Dos episodios ocurridos en los últimos años -los últimos veintipico, digamos- ligan a Rosario con la historieta El Eternauta, escrita y dibujada a partir de 1957 por Germán Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, y ampliamente difundida en estos días por su adaptación audiovisual en la plataforma Netflix. Ambos tienen un componente político, uno incluye también un aditamento policial y, en los dos casos, hay registro de “lo militar”. Sin pretensión de que sean los únicos, Rosario/12 repasa en esta nota aquellos hechos: la segunda nevada rosarina y las amenazas a un ciber que resaltaba “la estética” del héroe colectivo.

Escrachenauta

La nevada del 16 de julio de 1973 en Rosario, un hecho histórico por su infrecuencia y extrañeza, no fue la única, aunque sí la más recordada. Hubo otra en primavera, el 13 de octubre de 2018, acotada a una sola cuadra y con nieve artificial, que remite a una de las historias que vinculan la ciudad a la historieta El Eternauta.

El 26 de marzo de 2019 el oficial de Inteligencia retirado Manuel Antonio Luis Cunha Ferré, que tenía a su cargo el centro clandestino de detenciones conocido como “Sheraton”, que funcionó en la comisaría de Villa Insuperable, partido bonaerense de La Matanza, fue condenado a 11 años y 8 meses de prisión. Pero el año anterior, el represor de la última dictadura debía cumplir prisión preventiva en su domicilio de San Lorenzo 1847, en el centro de Rosario. Los vecinos, que no sabían de su pasado, lo veían pasear su perro muy despreocupado.

Fue entonces que entró en acción, también readaptado como ahora en la serie de Netflix, el personaje de El Eternauta, cuyo autor había sido desaparecido por el terrorismo de Estado en el CCD “Sheraton”. La agrupación defensora de los derechos humanos HIJOS planificó una de las acciones que entonces empleaba para denunciar la impunidad judicial de los ejecutores del genocidio argentino: el escrache.

“Desde que empezamos a pensar este escrache en particular, que precisamente estaba relacionado a alguien que había estado en el Sheraton, por donde pasó Oesterheld, decidimos hacerlo como Escrachenauta, tomando uno de los personajes”, dijo a Rosario/12 Ingrid Schegtel, militante de HIJOS y una de las que participó en la organización de aquella puesta en escena.

“La intención era precisamente enfocarnos en las ideas de Osterheld, a través de su personaje, y poder vivir entre todos los que estábamos ahí un poquito ese rol, jugar con eso. Siempre quisimos a los escraches darle una vuelta artística”, agregó Schegtel.

El escrache comenzó a la tarde del 13 de octubre de 2018 con una movilización en la cuadra donde residía Cunha Ferré, uno de los acusados por la desaparición del historietista, que era militante montonero.

La nota publicada entonces en este diario contaba que “en la casa de San Lorenzo 1847, de dos plantas, con dos balcones, colgaron una tela con una escena de la tira y la inscripción ‘¿Dónde está Oesterheld?’. La mayoría de los asistentes llevaban sobre su cara la escafandra del personaje que creó el militante montonero desaparecido en la última dictadura militar. A un costado, en la vereda, un vecino se acercó a hablar y preguntó cómo era el represor. Al mostrarle la foto, aseguró: ‘Sí, saca todos los días a pasear los dos perritos’”.

Las caretas de El Eternauta fue uno de los sellos de aquella actividad de denuncia de la impunidad de los crímenes de la dictadura. La otra llevó más trabajo. Remedar la nieve mortal de la historieta. “Con lo de la nieve en particular fue algo que había muchas ganas de hacer, fue difícil lograrlo porque probamos con varias máquinas que no tenían la fuerza suficiente”, recuera ahora Schegtel.

Pero la dificultad se sorteó con la “calentura de querer lograrlo”. Y un poco de imaginación para combinar con la voluntad. “Fui a comprar una sopladora de hojas y armamos entonces un carrito con una manguera que tenía una extensión para que la nieve caiga de arriba, y creo que estuvo muy bueno”, agrega la militante, para redondear: “Eso más las máscaras, para lo que también nos juntamos, armamos el boceto y después llevamos a imprimir, y todo el mundo se la puso”.

