Cuando Fer Laguna le explica a Victoria Noorthoorn en una carta que no quiere estar en la muestra como una artista pero sí como “una chica” se me cayó la bombacha, la amé más de lo que ya la amo. Porque, primero, ya la amaba desde antes.
Fernanda Laguna tiene esa capacidad de hacerte caer la bombacha. ¿Será por eso que tienen tanto éxito sus bombachas pintadas con corazones con patas? Creo que sí, son una especie de acto solidario porque ella sabe que en algún momento, se te va a caer. Ya cuando la conocí por esos vires del destino en el año 2004 supe que Esa chica era única.
Me acuerdo la primera vez que la vi. Esa chica rompió una botella de cerveza contra la pared del museo, justo en donde ella misma había instalado una especie de altar para Gilda. Había velas y fotos de Gilda, flores y botellas de cerveza de un litro tiradas por ahí. A mí me habían invitado a esa muestra de casualidad, uno de los chicos que la organizaba era el novio de mi amiga. Yo tenía 19 o 20 años. Cuando rompió la cerveza y estallaron los vidrios por todos lados vino el guardia del museo a ver qué onda, y Fernanda gritó: “¡Es mi perfo! ¡Es mi perfo!”.
Me acuerdo que pensé: “¡Guau! ¡Qué desfachatada y sensata al mismo tiempo!”. En cambio, mis amigas pensaron que era una boluda. A mí me parecía muy loca y me seducía mucho su locura. Me gustó todo lo que pasó ahí, ese arte existía; un arte en el que se podía hacer lo que Una chica quiere. Y aunque no se entendiera bien, tenía mística. Y ese tipo de artista-chica quiero ser yo, pensé. Al final con la gente del museo estuvo todo bien.
La muestra se llamó Festival de Arte Sudamericano y se hacía en el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza. Por un error de tipeo el flyer decía “Suda-maricano” en vez de “Sud-americano” y por otros errores también, sucedieron cosas graciosas y necesarias para que Una chica como yo, entendiera que tenía que seguir el camino del arte de esa otra chica orgullosamente rebelde y maravillosa.
En la muestra, Fernanda comandaba todo con mucha buena onda. Vino con una comitiva de varios personajes que estaban con ella en Belleza y Felicidad. Así conocí artistas de esa época que ahora son capos totales. Me acuerdo de una obra de Dani Umpi por ejemplo, una foto de su viaje de egresados a Bariloche con todos sus compañeros con las caras rayadas con birome y al lado un texto que decía “LOS ODIO A TODOS porque se burlan de mí. Porque le conté a tal que tal me gustaba tal y lo contó a toda la clase y etcétera y etcétera”. La verdad es que nunca había visto una obra así. ¡Era un exorcismo hermoso!
Había también obras de Gastón Pérsico y Ceci Szalkowicz. De Guillermo Ueno, Lola Goldstein, Vicente Grondona, Manu Brandazza entre otros. Estaba Gaby Bex que hizo un show y cantó su famoso tema “Esta noche te mando un mail, aunque ahora estes conmigo”. Ruy Krieger filmaba todo lo que pasaba y creo que quería hacer con eso una novela.
Esa experiencia fue una vía de acceso a un mundo del arte que pasaba en la Capital y que yo quería engullir porque era novedoso, carismático y desacatado. En la facultad no me habían contado nada sobre ese arte contemporáneo argentino desfachatado, así que ya era hora de que Una chica me lo enseñara.
De ahí en más su primera galería Belleza y Felicidad fue una guía que copié como pude, igual que muchos de mi generación viviendo lejos de Buenos Aires copiaron. Se corría la bola sobre lo genial que era, había algo de mito ya en la cosa. No había una receta a seguir, el protocolo era simple: hacer arte con amigos, conseguir un buen lugar. Y en retrospectiva le sumaría también Ser una chica que hace lo que quiere y lo que siente y que eso le da un plus que otros no tienen.
En el libro Espectacular: cartas y textos de arte de Fernanda Laguna, publicado por la editorial Iván Rosado, se incluye una carta que Fer le escribe a Noorthoon. Leemos una explicación que parece simple, como las reglas del conjuro Belleza y Felicidad. Pero a medida que entramos en sus letras las cosas se complejizan. Hay un secreto sobre el arte que sólo Una chica sabe, y lo que nos dice es que el arte es un vehículo que alberga secretos rebeldes. Que el arte está lleno de cuestiones incompletas que nos acompañan. Que las obras están para irradiar algo, y están hechas para despistar y despojar también de cualquier esnobismo al despiadado sistema del arte que todo engulle. La carta que le envía a Victoria justificando que no hay obra será la obra (Fer la escribe en la compu y la manda por correo). Ese documento, escrito en español, no se puede traducir y menos reproducir: se expone en una vitrina cerrada.
Pero ¿por qué no mandar una simple obra a esa exposición? En vez de esto, Fernanda hace una voltereta radical, es como si el corazón no la dejara simplemente participar. Necesita transmitir algo, una señal displicente. Me pregunto si ahora los artistas se animan a dudar ante la invitación a una muestra internacional, si hay lugar real para hackear un sistema aceptado de premios o rechazos. Si es posible esa autonomía mágica, rebelde, autocentrada que se pasa por el culo las inciertas oportunidades de esa invitación.
A mí me pasa, que no me animo a decir que no a muchas cosas, y aunque Fer no dice simplemente que no, gira el tablero varias veces. Incluso aunque no le convenga. Porque al fin y al cabo no importa. Una chica hace arte porque es una chica, porque tiene la magia en la punta de sus dedos. (Una chica es una chica, es una chica es una chica…). Porque su obra de arte es un cofre para un secreto, y quien lo descubra tendrá su corazón, más nunca su espíritu.
Constanza Giuliani Artista visual e ilustradora nacida en Mendoza en 1984. En 2024 presentó su primera gran exposición individual en el Kunstmuseum Luzern (Suiza) y luego en el Centro Cultural Recoleta (Buenos Aires). También expuso de forma individual en Basilea, Lausana y Ciudad de México y participó de muestras colectivas. En 2012 realizó el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y en 2021 recibió el Primer Premio Adquisición en el Salón Nacional de Rosario. Su tercer libro Ser una rata es muy difícil se publicó en 2022 por la editorial SMD.