Emocionar en el marco de un teatro popular es uno de los objetivos que moviliza la energía creativa de Santiago Doria. “A mí me gusta el teatro comprensible”, decía el director a este diario hace unos años, y remataba: “Cuando el programa de mano viene con un GPS para entender el espectáculo, me parece que algo no anda bien”. Apasionado por la dramaturgia del Siglo de Oro, Doria fundó la Compañía Argentina de Teatro Clásico con la que estrenó, entre otras, La discreta enamorada, de Lope de Vega y El lindo don Diego, de Agustín Moreto. Hoy no es el teatro español sino el sainete criollo el género que revisita el director en Allá por el veintitangos, obra que escribió junto a Mateo Chiarino con fragmentos de textos de José González Castillo, Alberto Vaccarezza, Armando Discépolo y Enrique Cadícamo, además de tangos cantados y bailados. La brillante interpretación corre por cuenta de los actores de la misma compañía: Irene Almus, Andrés D’Adamo, Mónica D’Agostino, Jorge García Marino, Carlos Ledrag, Jazmín Ríos y el mismo Chiarino. Los músicos en escena son Pablo Jonisz en bandoneón y Juan Azar, en guitarra.

Reconocido recientemente con el Premio a la Trayectoria en la 24 edición de los Premios Teatro del Mundo, Doria ya no recuerda cuántos montajes realizó –“más de cien seguro”, calcula en diálogo con este diario- desde que en 1980 decidió dedicarse casi exclusivamente a la dirección. Hasta el momento había actuado en radio, teatro, cine y televisión, además de haber revistado a lo largo de 10 años en el grupo de títeres de Mané Bernardo y Sarah Bianchi. De las obras que interpretó llega en la charla el recuerdo de Orquesta de Señoritas, de Jean Anouilh, una obra que fue un suceso teatral en los ‘70 con la que Doria llegó a hacer 3000 funciones.

En cuanto a la Compañía Argentina de Teatro Clásico según apunta el director, fue “creada” por los mismos españoles al invitar al grupo dos veces a hacer funciones en el prestigioso Festival de Teatro Clásico de Almagro. El título que adopta el grupo también fue pensado para incluir en el repertorio autores argentinos clásicos “de los que menos se hacen”, según observa Doria, también un docente entusiasta. En su interés por difundir textos de sabor nacional, para el espectáculo tomó de Cadícamo el lamento del compadre acongojado tras el abandono de su mujer, “que es un ejemplo de la poesía lunfarda”, según señala. Y de Discèpolo, un fragmento de Mustafá, donde se describe con gracia e ironía la configuración de la “raza forte” que habita el país.

-¿Por dónde te llega la pasión por el teatro del Siglo de Oro?

-Me viene de mis primeras clases de teatro con Maruja Gil Quesada y de las largas charlas con Luis Ordaz, el amor por el teatro argentino. Éste es un espectáculo apoyado en los autores saineteros. Habla de nuestras raíces. Nos muestra una realidad pintada, colorida, en el retrato del patio del conventillo donde todos los personajes se encuentran y comunican. Después vendrá el grotesco criollo, que muestra el desarraigo, el desencuentro, la frustración.

-El sainete sería la versión “abuenada” del fenómeno de la inmigración…

-Sí, porque se mira a la inmigración desde lo ameno y lo divertido. Pero nunca desde la burla porque nunca tuvo un cariz ofensivo. Ni desde sus comienzos: Armando Discépolo decía que sus personajes no son una caricatura payasesca sino que son un documento. Por eso es que pide moderación en la interpretación de esos personajes, para que no se vean desfigurados.

-Por entonces los actores tenían a quien imitar…

-Tenían la suerte de tener las fuentes a mano para imitar y armar sus personajes. Hoy esto no es posible. Pero este elenco es tan idóneo que encontró la premisa desde el primer momento. Con Mateo Chiarino, un fervoroso seguidor del sainete a pesar de su juventud, dimos un seminario sobre el texto de un espectáculo que yo había estrenado en 1988. Y él me convenció para hacer esta versión. Bueno, mucho no le costó convencerme.

-En algunos textos del sainete criollo aparece la mujer como objeto conquistable o como fuente de ingreso para el varón. ¿Cómo pensás que lo recibe el espectador de hoy?

- Dentro de la clave de la sonrisa, en ese tono amable y cordial del espectáculo se puede reflexionar sobre cuánto avanzó la mujer en su lucha y sobre cuánto falta todavía para acomodar los tantos. En aquellos textos es tan exacerbado el machismo que hasta nos da por ser compasivos y poner sobre ellos un manto de piedad. El paso del tiempo nos deja ver las diferencias: el machismo es el hombre sobre la mujer y el feminismo es la mujer al lado del hombre.

*Allá por el veintitangos, Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), viernes a las 20 hs.