Acerca del origen de la idea, de la que también participó el fallecido referente de Hijos Juan Basso, Ingrid no tiene un recuerdo límpido: “No sé cómo arrancamos, la verdad que fue algo que creo un poco en comunidad, que muchas veces en otros escraches también se lograba. Expresarnos de otra manera y plantear que no hay revancha y que en realidad lo que estábamos buscando era un poco de justicia, porque creemos en esto y estuvo buenísimo”. La máquina se preparó y se probó en el taller del padre de Schegtel, y en Rosario se produjo una segunda y singular nevada.

 

 

Ciberataque

El otro episodio que trae a la memoria en Rosario el comic realizado por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López fue de índole político-policial: los ataques y amenazas al ciber que a fines de los 90 había abierto con un socio el ahora diputado nacional Eduardo Toniolli, bautizado con el nombre de la historieta de ciencia ficción.

Quince años antes del escrachenauta, del que Toniolli también participó, en 2003 su comercio ubicado en Mendoza y Mitre fue blanco de cuatro ataques y amenazas, en el contexto de los juicios por la Verdad Histórica, una acción impulsada por los organismos de derechos humanos previa a la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que garantizaban impunidad judicial a los ejecutores de la represión ilegal durante la última dictadura.

“Yo al ciber lo abrí en el 99, ¡qué linda fecha!”, recuerda y bromea Toniolli. “Un visionario digamos, un gran estratega para los negocios”, agrega. Sobre las amenazas a El Eternauta, recuerda que “se estaban dando las audiencias” por los juicios de la Verdad y eso “tenían un grado de visibilidad como los escraches también. Paralelamente, asume Néstor Kirchner y da el discurso en la ONU, en el que dice “somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo”.

Unos días después de esos hechos, uno de los amigos de Toniolli que trabajaba en el ciber “va a abrir a la mañana, entra, estaba roto el vidrio con una especie piedra, como de mármol. Cuando vamos y juntamos los pedazos, era una placa. Y ahí saltó que era una placa que estaba en el Bosque de la Memoria, que la rompieron y la tiraron ahí. Y en reemplazo habían puesto una que decía ‘somos los hijos, los hijos de puta’”.

El diputado recordó que unos días después se produjo una segunda amenaza al local, esta vez una nota escrita en latín. “No le di bola”, rememora ahora. Sin embargo, un tiempo después buscó en internet la traducción y supo que se trataba de una cita de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, que hacía referencia a “una metáfora organicista, que decía que había que cortar el brazo o la extremidad cuando el cuerpo estaba infectado, para dejar que viva la parte sana”, contó.

El tercer episodio fue una granada arrojada en el interior del ciber. “Era sin carga explosiva, pero tenía una inscripción: Fabricaciones Militares 1976, o sea que era un mensaje”, recordó Toniolli sobre ese hecho, que se judicializó y derivó en un allanamiento a la sede del Comando del II Cuerpo de Ejército, entonces ubicado en Sarmiento y 9 de julio, donde se encontró la moto que utilizó para escapar la persona que arrojó la granada.

El comandante era Roberto Brinzoni, hermano del jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, “que estaba enfrentado con Kirchner, hasta que lo corrieron por la política de derechos humanos”, puntualizó el diputado. Por ese ataque fue condenado a una pena de cumplimiento condicional –una década después- el sargento de Inteligencia Fernando Carabajal, enviado a tirar la granada.

“El delito era excarcelable e lo hizo probation. Pero quedó expuesto que, de alguna manera, había detrás algunos actores institucionales, evidentemente”, dijo a este diario Toniolli, quien recordó que si bien no era “un fan” de Oesterheld en particular sí lo era de la historieta en general, que formó parte de sus consumos culturales infanto-juveniles. “Siempre me gustó El Eternauta, Sargento Kirk, Nippur”, dijo.

Sobre la elección del nombre del ciber, recordó: “Me pareció que la estética podía ser compatible con el tema del ciber y era como un homenaje. No era todavía algo identificado, por ejemplo, como después con lo del Nestornauta, en términos más político-partidario. Y, a su vez, era combinable con esta idea del éter, de viajar en el tiempo y todo eso. Quería darle una impronta y una estética determinada”.