“A mí el teatro me interesa desde siempre”, dice la escritora platense Paula Tomassoni, que acaba de estrenar “Proyecto Campamento, relatos de una batalla sin fin”, la obra que recupera un episodio poco conocido: el bombardeo al barrio Campamento de Ensenada, ocurrido el 16 de septiembre de 1955, cuando el almirante Isaac Rojas impulsó el levantamiento de la Armada para derrocar a Perón.
Con una amplia trayectoria narrativa, Tomassoni publicó las novelas “Leche merengada”, “Indeleble” (ambas por EME editorial) y “Enlutada” (Corregidor), y los libros de cuentos “Pez y otros relatos” (Modesto Rimba) y “En servicio” (Vera Cartonera). “Proyecto campamento” es la obra con la que se estrenó como dramaturga, pero no la primera que escribió: antes de la narrativa, estuvo el teatro. A sus jovencísimos dieciocho años escribió su primer texto, una pieza de dramaturgia, en el taller del reconocido escritor Gabriel Bañez. Bañez quedó fascinado con el trabajo, y la alentó a vincularse con otros dramaturgos de la ciudad. Sin embargo, algunos comentarios desafortunados sobre el material llevaron a la autora a creer que no tenía “madera de dramaturga”, por lo que terminó abandonando el deseo de escribir teatro, hasta ahora.
El año pasado el director Eduardo Spínola le propuso un sueño: escribir una obra sobre un suceso poco conocido, el bombardeo a Ensenada del 55, montar y, finalmente, estrenar. Tomassoni sintió curiosidad: a pesar de ser una persona que siempre tuvo interés por la historia del siglo XX, no conocía los sucesos del ataque al partido vecino. Sabiendo que trabajar a partir de un hecho histórico iba a ser un desafío, aceptó.
“Con Eduardo nos pusimos a investigar. Nos contactamos con Rodolfo Ortiz, que es hijo del único civil asesinado durante el bombardeo. Fuimos un día a su casa, y fue muy generoso con nosotros. Él tiene un archivo completísimo sobre los hechos, que armó de grande, y nos compartió datos, muchísimos textos. Eso era justamente lo que a mí más me interesaba, porque yo me preguntaba: ¿con qué materia voy a armar esto? ¿Cómo hago para transformar toda esta información en lenguaje, en narración artística? También leí una tesis sobre el bombardeo, y la novela de Leopoldo Brizuela ‘Ensenada. Una memoria’, que cuenta la historia desde un lugar muchísimo más poético. Esa novela me hizo preguntarme muchas cosas sobre el modo de decir y sobre el sentido de lo que estaba escribiendo. Porque sentía que, con esta obra, había algo muy distinto a lo que yo venía trabajando y sosteniendo en relación a lo que es escribir y lo que es la literatura. Lo primero que suelo decir cuando hablo de literatura es: ‘la literatura es tirar una botella al agua; el que la recoge, lee ahí lo que quiere’. Y eso está muy bien, pero esta obra tenía otro sentido. Creo que me convocaron con otro propósito, el de la divulgación de un suceso que había quedado olvidado por la narrativa histórica. Eso me generó un montón de dudas. En un momento pensé ‘¿esto es como el realismo socialista?’ Me preguntaba cómo ubicarme como narradora al empezar a escribir desde un disparador tan diferente, que conlleva un propósito no exclusivamente estético”, explica la autora.
La composición del material escénico implicó un importante proceso de investigación: la autora estudió la bitácora del almirante Rojas, y tanto Tomassoni como Spínola se encargaron de realizar entrevistas a los vecinos de Ensenada. A partir de estos testimonios, surgió la pregunta sobre cómo respetar, en la ficción, las múltiples versiones de los hechos. “Hasta hubo algunas de corte más esotérico, apariciones en las casas destruídas, historias increíbles”, cuenta Paula. Por esta razón la obra utiliza distintos procedimientos literarios, como el collage, el ir y venir entre pasado y presente, y la repetición de algunos momentos que, lentamente, se van modificando en la acumulación. Estos procedimientos ponen en evidencia que la obra es el resultado de una construcción, un relato múltiple que se arma desde la memoria colectiva, y problematiza cómo se construye el relato oficial.
