Triple crimen: 10 puntos

(Argentina, 2017)

Dirección, guión, producción: Rubén Plataneo.

Producción ejecutiva: Mónica Amarilla.

Jefa de Producción: Virginia Giacosa.

Cámara: Julián Alfano, Lionel Rius, Rubén Plataneo, Guillermo González.

Música: Charlie Egg.

Sonido: Tomás Viú, Claudio Logiúdice, Julia Orso.

Montaje: Alejandro Coscarelli, Rubén Plataneo.

Postproducción: Federico Actis, Santiago King.

Duración: 100 minutos.

Sala: El Cairo, a las 20.30 (con funciones durante dos semanas).

 

 

La nueva película de Rubén Plataneo (Muertes indebidas, El gran río) ofrece muchos aspectos sobresalientes, pero por sobre todo exhibe una claridad formal, compositiva, que vale destacar. Por un lado, Triple Crimen es un documental sobre los asesinatos de Jere Trasante, Mono Suárez y Patom Rodríguez, ocurridos en 2012, y el posterior juicio por el que fueran condenados Sergio "Quemado" Rodríguez, Brian "Pescadito" Sprío, Mauricio "Maurico" Palavecino y Daniel "Teletubi" Delgado. Por otra parte, se trata de una película que mientras reconstruye y retrata lo sucedido, se pregunta.

Al hacerlo, se interpela, porque no sabe si podrá alcanzar el cometido debido: ser real/ser verosímil; ser documental/ser ficción. ¿Cuándo elegir una u otra consideración? Tal cuestión, habilita una cuerda tensa respecto de la responsabilidad que significa elegir un plano, un ángulo de toma, cómo registrar el juicio, las entrevistas. Son muchos matices, magníficamente delineados: Triple Crimen se divide en capítulos, con prólogo y epílogo que se tocan, en tanto imágenes de los propios asesinados, entonces vivos, de una inmediatez cuya aura, vale decir, el resto de la película procura alcanzar.

La complejidad asumida logra matices, que son enormes, se respiran, como lo significan el aire del campito de fútbol que fuera escena del crimen, así como las palabras de familiares y amigos, dedicadas al ejercicio de una memoria que devuelva una sobrevida a los seres queridos. Otro tanto sucede durante el juicio, a partir de los gestos pequeños, breves, las inflexiones de voz. El momento bisagra, que exhibe una cuestión profunda, surge en el decir de la defensa, al comparar el juicio con una función de circo romano. ¿Dónde comienza la actuación, cuándo culmina?

Allí se mete la película de Plataneo, mientras delinea una trama que permea varias capas -‑narcotráfico, policía, política, periodismo, lavado de dinero, guaridas fiscales‑-, con justo nudo en la ciudad. En medio de todo ello, el cine: ¿qué función, qué responsabilidad social le cabe?

De esta manera, hay conexiones metalingüísticas que Triple Crimen juega de modo brillante, con fragmentos de películas de Hollywood, en un ida y vuelta espejado. Es decir, el mismo espectador aparece replicado en la pantalla dentro de la pantalla. O también: cumplir esta tarea -‑mirar una película‑- es ejercer ciudadanía. La interpelación está puesta en juego, mientras la voz en off que "guía" el relato no se dedica a confirmar lo visto sino a agregar imprevistos, en forma de modulaciones o subrayados irónicos. ¿Qué es el cine? ¿Qué ciudad es Rosario? ¿Cuál de todas ellas? Rodeada como se encuentra de relatos que la visten, impregnan: desde noticias de prensa dedicadas a estigmatizar (como realmente ocurrió con Jere, Patom y Mono), a la par de periodistas que investigan y dicen con rigor. En medio, la ciudadanía/los espectadores.

Lo extraordinario es cómo Plataneo logra el asomo del dolor, que es verdadero y palpable, nada verosímil. Ingresa en la intimidad de los entrevistados, en sus decires casuales, en su cotidianidad. Esos momentos de atención al detalle pequeño cifran todo un recorrido, que va del saqueo y el capitalismo financiero, sus paraísos fiscales y edificios de vida blanca, a la muerte de tres pibes inocentes. Cuando llega a esos momentos, Triple Crimen se valida todavía más como una película magistral, quizás la mejor en la filmografía de su director.