En el marco de una experiencia inédita, la cogestión con el Estado, los Quilmes, el mítico pueblo indígena del noroeste argentino, avanza en la administración del sitio arqueológico más importante del país y llama a conocer su memoria, su espiritualidad y, también, el presente de los comuneros y comuneras ocupantes ancestrales de un territorio atravesado por la ruta nacional 40.

Aunque muchos la reconocen como Ruinas de Quilmes -denominación que todavía conserva alguna señalética-, lentamente se va imponiendo la designación Ciudad Sagrada, como los originarios llaman al lugar, que, imponente, se distribuye a los pies del Cerro Alto del Rey, desde donde se ve el majestuoso Valle del Yokavil que de sur a norte recorre la geografía calchaquí.

Al frente del Consorcio creado con el Ente de Turismo de Tucumán en noviembre de 2023 y en ejecución desde abril de 2024, el cacique de los Quilmes, Patricio González, destacó en un diálogo con Salta/12 la novedosa asociación al señalar que “no es muy común hacer este tipo de contratos entre las comunidades y el Estado” pero resaltó fuertemente la participación activa de los comuneros y las comuneras en el desafío.

En otro magnífico atardecer en el valle, el cacique detalló aspectos relevantes de la coadministración de un lugar que tiene significados civilizatorios, de memoria pero sobre todo de resistencia, dolor, muerte, destierro y que allí permanece, incólume, como testigo y testimonio imperturbable de una historia que no se puede tapar ni olvidar.

Patricio González (Imagen: gentileza Rox Sposaro)


—Es una experiencia única que una comunidad resguarde su territorio y su memoria en articulación con el Estado ¿cómo está funcionando? ¿Se parece en algo a la administración de Machu Picchu?

—No hay antecedentes de una asociación así y por otra parte, siempre nos comparan con Machu Picchu pero en Perú tienen otra forma de gobierno en la que no participan las comunidades. Entonces, para nosotros poder conformar un negocio, una empresa comunitaria o una empresa con participación comunitaria, es fundamental, es nuevo. Y sobre todo hacerlo en tiempos difíciles con nuevas formas de trabajo para nosotros.

—Un lugar tan importante en muchos sentidos posibles ¿cómo fue administrado hasta ahora teniendo en cuenta que hablamos de un territorio claramente indígena?

—Durante 11 años (2013-2024) estuvo administrada por fuera de la institución comunitaria, es decir por fuera de la Comunidad India Quilmes (CIQ).

—¿Y antes de esos 11 años quién lo manejaba?

—Lo manejaba la CIQ, en su totalidad, las 14 bases que la componen. Desde la reconstrucción, que fue en la época de la dictadura militar (1976-1983) para adelante, durante el proceso de restauración, en el que hubo “huaqueos” (excavaciones ilegales), se llevaron piezas, se rompieron las estructuras originales. Se reconstruyó todo muy rápido, sin mucho detalle, maquillaron el lugar, se le dio forma, se levantaron y armaron pircas (paredes de piedra) como para una vidriera. Esto que usted ve era monte, lugar de pastoreo de los animales, escondido, de difícil acceso hasta que durante la dictadura se decide “crear un Machu Picchu”.

Un plan de manejo 

La Ciudad Sagrada de los Quilmes está ubicada en el kilómetro 4292 de la ruta 40, con suelos arenosos, piedras rosadas y blancas por donde se mire, y vegetación adaptada a un clima extraseco en el que floreció una cultura que alcanzó su apogeo hacia el año 1200, con sucesivas invasiones, primero de los incas y más tarde de los españoles, quienes con violencia y destierro intentaron someterlos.

La Ciudad Sagrada, entonces foco de resistencia tiene hoy un Centro de Interpretación en el que quienes la visitan ven una línea de tiempo, producciones de cerámica, tejidos, armas y también un conmovedor video que cuenta la historia de los Quilmes, un nombre que sobrepasó a sus dueños y hoy es ciudad bonaerense y marca de cerveza.

Entre los asuntos más relevantes que la CIQ tiene entre manos está la preservación del sitio arqueológico, es decir, el cuidado del patrimonio cultural que futuras generaciones tienen derecho a conocer, tarea para la que convocaron al arqueólogo y antropólogo Jorge Sosa, conocedor profundo del lugar que por primera vez diseña un plan para el lugar.

“Acá se veía desastre tras desastre. ¿Por qué? Porque en algún momento se dijo que esto se abría al público, pero cuando se abre al público hay que pensar cómo hago para mantener mi casa en orden, para recibir todos los días al público. Nunca nadie le dijo al turista no hagás cosas que no tenés que hacer”,arrancó Sosa en diálogo con este diario.

Y agregó: “ni en la dictadura ni durante la democracia se trabajó en un Plan de Manejo que es un manual de buenas prácticas. La gente viene acá con muchas expectativas; algunos, a tocar las piedras sagradas, otros, a los que les gusta tanto el lugar que quieren inmortalizar su presencia y escriben 'yo estuve acá'. Otros quieren la selfie y se suben y destruyen paredes o los que van al baño en lugares escondidos”.

El especialista precisó que ya entró en vigencia un Plan de Emergencia que se entrega en forma de folleto a los visitantes con prohibiciones claras: no subirse a las paredes; tocar o remover piedras; no arrojar residuos; no ingresar con animales o fumar o encender fogatas, entre otras restricciones.

El trabajo incluye la “divulgación patrimonial que está relacionada con la educación que necesitamos expandir”, puntualizó Sosa.

Visitar la Ciudad Sagrada de los Quilmes es en definitiva no sólo conocer el sitio arqueológico (www.ruinasdequilmes.com) sino un viaje a lo anterior, a lo que se vivió antes, es tomar contacto con nuestros antepasados que a la vez son contemporáneos y es valorizar y consolidar una identidad que, obviamente, no es para nada solamente europea.