"Un día fuimos al lugar que tenemos designado en el Paseo de Estatuas. Estábamos probando los lugares, haciendo un ejercicio de sentir el lugar, la plaza, para después hacer nuestros estrenos. Yo voy y solamente me paro y me pongo en pose, en presencia. Lo único que hice fue pararme. Un nene que estaba pasando por ahí le dice a la mamá 'mirá mamá, acá hay una estatua', y estaba yo totalmente de ropa ordinaria, no estaba montada de nada, no tenía absolutamente nada, lo único que hice fue pararme. Si me hubiera visto en cualquier otro lugar que no sea Bahía, yo creo que no se hubiera dado cuenta de que estaba haciendo una estatua viviente", dice Maira Cucchi, que por teléfono avisa que si se corta la comunicación es porque ese día en Bahía Blanca hay un viento terrible. Ella es una de las más jóvenes estatuas vivientes de la ciudad que acoge este tipo de arte callejero como ninguna otra ciudad en el mundo. Recién estrenó su primera obra (obra, no personaje) en diciembre de 2023: "Apocalipsis, la mensajera", que empezó a cranear en 2021. De cobre retrofuturista, la pensó soñando con que tuviera algún tipo de impacto en el espectador. Postpandémica, tiene un buzón para que cada uno se conecte con sí mismo a través de la quietud y el silencio de la obra. Pero también con la propia estatua. "Hace falta mucha presencia para hacer de estatua. Vos estás ahí respirando y el mundo sigue siendo el mundo. Van avanzando los autos, las bocinas, las puteadas que se pegan, alguien que pasa con la música a todo volumen. Todo lo que te podés encontrar en la calle, sigue estando ahí", dice. Incluso el viento.
A pesar de
A Mariela "Lala" Olivera le gusta contar que si se convirtió en la primera estatua viviente de Bahía Blanca fue porque la obligaron. En 1997, una empresa de jabón blanco buscaba estatuas vivientes para hacer una publicidad en los supermercados. Fueron al teatro donde ella estudiaba a buscar actores. "Acá no hay eso", le dijo ella, que solo había visto a Daniela Bocacci, que hacía cuatro años era la primera estatua viviente del país, una vez, y le había dado pena esa pobre chica que se paraba estoica en el frío. "Mi director de teatro me dijo 'vos, andá'. Yo no le veía el atractivo, me quería morir. No tenía sentido ir a quedarse quieta en la calle en los noventa. Me tocó en un hipermercado de Aguado, en el medio de las góndolas, yo tratando de quedarme inmóvil ante el sonido, ante la gente que no entendía nada, porque nunca había pasado eso en Bahía. Después fue en la Plaza Rivadavia, cuando pasó un tipo todo vestido de oficinista, corriendo, apurado, sin ver a nadie, y cuando me miró paró. Se aflojó. Se quedó detenido mirándome un rato largo, y ahí fue cuando dije acá hay algo", recuerda de ese 17 de diciembre de 1998, cuando encontró la actividad que la acompañaría hasta el día de hoy, no solo actuando sino formando otras estatuas. Desde 2009 encabeza varios espacios de formación de artistas en la ciudad, tanto teóricos como prácticos, que fueron pioneros en la enseñanza de la disciplina.
La relación de Bahía Blanca con sus estatuas vivientes es, haciendole honor a la imposibilidad del nombre, oximorónica. Si para cualquier artista callejero el escenario es el aire libre, ciertas condiciones climáticas afectan particularmente a la estatua viviente: la lluvia, el frío, el viento. Tres características intrínsecas de la ciudad de Bahía Blanca, que la harían una ciudad natualmente hostil a esta práctica. Sin embargo, es allí donde vive una de las comunidades de estatuas más prolíficas del mundo, amparadas bajo una resolución firmada en 2020 que las convierte en patrimonio cultural de la ciudad. En la Plaza Payró de la localidad funciona el Paseo de Estatuas Vivientes, nacido en el marco de gestión de los Encuentros de Estatuas Vivientes, que en noviembre celebrará su edición número 13. Durante dos días, todos los artistas de esta práctica del país se reúnen durante dos días a conversar, actuar y discrepar sobre su arte, colectivizarse, organizarse, y aprender, como vienen haciendo hace más de veinte años.
En 2018 se genera el Colectivo de Estatuas Vivientes de Argentina, a partir de la muerte de un músico callejero en la Ciudad de Buenos Aires durante una manifestación. Eso comenzó un proceso de organización para defender un espacio de la cultura en Bahía Blanca que tenía nombre y actividad, y que además, tenía ideas. "Esto también implica pararse enfrente del intendente, de un gestor cultural y decirle 'somos un patrimonio cultural intangible importante para la ciudad, no somos una decoración. Merecemos un lugar que no tenga que ver con la artesanía, ni tenga que ver con lo comercial, ni tenga que ver con el pedir', afirma Olivera. La resolución de un espacio público dedicado pura y exclusivamente al trabajo de estatuas vivientes convierte a Bahía en un sitio especial por ley, que no existe ni en la Rambla de Barcelona.
PoLioLiCa, una de las obras más famosas de Olivera, fue pensada por y para existir en Bahía Blanca. Se trata de una Mary Poppins de polio (mucho) y helio (viento): una bahiense que soporta los cuatro vientos. "En Bahía siempre tenés viento en contra. Como está en un pozo, se juntan los cuatro vientos muchas veces. Eso es lo que se escucha y se conoce de la ciudad y se vive también. Toda la estética escenoplástica es la de Mary Poppins con el paraguas, que tiene agujeritos para que no me embolse. Y en vez de no moverse nunca, se mueve con el viento", dice.
