A tres años de su notable debut en Buenos Aires, Ed Maverick regresa a la ciudad este sábado 31/5 en Auditorio Belgrano, a partir de las 20, para presentar su más reciente álbum: La nube en el jardín (2024). En contraste con lo que suele suceder, se trata de un trabajo de 53 minutos (extensión que redobla la escucha impuesta por las plataformas digitales de música), cuyas canciones no están divididas en tracks, sino que forman parte de una misma unidad. Lo que obliga a una escucha completa, a la vieja usanza, acerca de historias en las que el cantante, compositor, músico y productor, amén de figura del indie mexicano, versa sobre sentimientos como el amor, la culpa, la desilusión y la alegría. Aunque en medio de cada uno de los temas que constituyen este relato único se aprecian cambios de partitura, sonidos de ambientes y hasta pájaros.

  • Al estrenarlo, dijiste que era un disco para que los oyentes no se olviden del mundo exterior, ¿a qué te referías?
  • Para mí, volver a estos formatos es una manera de que el oyente elija lo que desea escuchar, pero sin que se pierda la parte ritualística. Eso es mucho más entretenido ahorita, porque en esta modernidad todo el consumo es rápido, fácil y accesible. Si bien las plataformas de música no nos pagan a los artistas lo que debemos cobrar, por lo menos el formato permite que la gente nos escuche. En mi caso, la idea de escuchar todas las rolas de un sólo tirón atrajo a gente de generaciones anteriores, quizá por un tema de nostalgia. Como no viví esa época, me gustó mucho que eso pasara. También es una propuesta para que las nuevas generaciones puedan encontrar una forma más divertida de escuchar música.

  • Aparte del formato, otro rasgo que distingue a estas canciones es su oscuridad.
  • Me interesaba que este disco sonara oscuro hasta cierto punto, más bien como un degradado. Más allá de que estaba experimentando con cintas y otros recursos, lo más moderno que escuché mientras componía estos temas fue Jessica Pratt (el último álbum de la cantautora estadounidense, Here in the Pitch rankeó entre los mejores de 2024). También estuve escuchando a Gustavo Pena (se refiere al nombre de pila de El Príncipe, el músico de culto uruguayo) y a Tanguito. Me fui de lleno a las raíces de este pedo.

  • ¿Cómo descubriste a Tanguito? ¿Viste Tango feroz, su "biopic"?
  • ¿En serio? No sabía. Me gusta mucho, aunque no encontré mucha data sobre él. Te lo juro, no encontré mucho. Y me quedé con su música. Llega un punto en que no me gusta tener tanta información sobre la gente que hace música. Tampoco espero que suceda la mismo conmigo.

  • ¿Y te lo dieron a conocer cuando estuviste en Argentina?
  • No, fue antes. Lo descubrí por mi cuenta en 2019. Tenía la costumbre de usar algún estupefaciente y ponerme a escuchar música. Lo hice todas las tardes de mis días, por mucho tiempo. Esto pasó en mi etapa más psicodélica, y así ahondé también en Spinetta y en Charly. Y así llegué a Tanguito, porque tarde o temprano se tiene que llegar ahí.

  • Pese a que ahondaste en el folk, no dejaste de seguir tocando la música popular del norte de tu país.
  • Este disco también está muy influido por Chavela Vargas, así como por compositores como José Alfredo Jiménez. De hecho, en la primera canción del disco hay una alusión a él y a Valentín Elizalde. Me alejé mucho del folk moderno, del bedroom, de lo gabacho, y me fui al mero origen de todo. Ésa fue otra manera que usé para reivindicar el formato. Cuando lancé el disco, a manera de manifiesto, cuestionaba el que no escucháramos discos, el consumo inmediato y la recurrencia a la palylist. Y siento mucho orgullo del resultado porque creo que se logró el objetivo, hubo mucha creatividad de este lado. Gracias a Dios tengo un equipo de trabajo que me respeta mucho y también a mis decisiones.


  • En los últimos tiempos se te comparó con Macario Martínez, el joven barrendero devenido en nueva sensación de la escena musical mexicana.
  • Las comparaciones con Macario me parecen muy alejadas porque él hace son jarocho, que es muy diferente al estilo que manejo para mis composiciones. Mi estilo viene más de la música norteña y serreña, de artistas como Ariel Camacho, Juan Cirerol y músicos de los 2010. No siento que converjamos tanto, más allá de la independencia que tuve alguna vez. Cada quien hace lo que hace, y si coincide es muy lindo.

  • Sin embargo, esas analogías tienen cierto dejo a hateo, ¿cómo te llevás con eso?
  • En 2019 y 2020, viví una ola de odio digital, que fue cuando había un punto mediático más notorio con mi proyecto. Si bien hay gente que sigue pensando lo mismo de mí, la cosa desapareció un poco. Eso, al menos en México, está muy mal visto, y abrió el debate sobre la relación que hay con los artistas y las figuras públicas. También entendí que nosotros, como artistas de cierto calibre, gozamos de un privilegio, pero también llega un punto en que no podemos usar ese privilegio como excusa para decir que tenemos que aguantar. Una vez que se llega a estos niveles de la atención mediática, uno está sujeto a que sucedan estas cosas.

  • A propósito de eso, no se entiende mucho el momento mexicano. ¿Cómo cabe este último disco tuyo en esta época? ¿Te interesa lo que sucede?
  • Tal como yo lo percibo, mi público no está tan interesado en la política. Por más que el arte es político, mi generación no está interesada en la política. Lo que me parece raro. Y yo me meto en esa misma bolsa, por más que me preocupo por muchas cosas. Existe mucha frustración, y eso lo está aprovechando Estados Unidos para hacer lo que nos hacen. Aunque subliminalmente sí lo pueda parecer, mi disco no tiene que ver con esta época. Estaría bien chingón que hubiera una revolución, pero no lo encuentro en mi material. Siento que quienes están teniendo ahorita esa conversación son los artistas del circuito independiente, como Grito de Exclamación o Fulgor, en cuyos shows se producen desmadres. 


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