y psicologías, con el deseo de liberarse y hacer lo que quieran. En ese sentido, la periodista todo el tiempo se enfrenta a sus cadenas y a las de la sociedad que busca detenerla. Toda la acción la lleva adelante ella, con un papel activo y protagonista.
También tiene una mirada generosa y se muestra a las mujeres como amigas y compañeras que construyen una pequeña resistencia colectiva. “Qué lo haga ella que seguro lo va a hacer mejor”, dice la periodista sobre su amiga. Las tramas se cruzan como en un entramado de culpas e inocencias que van y vienen. Leo, el principal sospechoso, entra y sale de las sospechas sin muchas argumentaciones y su mejor amigo, casi perfecto, de repente se convierte también en sospechoso. En el medio aparece el personaje de Martina que juega con su cuerpo, por lo que es juzgada y señalada; y de repente desaparece en una de las tantas subtramas.
La serie pone de manifiesto los modos deproblematizar el poder y las formas de control sobre los cuerpos, y da cuenta de que las violencias a veces son más invisibles, como la quita de legitimidad a las voces femeninas.