Según Mariela, todas las artistas de Bahía (porque un dato no menor es que la gran mayoría de las estatuas vivientes son mujeres) utilizan el viento a su favor. Tanto para darse el permiso de si se tienen que mover, como para ver si usan una apoyera, o si usan algo elevado, y etcétera. Pero no es que no se pueda trabajar por el viento. En vacaciones de invierno, temporada alta de las estatuas vivientes, el paseo de la Plaza Pairó florece de ellas, su silencio, y su quietud.
La gente
Micaela Forestier Schenkel es de un pequeño pueblo llamado Jacinto Arauz, La Pampa, pero estudió teatro en Bahía. Y la primera vez que hizo de estatua viviente fue en Ushuaia. Otro contexto ilógico para quedarse quieto sin moquear. "Una amiga se puso a hacer de estatua viviente en la calle. No te puedo explicar la cantidad de gente que se empezó a acercar, hizo un montón de plata, la gente emocionada, era como todo un evento. No había tenido que hacer ni difusión ni nada, simplemente se puso en la calle y algo cambió. Yo estaba haciendo teatro de sala en ese momento, y me acuerdo de pensar 'claro, cualquiera la entiende porque ella tiene un lenguaje universal'", dice.
Fue ahí que comenzó su camino. Se conectó con Mariela y con otra estatua, Luz Guerrero, y estudió. Así nació su primera obra, Mapa Múndica la Exploradora, que le vino en un sueño, en homenaje a su vida como scout, en Pehuen-Có, un balneario al sur de la provincia. El vestuario lo hizo ella misma con las cosas que tenía en su casa y aquellas que tuvo que fabricar: el gorrito, las trencitas, la bermuda, la camisa, unos guantes, las botitas de trekking, una lupa, una soga, una brújula, y la cantimplora. Dice que fue inmediato el enamoramiento en aquella primera hora y media en la que no se movió. "Además de estar actuando toda esa hora y media entre la quietud y el movimiento, también me atraía conectar con mi respiración, a conectar más con mis apoyos de los pies, y con diferentes partes del cuerpo a las que por ahí yo no les había prestado atención", recuerda.
En cada "estatuada", dice Micaela, pasa algo nuevo, algo diferente. El público de las estatuas vivientes no es inactivo, sino que marca el ritmo. "Donde más aprendí fue en la calle. Cuánto tiempo me quedo quieta, cuánto tiempo interactúo con el público. Al principio me acuerdo que tenía los ojos cerrados y ahora ese mismo personaje lo hago con los ojos abiertos, porque fui descubriendo al personaje, que es una niña despierta. Lo fui terminando de construir con el público", dice.
La exploradora con su lupa investiga los objetos de las personas. Su personaje que es un viejo (basado parcialmente en su abuela), solo se mueve si lo ayudan. "Con la gente aparece el chiste o la ironía y eso es lo que produce la risa. Mi búsqueda particular es siempre la acción del público mucho más activa. Obviamente, si alguien no quiere acercarse no se le obliga a nada. Uno también con los años va aprendiendo más en cuanto a la percepción. La mirada es lo más importante", dice. Desde las redes sociales del encuentro, las están organizando una rifa para recaudar fondos para que Micaela y otras artistas puedan participar del "Beeldig Lommel", el Festival Internaiconal de Estatuas Vivientes en Bélgica.
Como dice esa frase tan de moda estos días, "nadie se salva solo". Las últimas inundaciones de Bahía afectaron también a la comunidad de estatuas, que perdió escenografía, trajes y elementos de trabajo. Este año, hasta el 30 de mayo está abierta la inscripción del Encuentro de Estatuas Vivientes, que tendrá lugar en la ciudad el 8 y 9 de noviembre. Se trata de un acontecimiento, ya que los años anteriores la asistencia era por invitación. Están en busca de todas las estatuas vivientes del país para que se sumen. "Es cierto que el hacerlo tiene una parte que parece individual, pero lo cierto es que siempre alguien te está cubriendo o cuidando, sean los mismos vecinos, o alguien qué está trabajando en un kioskito, y siempre están ahí acompañando. Hoy a la tarde tengo ganas, voy y estatúo ahí en el centro y ya me conocen los comerciantes y los vendedores también ambulantes, ya se arma también una comunidad y una red de los trabajadores del espacio público", afirma Micaela.
"Estoy muy agradecida de haber entrado en este mundo donde no se necesita de la palabra para poder generar algo", termina la conversación Maira Cucchi. "Amo ser estatua porque me pasan cosas maravillosas. No sé si a mí o a la mensajera, porque ya somos una".
Para más información, es posible consultar sus redes sociales.
Y eso habla de esa identidad que trae Bahía Blanca, donde ya hay una cultura, donde ya hay todo un aprendizaje del del individuo bahiense, que lo tiene mucho más naturalizado, a veces no llega a todos los sectores de Bahía, porque Bahía es muy grande, pero bueno, sí, es una impronta que marca a Bahía Blanca, seguro, más allá de la universidad y, no sé, el viento, yo le sumaría eso, estatuas vivientes, si me preguntan esos tiktokers que andan por la calle, yo diría no, estatua viviente.