“A veces lo que está frente a los ojos es lo más difícil de ver”, advierte uno de los personajes de Carnada y con esa frase sintetiza el tema que desarrolla esta obra de Susana Torres Molina que, bajo la dirección de Cintia Miraglia se ofrece los lunes a las 20 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034). La pieza da inicio con la intempestiva llegada de dos adolescentes (Anahí Gadda y Carolina Guevara) al domicilio de la esposa de un hombre que acaba de ser detenido (Ingrid Pelicori). Las chicas insisten en recuperar ciertos recuerdos de familia ante la sorpresa de la mujer que asegura no saber nada acerca de aquello que supuestamente su marido les robó. Y rechaza aun más las acusaciones cuando las intrusas afirman: “Él nos arrebató todo”. Durante el transcurso de la acción el espectador podrá establecer quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios.
Torres Molina terminó esta obra el año pasado pero había comenzado a escribirla hace mucho tiempo. Desde que en un encuentro de dramaturgos Lucía Laragione esbozó “una historia en la que un delincuente seleccionaba niñas”, según cuenta Torres Molina en conversación con Página/12. Finalmente, Laragione no quiso continuarla de modo que habilitó a Torres Molina a hacer lo propio. Así, “sin urgencias ni plazos” fue surgiendo el texto de Carnada. Cuando la pieza quedó lista, la autora se la ofreció a Cintia Miraglia, de quien admira las soluciones artísticas que encuentra para sus puestas. Una vez de acuerdo, también consideró muy acertada la elección de las tres potentes intérpretes.
Con una extensa obra que incluye temáticas y procedimientos dramatúrgicos diversos, Torres Molina reconoce que hasta el momento no había elaborado un personaje como Frida, “una mujer que es cómplice de un hecho criminal que opta por el silencio o por no darse por enterada”. Otra cuestión que no está presente en sus últimos textos es el carácter onírico que rodea los acontecimientos: “Mis primeras obras –analiza la autora- tienen un clima de ensoñación (como sucede en Canto de sirenas o en Amantissima) y esto mismo pasa en esta otra, que es casi una fábula. En cambio, las últimas obras tocan temas sociales y políticos y reflejan la realidad, aunque propongan un tratamiento del tiempo que no es el del realismo”, explica y concluye precisando: “Creo que cada temática encuentra una forma particular de abordaje, y esta obra me llevó hacia el género gótico.”
-En tus obras siempre hay personajes y situaciones que, en principio, son ambiguos…
-Me interesa mucho escribir sobre la complejidad de los seres humanos. ¿Qué sabían de sus maridos las mujeres de los jerarcas nazis? ¿Fueron cómplices? ¿Cómo eran esos hombres, amantes de la literatura, el arte y la música que llegaban a sus casas luego de trabajar en un campo de concentración? Me atrae el fenómeno de la disociación en los comportamientos. Me interesaba la negación de la mujer: Frida no puede creer que un hombre así sea el mismo con el cual ella convivió.
-La obra alude a actos aberrantes…
-Me interesa hablar sobre comportamientos difíciles de aceptar en las personas. Comportamientos que la gente considera inhumanos, que son atribuidos a monstruos. Pero no son monstruos sino personas con terribles defectos que tienen una forma de actuar que a mí me interesa investigar.
-La intromisión a toda hora de las chicas en la casa, ¿podría ser interpretada como el permanente sentimiento de culpabilidad de la esposa?
-Este pequeño mundo de mujeres tiene muchas lecturas. Es cierto, estas dos mujeres niñas pueden representar el remordimiento de Frida. Son fantasmas que están allí como sucede en este país, tan lleno de personas que están y no están.
-¿Cómo estás atravesando este momento?
-Hoy escribo y ensayo para sacar fuerzas, para continuar haciendo un aporte desde la cultura y encontrarle un sentido a todo esto que está pasando. Aquí y en el mundo, porque todo está convulsionado. Pienso que hay que hacer teatro y hay que seguir imaginando.
Una mirada sobre los '70
En sus últimas obras (Esa extraña forma de pasión y Un domingo en familia, entre otras), Susana Torres Molina escribió sobre la violencia y la represión en los ’70 y reflexionó desde sus personajes sobre la historia argentina. También abordó el tema del código moral que sostenía la militancia armada, como sucede en Responsable, la obra de su autoría que actualmente está dirigiendo. Mercedes Fraile y Silvina Katz son las dos mujeres que luego de 40 años sin verse se reencuentran por azar en Madrid. Las dos habían militado en la misma organización armada y ambas habían mantenido una relación con el mismo compañero de un rango superior al de ellas. “Es una obra que habla sobre traiciones, pequeñas miserias individuales y contradicciones”, define la dramaturga y directora.