Supuestamente, la televisión estadounidense existía antes de Twin Peaks. Pero hay un corte innegable en medio de ella, con personajes de la talla de Lucy Ricardo, J. R. Ewing y el capitán Kirk a un lado, y al otro el cuerpo de Laura Palmer, el fantasma más bello del mundo, asesinada, envuelta en plástico y ardiendo en secretos. Nada volvió a ser lo mismo desde que apareció en la orilla del río en abril de 1990. Los cocreadores de Twin Peaks, David Lynch y Mark Frost, desestabilizaron el panorama televisivo con una serie que era a la vez un asesinato misterioso, un culebrón, un pastiche cómico del corazón de Estados Unidos y tu peor y más extraña pesadilla.

"En ese entonces sólo había tres cadenas", dice Frost hoy. "La televisión estaba diseñada para venderte productos en las pausas publicitarias y luego adormecerte". Pero una chica asesinada, pensaron él y Lynch: "¿Y si era un caballo de Troya? ¿Y si una vez dentro, dentro de nuestro caballito, pudiéramos esperar a que todo el mundo se durmiera para salir y ponernos a trabajar?".

Esa obra nunca ha perdido su poder cautivador. Twin Peaks, la historia de una pequeña comunidad sacudida por un espeluznante crimen -que luego es investigado por Dale Cooper, el atractivo agente del FBI interpretado por Kyle MacLachlan-, fue develando su verdadero objetivo semana tras semana. En su segunda temporada, se había convertido en una serie que saltaba entre dimensiones, mostraba espeluznantes escenas de asesinatos y hablaba de la macabra oscuridad que a menudo subyace bajo la vida moderna. Y fue un fenómeno, un raro momento en el que el arte ambicioso y rupturista y el entretenimiento de masas eran cómodos compañeros de cama. Hoy en día, el hecho de que algo tan decididamente no comercial como Twin Peaks tuviera tanta repercusión es posiblemente una de las cosas más surrealistas.

Han pasado 35 años desde la emisión original de la serie, y esta semana Twin Peaks y su fascinante continuación, The Return, estrenada en 2017, están disponibles en MUBI. Frost, desde su casa frente al mar en California, sugiere a los recién llegados que se acerquen a la serie "con cautela". "Ha demostrado ser bastante adictiva", bromea.

El estreno de la serie en streaming también es agridulce, ya que llega cinco meses después de la muerte de Lynch por complicaciones de un enfisema. El hecho de que haya muerto sigue siendo un poco chocante: se trata de un hombre que pasó gran parte de su vida creativa (desde su pesadilla suburbana Terciopelo azul y su psicodrama de Hollywood Mulholland Drive hasta su suave experimento a campo traviesa Una historia sencilla) sumido en pensamientos sobre el más allá, cómo lo tememos o lo acogemos, preguntándose qué hay y qué no hay, y quién. Qué extraño y hermoso que ahora conozca todas las respuestas.

"Hablamos de la muerte a menudo", dice Frost. "Se convierte en una conversación espiritual. ¿Para qué estamos aquí? ¿Quiénes somos? ¿Qué significa estar vivo? ¿Qué sentido tiene todo esto? A medida que uno envejece se hace más preguntas de este tipo, y las respuestas no resultan más fáciles, pero las preguntas son cada vez más apremiantes".

Frost y Lynch se conocieron a mediados de los años ochenta gracias a sus agentes, que pensaron que ambos formarían una sólida pareja creativa. Frost era guionista de la influyente serie policíaca Hill Street Blues, mientras que Lynch acababa de estrenar Terciopelo azul. Su éxito común les dio un poder inusitado dentro de la cadena de televisión ABC, algo probablemente facilitado por las luchas comerciales del canal en aquel momento. "Teníamos derechos creativos consagrados en nuestros contratos, pero todavía había un baile que tenía que hacer con la cadena episodio a episodio", recuerda. "Los abogados de ABC siempre estaban encima de nosotros, cubriéndose las espaldas. No podíamos molestar ni ofender a nadie, pero queríamos molestar a la gente. Y tampoco nos importaba ofender a la gente".

Aunque el sexo y los desnudos más gráficos, así como el consumo de drogas más manifiesto, se reservaron para la precuela cinematográfica de 1992 Fire Walk with Me, las escenas de violencia de la serie siguen siendo profundamente perturbadoras. Un momento de la segunda temporada, en el que un personaje es perseguido por el salón de su casa por la encarnación del mal, está grabado en la memoria de cualquiera que haya visto Twin Peaks.

