La sentencia del juicio contra Victoria Aguirre y su ex pareja, por la muerte a golpes de la hijita de ella, se conocerá recién la semana próxima. Ayer, cuando se esperaba el veredicto, el Tribunal Penal de Oberá, conformado para el caso, aceptó pasar a un cuarto intermedio hasta el jueves, luego de que la fiscal Estela Maris Salguero de Alarcón, en su alegato, pidiera una pena de prisión perpetua para ambos, y de esa forma, agravara la imputación al considerar que actuaron con “alevosía”. La defensa de Rolando Lovera planteó que necesitaba tiempo para reformular su alegato: hasta ese momento la acusación era por “homicidio simple” para él y agravado por el vínculo, para ella. La fiscal otra vez no tuvo en cuenta el contexto de violencia que denunció Aguirre que vivía y que le impidió pedir ayuda para proteger a Selene en esos días en que Lovera, según dijo, las mantenía secuestradas. 

“Si los jueces resuelven con perspectiva de género, ella tiene que ser absuelta”, concluyó la abogada Gabriela Stefani, del Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la Asociación Pensamiento Penal, quien actúa como veedora en el juicio. Para Stefani, se pudo demostrar con testigos que declararon, entre ellos una médica y un médico, que Aguirre no era una “mala madre” –como pretendió instalar la defensa de Lovera y la fiscal–, que antes de que estuviera con él, nunca Selene había recibido ningún tipo de violencia, y que las lesiones que tenía databan de 6 a 7 días antes de la muerte. También surgió que Lovera había sido denunciado por violencia de género por su esposa, en 2011, y que cuando acompañó a Aguirre al hospital con Selene, días antes de su muerte, la médica que la atendió se sintió intimidada por sus gritos, que lo mostraron como un hombre violento. Y sobre todo, que la joven buscó pedir ayuda, cuando pudo, al cruzarse con un conocido de su padre en un mercado –y quedó fuera del alcance de la vista de Lovera– pero no tuvo eco: “Me siento arrepentido porque si yo hubiera avisado tal vez esto no hubiera pasado”, dijo el hombre, Juan Alfonso Amarilla, cuando declaró ante el tribunal. 

“Ese testimonio es fundamental. Victoria quiso pedir ayuda y contó que estaba sufriendo violencia”, apuntó Stefani a PáginaI12. La muchacha se encontró con Amarilla, albañil como su padre, que compraba materiales de construcción en el mismo corralón que él, el lunes 26 de enero, tres días antes de la muerte de la niña. Cada vez que salían –de la casa que compartían o de la arenera, donde Lovera trabajaba como sereno– él no la dejaba sola, según contó la joven. Su testimonio fue incorporado por lectura, igual que el de su padre y otros familiares de ella. Aguirre se abstuvo de declarar en el juicio. Pero en la instrucción, contó que en su desesperación por pedir auxilio, en un momento vio a Amarilla en un comercio, y disimuladamente le habló. Pero el hombre le dijo que no se iba a meter en una relación de pareja porque cualquier hombre le pega a la mujer y después se arreglan y él queda mal. Ante el tribunal, muy conmovido, Amarilla pidió disculpas por no haber ayudado a Aguirre. 

Entre los testigos que declararon a lo largo de las tres jornadas, uno fue el médico pediatra de cabecera de Selene, Gabriel Sena: el jueves dijo no haber observado signos de violencia en la pequeña, mientras estuvo bajo los cuidados de su madre y su familia, durante los innumerables controles pediátricos y neurológicos que tuvo a lo largo de sus dos años y cinco meses de vida. Además, declaró la médica de guardia Cristina Raquel Schiefebein, que dijo que el último día que la atendió a la niña, Lovera estaba afuera del consultorio y luego entró y empezó a gritarle a ella y a Aguirre. La médica reconoció que sintió miedo. El perito que hizo la autopsia dio detalles de la muerte de la niña: confirmó que murió de un golpe en el cráneo, pero aclaró que las heridas que presentaba en su cuerpito databan de no más de una semana. Es decir, no tenían que ver con otros momentos de la crianza cuando Aguirre estaba sola a cargo de su cuidado. 

El miércoles, entre otros testigos, declararon la “curandera” Juana Dino, y su hijo, Ramón Romero, cuyos testimonios durante la instrucción comprometían la situación de Aguirre. “A partir de las preguntas de la defensa de la joven, quedó en evidencia que directamente habían mentido”, señaló Stefani. 

El jueves se reanudará el debate oral. El juicio está a cargo de un tribunal especial compuesto por los camaristas Jorge Villalba, Graciela Heppner y Azucena García de González. En julio el debate fue suspendido porque la defensa de Aguirre objetó a los jueces del Tribunal Penal N° 1 de Oberá de no ser imparciales y luego se inhibieron. No hay otro tribunal penal en esa localidad misionera. 

Aguirre y Lovera están presos desde la muerte de Selene. Llevan casi tres años en la cárcel. En una entrevista con este diario –en el único penal de mujeres de Misiones, en las afueras de Posadas– la joven, de 24 años, estudiante de magisterio, dijo que Lovera la amenazaba con tirar a la nena al piso, con matarlas a las dos, si ella quería denunciarlo. Por momentos se volvía encantador, como si nada hubiera pasado. O la acusaba a ella por lo que pasaba. Típico de un maltratador. Le decía que la nena no los podía separar a ellos. “Si yo hubiera querido matar a mi hija le sacaba una dosis de su medicamento. Ella convulsionaba y la agarraba un paro respiratorio. Qué necesidad iba a tener de pegarle”, dijo, en aquella charla, en agosto. Selene tenía una enfermedad congénita que le causaba discapacidad. Con Lovera hacía un año que se conocían y seis que habían formalizado la relación como novios. El 31 de diciembre de 2014 decidieron irse a vivir juntos a una casita que alquilaron y el terror comenzó a partir del 21 de enero de 2015. Una semana después, Selene terminaría muerta.  

El jueves se reanudarán las audiencias. Se escucharán los alegatos de las defensas y más tarde –se espera–, se anunciará la sentencia.