Ricardo Piglia, en su libro "Crítica y ficción" afirma que en la novela "Los siete locos" queda dicho lo esencial de la realidad argentina. Creo que Roberto Arlt se quedó corto, valga la ironía, y que esa impiedad, esa subjetividad propia de los personajes arltianos, esa crueldad como reafirmación de la existencia, están hoy exacerbadas. Lo pienso luego de ver el desborde del absurdo y la transposición de todos los límites en estos días.

La realidad como ficción no es algo nuevo. La novela “Los siete locos”, desde un realismo social articulado con las vanguardias, explica, en buena medida, la situación actual del país. Roberto Arlt, a diferencia del socialismo simplista de la literatura del grupo de Boedo (grupo al que sin embargo estaba próximo, aunque también lo estuviera del grupo de Florida), complejizó en su obra la realidad y señaló en sus personajes (Silvio Astier de "El Juguete Rabioso" o los personajes de "Los siete locos", etc.) la búsqueda de la reafirmación del ser a través del mal, la reivindicación personal por medio de un daño causado, real o imaginario, a la sociedad en la que viven o a su propia clase social a la que detestan.

Pero hoy hemos ido más allá de las novelas realistas de Arlt y alcanzado directamente a la ciencia ficción. Este género de la literatura y el cine han devenido en un realismo y en un objetivismo difíciles de imaginar en tiempos pasados. El futuro nos ha dado alcance. Nada es ahora más objetivo y previsible que la realidad cotidiana ya no sólo como ficción, sino fundamentalmente, como ciencia ficción, aunque sus efectos y estragos no sean pura literatura y se padezcan concretamente en los cuerpos.

La película norteamericana “Guerra Mundial Z” (WorldWar Z) del director Marc Foster, basada en la novela homónima del escritor Max Brooks, trata de una pandemia de zombis, especie de muertos vivientes, causada por un virus contagioso que amenaza destruir a la humanidad. El film, estrenado en 2013, adquiere hoy en varios aspectos un progresivo realismo y una creciente verosimilitud.

Habrá que ponerse a pensar de nuevo. Hemos entrado en otra dimensión y no nos hemos dado cuenta. Ya no estamos ante un simple cambio o transformación civilizatoria, sino fundamentalmente ante una mutación antropológica cuyos alcances comienzan a aparecer en el presente: sujetos deshistorizados, desculturizados, habitantes de un eterno presente sin dimensión temporal ni autoconciencia, análogos de algún modo a los zombis de la película. El film es por ahora una metáfora, aunque no tanto.

Las anteriores categorías del pensamiento, las conjeturas de la sociología, los análisis políticos, ya no alcanzarían para dar cuenta de algo que se ha precipitado, a manera de lluvia tóxica (como en la serie “El Eternauta”) o de invasión viral (como en el film “Guerra Mundial Z”), sobre la superficie contemporánea y que tiene que ver con el encuentro con lo real, con aquello irreductible al orden del significante, con lo imposible de ser tramitado por lo simbólico. Podríamos a la vez decir: lo real nos ha dado alcance y nos ha atrapado en sus redes. Lo simbólico ha retrocedido y corre el riesgo de ser inoculado, destruido, convertido en un puro real.

En mi libro “La precipitación de lo real”, Ediciones Diagonal, de 2005, ya planteaba que la tecnología podría irse de las manos y adquirir “vida propia” y que en esas circunstancias los seres humanos observarían esa segunda naturaleza, esa naturaleza no natural, valga el juego de palabras, como el hombre de Neandertal observaba las tormentas y los huracanes: en estado de perplejidad y azoro y sin poder entenderlos ni explicarlos. Esa segunda naturaleza, escapada, como un Frankenstein, del control de los seres humanos, cobraría autonomía y hasta podría en algún momento crear sus propios virus y generar sus propias decisiones. Llegados a ese punto, habríamos arribado a una nueva Edad de Piedra, aunque la puerta de entrada, la piedra de entrada en la caverna, se abriera en ese caso con control remoto. Algo de esto empieza quizás a ser avizorado a partir del desarrollo de la Inteligencia Artificial, capaz de crear sus propios programas e inclusive de negarse a aceptar las modificaciones que la empresa madre quisiera realizarle. La tecnología, como el superyó freudiano, y como la fase actual del discurso capitalista, puede tornarse caprichosa. La real invasión puede ser la del mal sobre la tierra.

