Una película que recorra la trayectoria del grupo folklórico Los Andariegos era un paso que el cine debía dar; algo que afortunadamente ocurre con El Andariego. Historia de un grupo vocal, el documental que dirigen Laura Piastrellini, Eduardo Fisicaro y Silvia Majul; a partir de la investigación de Santiago Giordano, periodista de Página/12. El Andariego se proyectará, en una única función, este martes a las 18 en Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez (Sala Angélica Gorodischer) (Roca 731), con entrada libre y gratuita; junto a las presencias de Eduardo Fisicaro, José Luis Torres, y la presentación de Pedro Robledo, en el marco de los festejos del 25 aniversario de su programa radial Huellas. La actividad contará también con una actuación musical a cargo del Cuarteto Karé.
El recorrido de Los Andariegos, el grupo vocal surgido en San Rafael (Mendoza) en 1954, fue de una influencia fundamental para el folklore de las décadas siguientes, así como en la conformación del Nuevo Cancionero. El documental reúne testimonios, material de archivo, y las palabras de los propios protagonistas: Cacho Ritro, Raúl Mercado, Agustín “El Negro” Gómez y Alberto “Beto” Sará; a partir de la investigación de Santiago Giordano, también a cargo de las entrevistas. “Yo en realidad les creé problemas a los directores, juntando muchísimo material, con el cual ellos resolvieron y contaron una historia. Y creo que muy bien, salió una película linda, que además de ser necesaria, se ve con mucho interés y placer”, comenta Giordano a Rosario/12.

-Investigaste a partir de un evidentemente escaso archivo audiovisual.

-El problema de partida fue ése. No había muchas imágenes de Los Andariegos. Sí fotografías, muchísimas, sí una memoria viva y periodística; pero no había filmaciones, había muy poco. Pero nosotros contamos con la infinita ventaja, y creo que eso termina de definir la película, de que no es un documental “in absentia”, sino que son ellos, Los Andariegos, los que 50 años después de aquella gesta cuentan su propia historia. Creo que ahí está un poco la clave de esta película.

-Se te ve con muchas ganas de hablar con ellos, como si te estuvieses mordiendo para no decir más de lo que estás preguntando.

-Fueron mis ídolos de la juventud, de la adolescencia. Uno empezó a estudiar música porque quería ser un Andariego; y con la fortuna de tener ese modelo, porque ese modelo nos mandaba siempre a buscar mucho más. Así que, claro, para mí era como estar con los ídolos de mi juventud, fue muy estimulante. Una de las cosas que rescato de esta película, además del hecho de que son ellos los que cuentan su historia, es que en ningún momento reclaman un acto de justicia, una reivindicación o una reparación histórica. Nada. En un momento, Cacho Ritro dice: "Sabíamos que era difícil, pero fuimos por ahí". Había un orgullo de haber hecho lo que hicieron, y de pagar los precios que pagaron. Había una satisfacción en ellos que era maravillosa.

-Una satisfacción que, por esto que decís, debió sufrir la indiferencia del público de Cosquín y Jesús María, por ejemplo.

-Los Andariegos fueron el mejor conjunto de la mejor época de la música argentina; y lo encarnan, de alguna manera, en esos arreglos tanto vocales como instrumentales, muy elaborados, muy osados, absolutamente inéditos para lo que se escuchaba en el ámbito del folklore. Representan una especie de gran utopía, es decir, de buscar una especie de infinito a través de la música y de la poesía. Había muchos conjuntos en esa época, era una época riquísima de la música argentina. Pero Los Andariegos perforaban el horizonte, eran la utopía.

-En ese sentido, la tarea musical que despliegan se va a vincular con la del Nuevo Cancionero; realmente trascendieron fronteras.

-Ellos nacen en Mendoza, y en sus orígenes cumplen la parábola que cumplían los conjuntos más o menos exitosos de la época; es decir, llegan a Buenos Aires y graban discos. Pero aun así, hay un momento en el que en Argentina se funda lo que fue el Nuevo Cancionero y todo un movimiento, al que Los Andariegos adhieren de manera muy concreta. Esa manera de hacer música era una manera eminentemente política de abordar la canción.

-En esa filiación política hay un escenario fascinante, atractivo y también doloroso, ellos sufrieron persecuciones.

-Por supuesto, como no poder trabajar y tener que irse. En un momento, Cacho Ritro dice: “Ahí entendí que no hay peor castigo que el exilio”. Pero no había nada de resentimiento ni de pedido de resarcimiento; aún en la vejez y en sus últimos momentos, estaban orgullosos y convencidos de que hicieron lo que la época demandó que tenían que hacer.

-Qué notable la ilusión con la que se rememora ser convocado por Los Andariegos.

-En el ámbito de los grupos vocales, se sabía que eran los mejores. Ir a Los Andariegos era, como se dice vulgarmente, entrar a jugar en las grandes ligas. Además de que eso suponía talento, condiciones naturales y un largo etcétera, tuvo que ver con una capacidad de trabajo importante. En las charlas que entablé con Beto Sará, Cacho Ritro, Raúl Mercado, hablamos de lo que ensayaban; es decir, no era talento natural, esa cosa que en el folklore se da por sentado, como algo que baja un poco de la tierra; no, había ahí un sudor importante, había inspiración y mucha transpiración también.

-Pienso en cómo después de la dictadura, se pasó a una especie de silencio curioso sobre el folklore.

-La dictadura no solo expulsó a Los Andariegos, sino que prohibió su circulación. Tener un disco suyo era un compromiso que muchos eludieron; por lo tanto, se deshacían de esos discos. Y después, cuando la música argentina retoma un contacto con el público, a partir del ‘82, ’83; se lo hace desde otro lugar. Fijate que en los ‘80 prácticamente no se hablaba de folklore, sino de música popular argentina. El folklore había quedado muy pegado a lo que habíamos vivido en esos años inmediatos, donde también mucho del folklore fue cómplice. Entonces, no había un lugar donde esa música que representaban Los Andariegos y muchos más pudiese volver. Hubo otras versiones, “El Negro” Gómez armó un conjunto de Los Andariegos, pero ya era otra época, otra sensibilidad, otro sonido. El sonido de Los Andariegos era el de las guitarras, prodigiosas, y el sonido de los ‘80 era el del Yamaha DX7.

En el ámbito de los grupos vocales, se sabía que Los Andariegos eran los mejores.
 
 

 

-Y esos arreglos vocales, extraordinarios.

-Manejaban referencias musicales muy amplias, hablaban de Tchaikovsky, de Bach; querían hacer una música americana que dialogase con los grandes maestros, por eso me gusta hablar también en ese sentido de utopía. No solo estaba la utopía política, ahí había una utopía artística que acompañaba todo eso.

-De alguna forma, la película comienza con el desenlace, con la despedida ocurrida en el Teatro Olympia de París, junto a Alberto Cortez en el año 2001.

-Esas imágenes sirvieron para empezar a desenrollar la historia. Raúl Mercado se exilió en Francia, Cacho Ritro se exilió en España donde fue arreglador de Alberto Cortez. En esa actuación ocurre la despedida de Los Andariegos, ahí hay un poco de ese desenlace que tuvieron en el exilio. Que alguien como Cortez los acompañe en la gira, habla un poco de lo que significaban Los Andariegos, no me imagino tanto para el público europeo, no creo, pero sí para un tipo como Alberto Cortez, que había crecido en el ámbito del folklore argentino.