Desde el Colegio de Psicólogas y Psicólogos Segunda Circunscripción de Rosario, ante el panorama de crueldad, parálisis y fragmentación que este tiempo de neofascismo nos impone, nos hemos propuesto anidar un espacio abierto a la comunidad donde promover el encuentro, donde poder revertir o al menos cuestionar los efectos que tal escenario tiene sobre nosotros. Se trata de un conversatorio para que las violencias no nos venzan ni mucho menos nos convenzan.

¿Por qué la violencia?

La violencia se ha instalado en la modernidad occidental colonial como una problemática ineludible. Desde su consideración liberal como constitutiva de la “naturaleza” humana, pasando por la desregulación de los enlaces al semejante y el usufructo de las consecuencias que de aquel hacía el neoliberalismo, hasta llegar a esta reconfiguración que vivimos bajo el neofascismo actual. Las tres grandes formas de violencia tensionando nuestras realidades: patriarcado, capitalismo y colonialismo.

Y es desde esta encrucijada de nuestros tiempos y de nuestros espacios que nos preguntamos: ¿Qué están siendo hoy las violencias? ¿Qué es la violencia? ¿Cuáles podrán ser las líneas de fuga de este panóptico enloquecido? ¿Cuánto más puede la violencia seguir moldeando nuestra desintegración?

Nos hacemos estás preguntas en tiempos dónde las violencias amenazan la vida global misma. Si ya no bajo el fantasma apocalíptico de la guerra nuclear, sí bajo la escasez de agua dulce y comida en el apocalipsis del calentamiento global.

Hacemos estas preguntas en un momento en que la democracia demuestra un punto de precariedad que parece irreversible y cuando los coeficientes de dominación proliferan en modos cada vez más insidiosos y bajo formas impensadas. 

Hoy más que nunca somos nuestra propia policía, agentes privilegiados para la vulneración de nuestra intimidad, artífices de odios cuyas raíces poco interesa rastrear, protagonistas de un goce que nos consume pasivamente a cucharadas, indolentes ante el sufrimiento de un otro cuya existencia nos devino indiferente, odiantes sin ideología y amantes sin registro del otro, verdugos que alimentamos palomas de la paz.

Ya lejos ha quedado la idea de la violencia como opresión, donde opresor y oprimido son claramente identificables, donde hay uno que sufre y otro que goza, cuando cada vez más nos encontramos con oprimidos que festejan su “libertad” y con sufrientes que presumen “salud”; motivo por el cual hoy nos urge pensar los modos en que la violencia se nos torna aceptable, seductora, creadora, subjetivante, vinculante, interna.

El fetichismo de la violencia

Procedemos con cautela: es tan sutil y astuta y somos tan parte de ella, cómo ella de nosotros, que fácilmente nos rendimos fascinados. Se trata del fetichismo de la violencia, una forma de fascinación mórbida que nos compulsa a hablar todo el tiempo sobre algo de lo cual decimos realmente muy poco. Como la definición de la RAE , cuando de violencia se trata nos volvemos llamativamente tautológicos, arbitrarios, concretos; pero si avanzamos un poco más, descubrimos que la misma categoría de violencia suele usarse en la discursividad social como forma silenciosa de someter acusando a aquel que más violencia ha sufrido, de ser el que la ejerce.

Es muchísimo lo que nuestro país ha podido hacer para desmontar las violencias que nos han asediado y constituido a lo largo de nuestra historia, avanzando en los planos de la memoria colectiva, las leyes, las organizaciones sociales y de lo social, las prácticas en salud, DDHH e inclusión, a nivel de las teorías y de la formación, etc.

El estruendo paralizante de la crueldad 

Sin embargo, en el plano de las prácticas muchas veces sucede que terminamos trabajando sobre las violencias reproduciendo las mismas formas que queríamos combatir: declamamos contra la violencia pero no llevamos adelante prácticas que la deconstruyan, excluimos a los considerados violentos de los abordajes del Estado, entendemos que violento siempre es otro y que otro que yo debe lidiar con eso, construimos retóricas románticas, demoníacas o heroicas en relación al que ha padecido violencia, desde un pensamiento simplista y dicotómico creemos que hay violentos y violentados puros, hablamos mucho e investigamos menos, declarativamente creamos fortalezas sin recursos económicos ni simbólicos, nos olvidamos de la dimensión del dolor.

¿Qué podemos poner a trabajar en torno de esta omnipresentemente ausente categoría de violencia? ¿Cómo desmontar sus aspectos de ensordecedor silencio, de enceguecedora invisibilidad, de legalizada impunidad, de sutil brutalidad? ¿Cómo entender el deslizamiento desde el silencio de la violencia hacia el estruendo paralizante de la crueldad actuales?

¿Qué trabajo podremos darnos sobre la violencia a los fines de que nos representen un resorte de la liberación y no de la dominación, para que nos agende nuevas poblaciones que atender, metodologías posibles para su abordaje y problemáticas que debatir, para que diga algo acerca de su lógica en vez de desmentirse a sí misma como sucede cuando deviene un fetiche que fascina con sus brillos enceguecedores al tiempo que nos deja, por ello mismo, sin poder ver más allá?

El primer encuentro de este ciclo de conversaciones sobre la violencia tendrá por invitado al Colectivo Juguetes Perdidos, quienes nos plantearán un mapeo social y político de nuestras juventudes. Tendrá lugar hoy, a las 19, en el Colegio de Psicólogas y Psicólogos 2° Circunscripción de Rosario, en Dorrego 423. Se trata de una actividad gratuita y abierta al público.