Su cable a tierra es la mano izquierda, aferrada al brazo de la silla. Con el brazo levantado, la otra mano se mueve apenas en el aire, como puntuándole apenas el ritmo a una orquesta imaginaria. Después de más de cuarenta años cantando sus canciones sobre un escenario, no hace falta contarle a nadie cómo es que canta. Pero ahora el asunto es la lectura, y así es cómo lee Fito Páez. Al menos es como lo hizo un mes atrás en Puerto Madero, vestido de negro de pies a cabeza –o hasta el marco de sus anteojos, ya que ahora un pelo corto y gris remata su elegante figura–, ante alumnos de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la UCA.

Antes lo había hecho también en la legendaria escuela de música de Berklee, en Boston: es una época llena de libros para Fito, y ha accedido feliz a las primeras invitaciones que recibió para compartir extractos de un largo ensayo que acaba de terminar, titulado La música en tiempos de demencia masiva. También tiene listo un volumen de poemas, con un bautismo que no puede evitar rematar con una larga carcajada luego de aceptar revelarlo: La extraña aparición del hombre del torso desnudo. Si a esto se le suma que su nuevo disco lleva el nombre de Novela, podríamos estar hablando ya de toda una biblioteca, por más de que se trate de un estreno que nos lleva de regreso a las canciones. Anhelo largamente inconcluso, el gran álbum perdido de su primera época, Novela en sus memorias Infancia & juventud asoma varias veces, llegando a ser mencionado como “una importante cuenta pendiente”. 

“Ya no”, se apura a corregir ahora Fito, con una sonrisa de oreja a oreja. Sonrisas son las que no faltan durante una tarde de charla en su amplio piso, siempre cerca de las ventanas que miran hacia la porteñísima Plaza San Martín, rodeado de recuerdos enmarcados, discos por todos lados y estantes llenos de libros. La voluntad de sobreviviente de María Moreno, los reparos ante cierta edición del Ulises de Joyce, su disfrute actual de los clásicos relatos de Jack London son algunos de los tomos y los nombres que van y vienen. Un diálogo y rostro relajados que reflejan un presente de heridas cicatrizadas y proyectos concluidos, pero como el presente está como está, tampoco faltan los enojos y el ceño fruncido. “Ey muchachos de Silicon Valley, no voy a aceptar de ninguna manera que me digan que se les fue la mano. No ha lugar”, advierte en un arrebato. Y subraya: “El mundo está dominado por un aparatito que entra en la mano y que te aleja del deseo, del beso, del polvo, de los libros, del cine, de las artes, de las humanidades. Es un plan demasiado orwelliano”.

Lo cierto es que Fito tambien es Fito, y por más enojos o lecturas que se crucen en su camino, la que ríe última siempre es la música. Ha sido un mes de ensayos con su banda, la misma que lo acompañó durante la celebración de las cuatro décadas de Del ’63 y tres de Circo beat. El puntapié inicial del nuevo show que estuvieron preparando –en estos días se difundieron en las redes imágenes compartidas por los asistentes al último repaso– será con una serie de fechas españolas que arrancan el fin de semana próximo, en Barcelona primero y después en Madrid.

“Es una gira a lo Paul McCartney, con una lista llena de hits. Bueno, son hits, pero no tanto. Porque recuperé perlas de Rey sol o de Naturaleza sangre, por ejemplo” ¿Y Novela? “Estamos planeando con Matías Umpiérrez, un director argentino que vive en Madrid, una puesta en escena para tocar el disco de punta a punta. La idea es tenerlo todo dibujado y presupuestado, pero aún no se si se va a poder hacer. Espero que sí. Por ahora, para este show, habrá cuatro temas de Novela dentro de una lista que creo que quedó alucinante. Y ojo que Paul del disco nuevo en su gira te toca solo uno, ¿eh?”, advierte Páez levantando un dedito, poniéndose serio durante apenas un beat. “¡Y gracias!”, es la coda inevitable, y entonces sí, vuelven las risas.

