Mañana, a las 18, se presentará en la Biblioteca Pocho Lepratti (Chacabuco 3085) el libro La ciudad flagelada, una investigación del docente jubilado Luis Picoli que busca rescatar del olvido a las víctimas del terrorismo de Estado vinculadas al sistema educativo de Florencio Varela. Acompañarán la presentación su amigo José Tessa y el músico y docente Milton Barboza, con intervenciones artísticas y reflexivas.
La obra reúne tres años de trabajo minucioso e incansable, motivado por una premisa inicial que pronto se reveló falsa: en Varela, se pensaba, no había docentes desaparecidos. “Siempre creímos que no existían víctimas en el ámbito educativo del distrito, pero al comenzar a indagar, encontramos el caso de Guillermo Di Bastiano. A los pocos días, el de Néstor Arrúa, también maestro en Varela. Y así empezamos a descubrir más historias, como la de Mirta Gerelli, cuya vida entera transcurrió en esta ciudad hasta su desaparición”, cuenta Picoli.
Pero la búsqueda no se detuvo allí. La investigación se extendió hacia los estudiantes que pasaron por las escuelas del distrito y más tarde fueron detenidos-desaparecidos. “Nos preguntamos: ¿y si hubo chicos nacidos en Varela que estudiaron en nuestras escuelas? Así encontramos a muchos más.”
Uno de los hallazgos más conmovedores fue el de Javier Francisco Kovac, compañero de secundaria de Picoli. “Tuvo que ir al servicio militar obligatorio y terminó combatiendo en Malvinas. Para nosotros, también son víctimas del terrorismo de Estado aquellos jóvenes que, sin haberlo elegido, fueron enviados a la guerra por la dictadura.”
El libro se estructura en tres capítulos: docentes desaparecidos, estudiantes desaparecidos y exalumnos combatientes en Malvinas. Cada uno recoge historias personales, muchas de ellas nunca antes contadas. “Lo más importante que rescato es eso: las historias de vida de cada varelense que pasó por nuestras escuelas y dejó su huella.”
Picoli relata que en el primer informe oficial del municipio —elaborado por el entonces director de Derechos Humanos, Guillermo Ñañez— figuraban 84 personas desaparecidas, sin registrar un solo docente. “Hoy, mi lista supera las 150 víctimas. Entre ellas, hay muchos compañeros del ámbito educativo.”
Más allá del valor histórico, la obra propone una mirada pedagógica sobre la memoria: “No alcanza con saber que el 24 de marzo fue un golpe de Estado. Hay que poder decirle a los pibes que en su barrio hubo desaparecidos, que en su escuela hubo una maestra que no volvió. Eso es lo que nos permite enseñar la historia desde lo cercano, desde lo real.”
En tiempos donde desde ciertos sectores se intenta reinstalar discursos negacionistas, Picoli es claro: “Este es un momento donde se está impulsando una política de desmemoria, donde se habla de liberar genocidas. Por eso es urgente militar la memoria, la verdad y la justicia. Desde las escuelas, desde los libros, desde la historia de nuestras propias calles”.