La serie Adolescencia interroga el malestar de nuestra época al mostrar lo que queda cuando el diálogo se reduce a un hilo de emojis y la ley paterna se disuelve en scrolls infinitos, exhibiendo el cortocircuito de la palabra: un algoritmo que coloniza la conversación, aplana el sentido y empuja a los jóvenes a traducir su malestar en imágenes fugaces o en actos que perforan la pantalla. La inmediatez del chat –que busca reacción, pero no respuesta– borra la pausa que sostuvo la conversación; un espacio saturado de ruidos, donde las frases mínimas ya no anudan la pregunta que insiste.
Selfies y retos virales dibujan un mapa de pertenencias efímeras: cada “me gusta” confirma una inclusión momentánea dejando intacto el vacío. Exhibe un goce sin mediación, hipervisible y sin dirección, expuesto a miradas que cambian de tema antes de que el sujeto alcance a nombrar lo que le pasa. La palabra se fragmenta estallando en etiquetas que prometen comunidad sin ofrecer un marco simbólico que sostenga la diferencia.
La “responsabilidad parental” suplanta a la antigua patria potestad: su palabra ya no ordena; mero acompañante del goce, es más próximo a una “política del cuidado” que a una lógica de estructuración subjetiva que deje una marca simbólica y encauce el deseo, y expone al adolescente a un vacío de ley que se desborda en exceso de goce. Allí, la política responde con una tutela tecnológica que sofoca la singularidad.
En ese paisaje prosperan narrativas de odio que se retratan con crudeza. La machosfera (1) -foros incel, canales "red-pill", (2) tutoriales de seducción y salas de juegos– ofrece una lógica simple para tramitar la angustia: localizar al goce femenino o al “chad” (3) musculoso como causa del propio fracaso.
El algoritmo empuja estos contenidos a quienes ya mostraron un mínimo interés, caja de resonancia que refuerza el resentimiento hasta volver verosímil la “solución” violenta. Sin castración en juego, el enemigo condensa lo inasible y habilita el acto. El cuchillo de Jamie es un grito dirigido a un Otro que dejó de escuchar.
A diferencia de Elephant, La ola, Je suis Karl o 13 Reasons Why, donde el acto se cierra en la violencia, en Adolescencia persiste como una pregunta al Otro. Y mientras el school killer estadounidense convierte la masacre en espectáculo, y deja manifiestos para un destinatario colectivo, Adolescencia sitúa el acto en la tradición inglesa: un estallido contenido, casi mudo, dirigido al entorno inmediato.
Jamie se apoya en la misoginia de la machosfera, y su cuchillo opera más como pregunta íntima que como espectáculo público.
En este nuevo régimen de signos, el acto adolescente se codifica. Un corazón púrpura, una pastilla roja, una historia de TikTok o un emoji compartido, pueden condensar más goce y más ideología que cualquier discurso. Opera allí el quinto discurso de Lacan –el capitalista– que acorta el circuito del goce y forcluye la función de la castración: nudo clínico de nuestra época.
Leer ese ruido cifrado es el desafío del psicoanalista: captar, en la superficie del algoritmo, la insistencia del deseo. Devolver al emoji un estatuto de palabra, recortar un espacio donde la pregunta interrumpa el loop del odio y el hashtag pierda la tiranía de la consigna. Una política del síntoma que es una ética de la invención: alojar lo que la caída del padre deja vacante, sostener la singularidad sin reducirla a la norma. Sostener ese resto que no se decodifica, porque cada vez que la escucha se sostiene, el acto deja de ser trending topic y puede volverse relato: un tiempo para comprender, un camino hacia el deseo.
(1) Red de foros y canales de autoayuda con retórica misógina; agrupa incels (célibes involuntarios), la idea de hipergamia (la idea de que las mujeres sólo se vinculan con varones de mayor estatus) y el movimiento MGTOW (hombres que cortan todo vínculo con mujeres), moldeando subjetividades masculinas fuera del radar adulto. Traducción –con matiz crítico– de manosphere, acuñado en 2009 dentro de la blogosfera anglófona y adoptado después por medios y académicos en español.
(2) “Red-pill”: contenidos de la machosfera que instan a “despertar” frente a un supuesto dominio feminista.
(3) “Chad”: varón idealizado en la jerga incel/red-pill –alto, musculoso y exitoso– opuesto al “beta” o incel.
*Miembro de la EOL y la AMP. Miembro del Consejo Estatutario de la EOL. Dirección Ejecutiva del IOM3. Blog La patria del sinthoma. En Twitter e Instagram @ZadigCordoba