El dólar en torno de los 1150 pesos y una inflación de abril que desaceleró al 2,8 por ciento reciclaron el ánimo triunfante del gobierno. En el equipo económico insisten en que estos números muestran que el plan marcha a la perfección, que el orden macroeconómico está dando sus frutos y que la Argentina avanza hacia años de crecimiento ininterrumpido.
La apuesta de los funcionarios ahora pasa por un único objetivo: convencer al mercado que a finales de este año o más tardar a inicios del 2026 el país podrá volver a tomar deuda con fondos globales. Las reservas internacionales siguen siendo ultra negativas en términos netos y la única forma de sostener el clima de euforia es recuperando el crédito externo.
El problema es que los inversores no terminan de confiar en el futuro de este plan económico. Los bonos soberanos rinden en torno del 11 por ciento en dólares y tienen un riesgo similar al de economías como Angola y Pakistán, o incluso más elevado que el de Egipto y Nigeria.
El contexto internacional --con una distensión en la guerra comercial entre China y Estados Unidos-- colaboró para que en los últimos días los títulos en moneda extranjera de la Argentina tengan un rebote. Pero cuando se revisa el acumulado del año, los bonos siguen perdiendo hasta más del 11 por ciento y el riesgo país está por encima del nivel de diciembre pasado.
Sin plan para las reservas
El gobierno puede mostrar superávit fiscal, puede mostrar cierta desaceleración en los precios mensuales e incluso puede mostrar estabilidad cambiaria. Sin embargo, lo que no tiene para ofrecer es un plan para acumular reservas en el Banco Central ni una estrategia para dejar de perderlas a medida caen nuevos vencimientos de deuda en moneda extranjera.
La ingeniería financiera que propone el equipo económico para intentar acumular divisas en la autoridad monetaria es siempre la misma: una estrategia de patas cortas, que se mueve entre los préstamos de organismos internacionales como el Fondo Monetario y la llegada de capitales especulativos. Por ejemplo, el Tesoro mencionó en los últimos días que lanzará próximamente un nuevo instrumento llamado “pesos linked”.
Si se piensa con la lógica de los últimos años, el nombre de este bono directamente suena irracional. Pero la Argentina se cansa de demostrar que es un país en el que todo es posible. En momentos de tipo de cambio hiper apreciado, el gobierno en lugar de ofrecer un título atado a la devaluación (o sea dólar linked) busca convencer a los inversores para que entreguen sus dólares y apuesten a un título atado a la apreciación del peso.
En el último informe de la consultora 1816 dieron algunos detalles de cómo sería está colocación de deuda. Se mencionó que sería un título que se suscribe en dólares y se amortiza en esa misma moneda. La gracia es que ajustaría al ritmo de la tasa de interés en pesos, porque los bonos estarían denominados en esa moneda, y permitiría a inversores extranjeros aprovechar las ganancias de la bicicleta financiera que promueve el gobierno.
En el informe de la consultora se menciona que el potencial de crecimiento de este activo es importante. “La exposición offshore (de inversores extranjeros) a bonos denominados en pesos llegó a superar los 25 mil millones de dólares en el gobierno de Macri. Hoy no llega a 1000 millones, de modo que el potencial de crecimiento es enorme”. Y se plantea una advertencia evidente: avanzar en esta estrategia impulsaría la exposición a capitales golondrinas. Una historia que en la Argentina lleva siempre al mismo desenlace.