Y esto es, en opinión de Frost, lo que acabó con la serie original. La primera Twin Peaks duró relativamente poco (30 episodios entre 1990 y 1991) y acabó cayendo en desgracia por las convenciones de la televisión de la época. "ABC era propiedad de una empresa llamada Capital Cities, muy conservadora desde el punto de vista político, económico y social", explica. "Recuerdo que conocí al presidente de ese grupo en una ocasión, y me dio la impresión de que temía contagiarse algo cuando le di la mano. En el fondo, el programa los horrorizaba porque rompía todas las reglas. Se beneficiaron de él, recaudaron dinero y obtuvieron cifras de audiencia que no habían visto en años, pero también intentaron meterlo en una caja para sentirse mejor. Y David y yo no queríamos entrar en ese juego".

A pesar de que la trama de Laura Palmer hizo que la serie se convirtiera en un hervidero de agua, ABC insistió en que Lynch y Frost revelaran al asesino lo antes posible y amenazó con cancelar la segunda temporada si no accedían. La preparación para la revelación es propulsiva y devastadora, coronada por un extraordinario enfrentamiento entre Cooper y el asesino de Laura, pero luego Twin Peaks cae por un precipicio, durante 13 episodios más en los que la mayoría del reparto se ve atrapado en extrañas e insatisfactorias subtramas. "Nos enfrentamos al problema de: 'OK... ¿qué hacemos con nuestro segundo acto?'", dice Frost. "Ves que la serie intenta recuperar el aliento y el tono se tambalea un poco. A algunos les pareció un poco tonto".

Sin embargo, él echa la culpa a la cadena ABC, con la teoría de que su decisión de trasladar la serie de los jueves a los sábados por la noche (tradicionalmente la noche menos vista de la televisión estadounidense) fue deliberada. "Los sábados por la noche son un cementerio en la televisión estadounidense", dice Frost. "Es para los que no pueden salir y los ancianos, básicamente. Como dijo David: "La gente de Twin Peaks es fiestera". Quieren reunirse, ver la serie, irse a trabajar y hablar de ella al día siguiente. El jueves era la noche perfecta para ello. Así que ABC empezó a matar la gallina de los huevos de oro antes de que llegáramos a la guillotina".

David Lynch y Mark Frost, socios creativos (Imagen: AFP)


Inmediatamente después, Lynch y Frost tomaron caminos separados, agotados por una experiencia cada vez más difícil. Lynch permaneció en el mundo de Twin Peaks a través de Fire Walk with Me, una precuela absurdamente hermosa y desgarradora que exploraba los últimos días de la vida de Laura. En 1992 fue un fracaso económico y de crítica, pero ahora se considera un clásico de culto. Frost, mientras tanto, escribía novelas. Años más tarde, tras el éxito de la edición en DVD de Twin Peaks y el continuo interés por la historia, la pareja volvió a reunirse y comenzó a planear una continuación de la serie.

The Return no se emitió en ABC, sino en el canal por cable Showtime (un cambio que reflejaba cómo había evolucionado la televisión entretanto), y permitió que la creatividad de Lynch y Frost se desatara por completo. Liberada de los grilletes de una trama de asesinato misterioso, la serie de 18 episodios se inclinó más hacia el absurdo y el horror, y abandonó la narrativa tradicional por una especie de longitud de onda o estado de ánimo. El asesinato de Laura es un tótem alrededor del cual orbitan los vertiginosos hilos argumentales de la serie, pero incluso eso se antoja una descripción un poco corta y seca. La serie era jazz, básicamente. Jazz espeluznante y devastador. "Es absurdamente diferente de las dos primeras temporadas", dice Frost, "pero en formas que creo que reflejan en quiénes nos habíamos convertido como personas en esos 25 años, y lo que el tiempo nos había hecho a todos".

Contrariamente a lo que se rumorea, no había planes para más Twin Peaks en el momento de la muerte de Lynch, y la pareja sintió como si El regreso fuera un final mientras la escribían. Frost, sin embargo y lógicamente, extraña a su socio. "Disfrutábamos de la mente del otro", dice. "Era como jugar al tenis con alguien que era el oponente perfecto para vos. Nos retábamos mutuamente a hacer nuestro mejor trabajo, y eso fue así hasta el final. Fue mágico".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.