A dos días de cumplirse once meses del asesinato del empresario español Roberto Fernández Montes, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº5 condenó a su yerno, Santiago Corona, y a Raúl Fernández Torres a la pena de prisión perpetua por el delito de “homicidio agravado por alevosía”. Para los jueces Fátima Ruiz López, Adrián Pérez Lance y Rafael Oliden, las imágenes hablaron por sí solas: ambos sentenciados quedaron registrados por la cámara de seguridad del departamento de Fernández Montes en Caballito mientras bajaban en el ascensor el cuerpo de la víctima envuelto en un acolchado ensangrentado para luego depositarlo en el baúl del auto de una de sus hijas. A las pocas horas, el vehículo apareció quemado. Desde el 25 de enero, día que se ordenó su detención, Fernández Torres continúa prófugo.

“Lo planearon, lo pensaron y lo hicieron”. Así describía el fiscal del juicio, Juan Fernández Buzzi, el accionar de Corona y Fernández Torres en el crimen del dueño de la empresa Mini Vial, dedicada a las excavaciones de la construcción. 

El primer día de diciembre y último día de audiencia del juicio por el crimen de Fernández Montes y tanto el fiscal los abogados de las dos querellas –una por cada hija de la víctima, Natalia y Giselle– pidieron prisión perpetua para el yerno del empresario y para el otro imputado de la causa, Fernández Torres. Ayer, 17 días después del último alegato, los tres jueces del Tribunal continuaron con la misma línea del fiscal y condenaron a ambos como coautores del homicidio.

La sentencia fue aplaudida por los familiares de Fernández Montes. Giselle, la hija menor del empresario, increpó a su cuñado, de 34 años. En sus últimas palabras antes los jueces, Corona había dicho que no tenía absolutamente nada que ver con la muerte de su suegro y se declaró inocente. “En su alegato de juicio quedó claramente plasmado que Corona es un siniestro asesino”, indicó Alejandro González Nava, abogado querellante.

Durante los últimos años, la relación entre yerno y suegro había tenido traiciones y acusaciones. Por eso, para los investigadores, el móvil del crimen fue económico: Corona había estado al frente de Mini Vial, tuvieron diferencias –en el juicio aseguraron que el yerno le adeudaba dinero a Fernández Montes– y en mayo del 2016, el empresario español separó de la empresa al esposo de su hija Natalia. Por eso, durante el juicio, los abogados de ella pidieron agregar el agravante de “codicia” al delito de homicidio para Corona, algo que finalmente los jueces no incluyeron.

Pero fueron las imágenes la clave de la sentencia. Corona y Fernández Torres fueron captados por las cámaras de seguridad del edificio Aranguren 36, en el barrio de Caballito, donde Fernández Montes vivía junto a su esposa. El 21 de enero, a las 9.04 de la mañana se observa como el ahora prófugo Fernández Torres ingresaba al garaje del departamento. Tres horas y media después, el propio Corona ingresó al edificio, esta vez por la entrada principal. A las 13.45, ambos fueron registrados por la cámara en una secuencia que incluyó bajar del ascensor con el cadáver, transportarlo con un acolchado ensangrentado por el garaje, cargar el cuerpo en el baúl de un Suzuki Fun y escapar en el mismo vehículo. El auto fue hallado quemado a las pocas horas en la localidad de Esteban Echeverría, cerca de la vivienda de Fernández Torres. Corona, por su parte, llegó a su casa cuarenta minutos después de irse del departamento, lavó la ropa que llevaba puesta y tiró su calzado a la basura. Todos esos datos fueron aportados por Natalia, su esposa e hija de la víctima, durante el juicio.

El 22 de enero, un día después del asesinato, la Bonaerense encontró el cuerpo calcinado de Fernández Montes en Cañuelas. Debido a su estado, los peritos nunca pudieron determinar con certeza la mecánica del crimen.