El 16 de junio de 1955 un grupo de civiles y militares llevaron a cabo el segundo intento de golpe de Estado contra el general Perón, autodenominado “Revolución Libertadora”. En ese marco, por la mañana, pilotos de la aviación naval complotados, pintaron (o mandaron a pintar) en el cuerpo de sus aviones una “V” y una cruz, a manera de síntesis del lema “Cristo Vence”. Cerca del mediodía, con las operaciones terrestres sediciosas y el golpe fracasado, los pilotos del “Cristo Vence” bombardearon Plaza de Mayo y otros sectores de la ciudad de Buenos Aires.
El peronismo es un intruso en la vida política argentina, dice una voz off en Cristo Vence (2015) el documental de Francisco Alarcón. En el documental podemos reconocer lo importante y lo memorable de aquel ataque infame del 55 con el fin de matar a Perón. Un hecho olvidado por muchos, pero que resuena en la memoria colectiva de quienes sabían, en ese momento y tiempo después, quiénes serían sus enemigos.
Florencio José Arnaudo, un comando civil que brinda un testimonio esencial en la película dice, "Lo mejor que he hecho en mi vida fue tratar de eliminar a Perón". Pero la voz de estos personajes la termina dando el material de archivo de los noticieros de la época, que post golpe de 1955 se convirtieron en la voz de la dictadura.
El golpe fue consolidado por los sectores más reaccionarios de la Argentina: los empresarios, la Sociedad Rural, la Iglesia, los medios de comunicación y partidos políticos como la Unión Cívica Radical, el Partido Comunista, el Partido Socialista y el ala militar antiperonista.
Hasta Rodolfo Walsh elogió a la aviación naval, ya que su hermano era uno de los pilotos. Pero un año después se dio cuenta de que la revolución, de libertad, no tenía nada. Walsh sellaría con fuego la frase más impresionante de la liturgia literaria: "Hay un fusilado que vive", contenida en su libro, Operación masacre . Alude a Juan Carlos Livraga, sobreviviente de los fusilamientos cometidos durante la dictadura de Aramburu en José León Suárez. Walsh, como tantos otros, se uniría a las filas de la resistencia peronista.
El documental gira en torno a imágenes de archivos y algunos testimonios. "Eva rompió con el monopolio de la caridad", dice la voz en off, y en esa frase se condensa la dimensión material y espiritual de lo que significó para el pueblo el peronismo. Y el ditirambo con que se la reconoce, no es exagerado.
El plan económico del nuevo gobierno de facto firmó los acuerdos de Bretton Woods, que implicaron que la Argentina se incorporara a dos organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), subordinando al pueblo a las reglas del colonialismo e imperialismo norteamericano. Los resultados que este plan económico implicó fueron evidentes: pérdida de salario, despidos, inflación, endeudamiento con el FMI, que comenzaron a funcionar como parte de control y disciplinamiento social que encontraría su apogeo en el golpe de Estado de 1976, con el plan económico de Martínez de Hoz.
La historia del peronismo comenzó con un preso político, que fue el mismo Perón. El malón, las hordas, los figurantes, que llegaron de todos los sectores del país, hasta Plaza de Mayo para pedir que liberen al Coronel, son retratados en el documental como los protagonistas de la historia. Eva, la descamisada que consideró que Perón era "la razón de su vida", se había convertido en la jefa espiritual de multitudes, la mujer que transgredió los límites de la persuasión y entendió, de manera radical, que lo personal es político. Las imágenes y los detalles truculentos de los cuerpos descuartizados sobre Plaza de Mayo tras los bombardeo abruman.
Pero a los verdugos no les alcanzó ni el "viva el cáncer", ni la muerte de Eva, ni el golpe, ni los 400 muertos y miles de heridos, ni el exilio de Perón. Tampoco los fusilados de José León Suárez, ni la tortura, los presos políticos, ni la proscripción. Por eso en 1957 fueron por el cadáver de Eva.
La crueldad del fascismo es inagotable. La cuestión es que siempre retorna la venganza contra el peronismo. Los milicos de la "Revolución Libertadora", el almirante Isaac Rojas, el general retirado Eduardo Lonardi (que ejerció como presidente en 1955) y el teniente general Pedro Eugenio Aramburu (presidente entre 1955 y 1958) quisieron verificar que el cuerpo que yacía en la CGT era efectivamente el de Eva y que no se trataba "de una muñeca de cera". Para averiguarlo nombraron una comisión de médicos. Los médicos notables le extrajeron un pedazo de tejido de la oreja izquierda para el examen histológico y le cortaron un dedo para la huella digital. Cuando verificaron que era el cuerpo de Eva, lo secuestraron y lo desaparecieron.
En el 55 se diseñó un programa para someter , humillar y desaparecer al pueblo. Por eso mismo la proscripción y la persecución a líderes peronistas persiste hasta nuestros días. Pero esos colonizadores, oligarcas y élites para instalar tratados políticos, que fueron escritos por ellos mismos sin consenso social, de acuerdo a jerarquías en las que los hombres aparecen como los únicos capaces de gobernar, dictar leyes y condenar, existieron desde tiempos remotos.
Micaela Bastidas, en la Insurrección de 1780 comandada por Túpac Amaru, quedó al frente de la parte administrativa y política de Tungasuca. Por eso la condenaron a muerte, con una crueldad que no tiene parangón en los anales de la historia colonial: fue llevada al lugar del suplicio, donde luego de ajustar el garrote, le cortaron la lengua, e inmediatamente sla colgaron en la horca. Pero a ellos tampoco les alcanzó, entonces decidieron descuartizar su cuerpo, llevando la cabeza al cerro de Piccho, que fijaron en una picota con una tarjeta en que se leería su delito: un brazo a Tungasuca, otro a Arequipa, y una de las piernas a Carabaya, consumiéndose lo restante del cuerpo al mismo cerro de Piccho, donde fue quemado con el de su marido.
Esos martirios, esa persecución incansable de revanchismo para los que no obedecemos y no nos rendimos, se debe transformar en furia fría de lucha y resistencia.