Pero salgamos de las reflexiones sobre la ciencia ficción y volvamos a la ficción realista de Roberto Arlt en su adelanto y descripción de la realidad argentina. Cualquier parecido con esa realidad no es pura coincidencia. Los personajes arltianos son marginados, aunque en su mayoría provengan de la clase media, sujetos atravesados por las contradicciones, las pulsiones y en algunos casos los rasgos de perversión, individuos complejos que se vuelven contra sí mismos. No hay en Arlt una emancipación conjunta ni una salida colectiva. Los personajes no se piensan en relación con un futuro, son escépticos, próximos a un existencialismo nihilista, seres estáticos, condenados a ser lo que son, que no se forjan un destino ni evolucionan y siempre permanecen iguales a sí mismos, en síntesis, que viven encerrados en la zona de angustia y el silencio. No sólo no quieren cambiar, sino que no pueden. La posibilidad de un cambio sólo tiene lugar en la fantasía.

El personaje Silvio Astier intenta quemar la librería de su patrón, le prende fuego a un mendigo en la calle, delata a un amigo, etc. En definitiva, la delación y el mal como modalidades de inscripción y trascendencia. Los personajes de "Los 7 locos": el Astrólogo, Erdosain, el Rufián Melancólico, etc., quieren hacer una especie de "revolución" (de la que ni siquiera saben bajo qué signo ideológico se inscribirá), una "revolución" no como salida colectiva ni como justicia social, sino como práctica del mal y aversión a la sociedad a la que pertenecen.

Todos ellos son lectores de folletines, en sus devenires se mezclan las letras del tango, los refranes populares, el lunfardo, las crónicas policiales, los anales delictivos, la realidad como ficción. La ficción como poder y estrategia fallida, en el caso de los personajes arltianos, para cambiar la realidad en la que viven. La imaginación y la fantasía ocupan un lugar primordial en esos personajes, todos ellos sueñan y fantasean con ganar grandes fortunas sin trabajar u obtener sitiales sociales significativos, apuestan entonces al golpe de suerte, al azar, a la invención, al juego e inclusive al delito. El joven Silvio Astier lee crónicas policiales y sueña ser un día como Rocambole, un célebre delincuente francés al que admira. A todos ellos los asiste la lógica del fracaso, la vuelta contra sí mismos, la repetición que insiste en sus vidas y que los confina al lugar del que no pueden salir.

En Arlt (esa radiografía ficcional de la realidad argentina) la ficción actúa sobre la realidad y se transforma e identifica con el robo, la estafa, el fraude, la falsificación, la delación. Los personajes actúan y viven en la ficción. Son personajes adictos a la ficción. Dice Ricardo Piglia: “El discurso del Poder ha adquirido a menudo la forma de una ficción criminal. Los fraudulentos, los fascistas, es el material que Arlt elabora en sus novelas. (…) Aparece el tango mezclado con el invento, las ciencias ocultas, el espiritismo”. Arlt piensa el lazo social fundado en bandoleros, en club de ladrones, en farsantes, etc.

El dinero aparece en Roberto Arlt asociado a la falsificación y la estafa. El dinero es el que fantasean ganar, el que imaginan ganar, trabajan para sacar dinero de la imaginación. (Recordemos que un mandatario argentino se definió recientemente como “experto en crecimiento económico con dinero o sin dinero”).

Dice Oscar Masotta en su libro “Sexo y traición en Roberto Arlt” que algo impulsa a los personajes fuera de su clase y hace que se deslicen en una zona limítrofe con el mal y se vuelvan contra sí mismos y contra su clase social, que se eleven de su clase por el mal. Son fantasmas o caricaturas de sí mismos.

Lo que Roberto Arlt mostró en sus novelas, hoy desoculta lo contemporáneo de la realidad argentina.

*Escritor y psicoanalista