¡Toda la felicidad de este universo/ viene de la lucha, amigos!/ ¡Sí, para llegar a ser amigo,/ hace falta humo de pólvora!/ Tres cosas en una son los amigos:/ ¡hermanos ante la escasez,/ Iguales ante el enemigo/ libres…ante la muerte! (F. Nietzsche)
¿Qué es un amigo? ¿Cómo definir la amistad? Esta pregunta parece no tener respuesta unívoca. Nadie sabe muy bien de que se trata este loco amor, profundamente humano, el más humano de todos.
Desde el antiguo testamento, Aristóteles, San Agustín, pasando por Montaigne, el Zaratustra de Federico, Sigmund Freud y la revolución psicoanalítica, Foucault, Deleuze y Derrida, la amistad no deja de ser uno de los tópicos de reflexión más inquietantes de la historia.
Aquí no vamos a ocuparnos de definiciones abstractas y universales sobre la amistad, más bien, nos interesa enfocar el tema en términos singulares y terrenales. Nuestra pregunta no es por el ser, sino por el hacer.
En tanto las y los amigos se definen más por lo que hacen que por lo que son, ¿Qué hacer nos ubica en el campo de la amistad? ¿Cuál nos excluiría radicalmente?
Para aproximarnos a esta problemática presentaremos una especie de catálogo, provisorio y en construcción, sobre algunas funciones socioculturales con las que los amigos y amigas no dejamos de confundirnos.
Hay amigos/as sacerdote: ellos suelen presentarse como la reserva moral del universo. Son quienes se especializan en sermonearte, sobre todo si sucumbís al horror de los excesos y caes en la tentación de alterar el buen orden del mundo: - ¡que mal que estuviste anoche! vos no te podés permitir esto otra vez; ya estas grande, pensa un poco amigo, tenes hijos, alumnos…-. Ellos poseen la extraña virtud de recordar en detalle aquello que preferimos, la más de las veces, olvidar. Y es por eso que su sola presencia hipertrofia la culpa.
El amigo médico, cada vez más de moda en estos tiempos gobernados por las mágicas recetas del buen vivir. Les decís: -me siento medio mal che…- y enseguida preguntan: - ¿qué comiste? ¿dormiste bien? ¿Arrancaste el gimnasio? Me parece que estas excedido de peso, te falta sol, deberías hacer algo de ejercicio, cuídate un poquito…-; y te recetan todo tipo de paliativos, desde proteínas, vitaminas y ginseng hasta las más desopilantes actividades y prácticas.
El periodista: llevan y traen información, siempre de dudosa procedencia, alertas, primicias, misterio, ellos saben todo de todos. Generalmente quedan siempre en el medio de cuanto problema se genera.
También está el comerciante: no dan un paso sin saber que ganan o pierden en esa acción. Aquí hay que recordar al Estagirita quien afirmó que “el interés en la amistad es propio de mercaderes”. ¿Cuánto me va a costar? Se preguntan los comerciantes que, siguiendo la regla número uno del comercio, saben que para salir airosos deben comprar barato y vender caro.
Después está el amigo enfermo: a estos siempre les pasa algo terrible. O en el cuerpo o en el bolsillo. Sino es a él, a sus familiares o a alguien relativo a su existencia. Al perro, el gato, o el auto que se quedó sin frenos. Algo siempre anda peor de lo que podría estar. Son quienes siempre piden entendimiento, tolerancia y nunca dejan de disculparse. Saben que no hay mejor excusa para no estar que el flagelo de la enfermedad y la ruina. Por supuesto que nunca están para nadie.
El otro tipo es el amigo mamá, tía: A diferencia del enfermo, están siempre. A veces en demasía. Al punto de tornarse molestos, inquietantes. Se caracterizan, generalmente, por su extrema atención y preocupación, te cuidan, protegen y ocupan de vos. Si estas enfermo te llaman todos los días para ver como seguís; si te separaste te acompañan; si te falta plata te prestan, están siempre teñidos de cierta atmosfera familiar. Mientras necesites de ellos va todo bien.
El rock star: si los llamas, nunca atienden; les envías un mensaje, lo ven, y te responde tres o cuatro días después, si responden. Tienen una lábil relación con la responsabilidad. No están para responder a nadie, es así que suelen tener problemas con los compromisos. Siempre tienen cosas que hacer, gente con la que reunirse, invitaciones de sobra, el tiempo no les alcanza. Llegan usualmente tarde a cualquier cita porque saben del valor erótico de la espera. No pueden no hacerse ver, el escenario es, para estos personajes, el mundo mismo.
Los amigos, amigas, podemos hacer todas estas cosas y algunas más. Llevar siempre los vinos que nunca se van a tomar, a veces descorchados, jamás ofrecer la casa para los encuentros, salir disparados al baño cuando asoma la cuenta, desaparecer impunemente cuando encontramos algún amorcito que nos hace creer, al menos por un rato, que la vida es bella.
Ahora bien, hay algo que no van a hacer los amigos y, si lo hacen, habría que preguntarse si se los puede seguir considerando como tales. Esto es: los amigos, amigas “No serán nunca testigos resignados de tu propia destrucción”. Fundamentalmente, porque hay lugares a los que un amigo no te va a acompañar.
El no de los amigos y amigas es, muchas veces, más vital que todos nuestros sí. Poder escucharlos no sólo protege del nefasto gusto por la ruina – del que nadie está exento -, sino que también conserva la amistad.
Continuará…
*Psicoanalista, docente, escritor.