En el turbulento universo de Hollywood de los años 90, donde el riesgo solía ser el camino hacia el éxito, surgió un experimento cinematográfico que prometía una fórmula innovadora: fusionar el terror con la comedia. Esta apuesta fue asumida por Dan Aykroyd, quien, inspirado en una experiencia personal y respaldado por Warner Bros., decidió llevar a la pantalla grande Nothing but Trouble. Con Demi Moore y Chevy Chase como protagonistas, el filme parecía tener todos los elementos para triunfar; sin embargo, la realidad fue muy distinta y amarga.
Inspiración y desarrollo del proyecto
En 1987, Dan Aykroyd tuvo un incidente al volante que lo llevó a concebir una película que combinara comedia y terror. Tenía fresca en su memoria una experiencia inquietante en un tribunal rural de Nueva York. Con esta anécdota como base, Aykroyd creó una historia centrada en el siniestro juez Alvin Valkenheiser.
La idea entusiasmó a Warner Bros., que pronto reunió un elenco destacado con estrellas de la época, además de incluir un cameo del rapero Tupac Shakur. Sin embargo, cuando el proyecto entró en producción, surgieron problemas que marcarían su rodaje. Aykroyd, quien no planeaba dirigir la película, asumió ese rol después del rechazo de varios directores reconocidos. La presión por el control creativo y los conflictos con Chevy Chase, quien mostraba desinterés en la producción, llevaron la situación al límite.
Producción y desafíos del estreno
El presupuesto inicial de Nothing but Trouble, de 40 millones de dólares, aumentó considerablemente debido a las excentricidades del rodaje, como la construcción de una montaña rusa que terminaba en una trituradora gigante. Estos gastos excesivos obligaron a numerosas reuniones para reducir costos, aunque el presupuesto seguía creciendo. El comportamiento problemático de Chevy Chase también generó tensiones con sus compañeros y contribuyó a un clima de estrés prolongado que afectó la salud de Aykroyd.
Finalmente, la película se estrenó el 15 de febrero de 1991 y enfrentó críticas devastadoras. La baja recepción del público se reflejó en una recaudación global de apenas 9.2 millones de dólares, una cifra desastrosa comparada con su costo. Críticos como Roger Ebert, influyente en su época, ni siquiera escribieron una reseña formal, a pesar de haberla mencionado brevemente en televisión.
Repercusiones y legado posterior
El fracaso de Nothing but Trouble dejó secuelas en la carrera de Dan Aykroyd, quien decidió no volver a dirigir. Para Demi Moore y Chevy Chase, el golpe fue duro, aunque no definitivo, ya que lograron recuperar su reputación con el tiempo. Para Warner Bros., el proyecto representó una lección sobre los riesgos de no supervisar presupuestos ambiciosos, coincidiendo con otro fracaso notable: The Bonfire of the Vanities.
Con los años, la película ganó un culto de seguidores, pero sigue siendo recordada como un ejemplo de apuestas creativas mal calculadas y del choque entre expectativas y resultados. Hoy, algunos la ven como una rareza que, pese a sus fallos, destaca por su singularidad dentro del género de comedia-terror. Su esencia resuena entre quienes valoran propuestas excéntricas, demostrando que lo extraño puede dejar huella, incluso sin éxito comercial.