8 - PRESENTE CONTINUO

(Argentina, 2025). Dirección y guion: Ulises Rosell

Duración: 80 minutos

Con las participaciones de Lisandro Rosell, Valentina Bassi, Jeff Zorrilla y Fary Rosell

Se exhibe en el MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415) los sábados a las 18 y en Cine Arte Cacodelphia (Av. Roque Saenz Peña 1150) los domingos a las 19.

Todas las películas conllevan dificultades, pero en el caso de Presente continuo hubo muchas más que el promedio y de diversa índole. La primera era que el protagonista del documental más reciente del realizador de Bonanza (en vías de extinción) (2001), El descanso (2002), Sofacama (2006), El etnógrafo (2012), Al desierto (2017), López (2021) y El futuro (2022) no es otro que su hijo Lisandro. Si entrelazar lo artístico y lo familiar suena complicado, qué decir si ese chico está diagnosticado con un trastorno de espectro autista, condición de la que se desprende la segunda dificultad: cómo tratar - cinematográfica y éticamente- ese trastorno sin pegar por debajo del cinturón apelando a la emotividad fácil ni al didactismo más burdo de los documentales expositivos. El tercer gran desafío, íntimamente ligado con el anterior, pasaba por armar un dispositivo que no se ubique sobre él y con el que pueda sentirse cómodo, por hacer que la cámara opere como una prolongación de su percepción.

Rosell encuentra la mejor solución posible para todas ellas a lo largo de una película armada con la forma de pequeños recortes de la vida diaria de Lisandro y su madre, la actriz Valentina Bassi. A ellos la cámara los observa intentando ser invisible. Lo que no significa que Presente continuo sea uno de esos documentales tradicionales que enarbolan la bandera de la verdad gritando a los cuatro vientos que lo que se ve es sólo un recorte del mundo. “Los días transcurrían sin diferenciar realidad y ficción”, se lee en una placa al comienzo de la película. La frase opera tanto como una síntesis de cómo se vincula Lisandro con su entorno (más de una vez surgirá la pregunta de qué estará viendo o sintiendo ante determinadas situaciones) como una declaración de principios de una mecánica narrativa que conjugará las dos variables hasta volverlas imposibles de disociar.

Lisandro acompaña a Bassi a los ensayos de una obra en el Teatro Cervantes, al rodaje de una película en una ciudad balnearia y en la que su trama presenta a un protagonista con trastorno autista, e incluso a una marcha contra la quita de medicamentos y asistencia por parte del actual gobierno. Lisandro juega en su mundo propio mientras ella hace aceite de cannabis, y habla con la abuela paterna durante una visita a su casa, en una región rural alejada del caos y la sobre estimulación urbana. La señora es otra de las integrantes del particular universo que habita Lisandro, al que también pertenece un amigo de la madre (el realizador estadounidense Jeff Zorrilla). A excepción de las participaciones de Bassi en la obra y la película, que pueden validarse con un rápido chequeo en internet, nunca se sabrá qué de todo lo otro pertenece al terreno de la ficción y qué no.

Bassi siempre está en un doble rol que demanda tiempo, atención y energía, mucha energía. Es una lectura posible del título de la película: la maternidad como un acto del aquí y ahora, como una larga continuidad de una responsabilidad irrenunciable. Orgullosamente irrenunciable: era muy sencillo ubicar a Bassi en el rol de “víctima”, pero Rosell –quizá más por padre que por realizador– presenta todo sin dramatismo alguno, haciendo que la sucesión de hechos fluya con naturalidad y verosimilitud. De allí, entonces, la participación de Bassi en una entrevista radial con Ernesto Tenembaum hablando sobre el recorte de los mecanismos otorgados por el Estado mientras, como siempre, cuida a Lisandro. Es, pues, el gesto más claro de una película que entiende que la maternidad es (puede ser) un asunto político.