“La familia es inventada. Yo no hice ahí un registro personal sobre las costumbres del hombre que falleció, ni sobre cómo se llamaba su mujer. De hecho, él tenía dos hijos, y en la obra aparece uno solo. Mi idea era, a través de este militante hablar por todos. Hay un momento en el que el personaje dice: ‘Bueno, a mí por lo menos me van a enterrar’. Esa frase busca hablar por todos los militantes que dejaron la vida por un proyecto que creemos que es el que mejor nos permite vivir, el que más defiende a las trabajadoras y los trabajadores. Entonces, en la obra aparece mucho esta pregunta por el lugar que va a ocupar después ese militante. Se pregunta si va a ser un héroe, un mártir, si se van a acordar de él”, sostiene la autora.
“Hay algunas escenas que tienen cierta pretensión de realismo. Ahí traté de hacer dos cosas. Por un lado, explorar mi pasión por el minimalismo cotidiano. Me interesaba decir: sí, es una explosión, es una bomba, es un crimen… pero ¿cómo impacta eso? Esa es una pregunta que me interesa muchísimo: cómo impacta lo histórico en lo chiquito. Porque nosotros vivimos sin percibir que estamos viviendo la historia. Cuando un hecho histórico atraviesa la trama social, llega incluso a esos lugares pequeños. Reconstruí mínimamente un escenario cotidiano, con una mujer que limpia obsesivamente, con una familia de la época. La obra tiene un humor muy sórdido, que es algo que me gusta recorrer, aunque me resultó difícil. Estamos contando una historia que parte de un hecho trágico, que está muy lejos de ser gracioso, pero me interesa usar el humor como un principio constructivo. Me parece que eso convoca, siempre pensando en Roberto Arlt y esa idea de que la literatura tiene que ser ‘un cross a la mandíbula’. Si narrás un hecho trágico desde un tono dramático, no hacés ningún aporte: el hecho en sí ya es dramático. Ahora, si lo atravesás por la ironía, por ejemplo, se genera una incomodidad muy fuerte. Estás viendo una obra basada en hechos reales tristísimos, y te estás riendo. Y después te odiás por reírte. Pero para mí eso genera una incomodidad que es clave en lenguaje artístico, apostar a correrte de lo previsible, correrte de esa sensación que estás esperando”, explica Tomassoni.
Cuando el proceso de escritura terminó, inició el de montaje. Contenta de atravesar esta nueva experiencia, Paula cuenta: “Se armó un elenco extraordinario. Fui mucho a los ensayos, y me pareció increíble. Yo le decía al director ‘me siento Gepetto’, porque era como si mis personajes se transformaran en niños de verdad. Admiro profundamente lo que implica el proceso de puesta en escena. Me pareció increíble ver cómo personajes que en el texto tal vez no tenían tanto vuelo, en la puesta empezaban a cobrar otra dimensión gracias a los actores, que supieron darles una impronta distinta. Ahora ya no los puedo ver de otra manera, y eso me parece muy hermoso”.
“Para mí esta obra, como todo lo que hago, es una búsqueda. Una búsqueda que puede salir mejor o peor. No hablo solo de la producción artística, sino de la puesta en circulación de esa producción. Creo que eso implica un gran coraje, porque supone un enfrentamiento con los lectores, con el público, con las devoluciones. Yo estoy muy atenta a las devoluciones. Con el tiempo entendí algo importante: lo que no tiene que pasar es que una devolución negativa o poco amable te calle. Eso me pasaba cuando era más joven. No tenía la fortaleza para confiar en un proyecto, en una búsqueda. Ahora sí”, concluye, con una sonrisa, la autora, que actualmente trabaja en su próxima novela y, como no podía ser de otro modo, en su próxima obra de teatro.
“Proyecto Campamento, relatos de una batalla sin fin”, con dramaturgia de Paula Tomassoni, dirección de Eduardo Spínola, asistencia de dirección de Juliana Díaz y las actuaciones de María Laura Albariño, Martha Bugiolachi, Daniel Gismondi, Gabriela Ocampo, Facundo Ordoñez, Estanislao Pedernera y Leandro Piccolo puede verse los viernes a las 20.30 hs en Espacio 44 (Av. 44 N° 496), La Plata. Las entradas están disponibles por Alternativa Teatral.