(Foto: Nora Lezano)

UNA HISTORIA MÁS GRANDE

La historia de Novela es en realidad, y como debe ser, muchas historias. Primero está la que se dedica a contar el disco, que originalmente fue pensado como una película: un guion de cine con sus correspondientes canciones. Después la del proyecto en sí, ligado a lo que a esta altura podríamos llamar, con permiso del buen Jorge Luis, la fundación mítica de Fito Páez, ya que su creación se puede precisar ajustadamente entre sus discos Ey y Tercer mundo, es decir entre ese big bang que fue Giros y la masividad que significó El amor después del amor. Y por último está la de cómo y por qué Novela se convierte, aquí y ahora, en su nuevo disco, un trabajo ambicioso y torrencial, con una veintena de canciones que reclaman atención como niños consentidos y construyen una narrativa, convertidas –ahora sí– en un musical integral antes que partes de una banda de sonido. Una abrumadora y beatle casa en llamas, que se debe atravesar de punta a punta y de la que es difícil salir con una sola canción entre los brazos. “Cruces de gin en sal”, sin dudas, que lleva décadas esperando convertirse en un clásico del repertorio de Páez. “Sale el sol”, la de los títulos finales, que apaga y prende la luz. O sino “Los corazones necesitan amar”, que desde su primer verso define de qué se trata todo esto: “Este es mi elogio del amor/ estrofa y estribillo”.

Cuando se le pregunta por el punto de partida del rescate de Novela, su autor se remite a dos veranos atrás, a un supuesto sabático con su pareja, que no lo fue tanto. “Me acuerdo perfectamente: Eugenia decidió irse a vivir a España y yo dije ‘vamos’. Se había terminado la gira de El amor, y me parecía un buen momento para bajar un poquito”. Pero no pudo con su genio: antes de partir había retomado la idea durante unas sesiones con Juan Absatz y Diego Olivero en una casita en Lobos, y como tenía tiempo libre y el guion estaba listo, decidió que tal vez era el momento. Empezó a llamar a su sello en España, pidiendo cosas. Preguntó si había un estudio a su disposición en Madrid: había. Preguntó cómo estaba equipado: le mandaron la lista y tenía lo último. Lo pidió durante un mes y medio, se lo dieron. “No paraba de pedir, casi como que estaba buscando una excusa para no hacerlo”, dice ahora, divertido.

Desde su concepción original, allá lejos y hace tiempo, Novela siempre contó la misma historia: la de dos rebeldes aprendices de bruja que como castigo deben crear un romance perfecto, la del amor entre una adolescente irresistible y un joven rockero, la de un circo entrando a un pueblo y el cruce de filosofías de vida que eso genera. Por eso es que al hablar de referencias, Páez menciona didáctico al Bogdanovich de The Last Picture Show –y ese asunto de pueblo chico, infierno grande– para desmarcarse rápidamente del Harry Potter que aparece en la mente de su ocasional interlocutor actual, tentado cada vez que el músico se demora en la descripción de las dos brujitas díscolas y su academia. 

Aquel boceto inicial, firmado junto a Horacio González y Fernando Noy, estaba acompañado por un puñado de canciones, y si todo quedó en un stand-by que estuvo cerca de ser eterno, fue porque la condición siempre fue que era película o nada. Y fue nada entonces. Es más, cuando uno de los temas de aquel demo, “As de póker”, un lustro después terminó convertido en “Circo beat” (“me faltaba un tempo alto para el disco, y era hermosa la idea”), fue lógico sospechar que el proyecto se había abandonado, y que –en todo caso– aquellos temas irían alimentando discos por venir. Páez asegura que eso nunca sucedió, que nunca abandonó Novela. ¿Ni siquiera al decidir sacarle semejante tema? “Es que siempre tuve claro que la historia era más grande. Y además creo que, sin saberlo muy bien, a toda velocidad entendí que incluso algo así no iba a detener el proyecto. De hecho así fue, y en todo caso lo que terminó sucediendo es que el circo de Novela ahora se llama Circo Beat”.

EXPERIMENTOS SALVAJES

Ahora que Novela finalmente existe, al menos como disco, queda claro que el primer paso para que tome forma fue quitarse ese prejuicio –así lo llama Páez– de que “si no hago la película, no hago el disco”. Una consigna que se convirtió en: “Lo grabo y después vemos”. Lo siguiente fue la existencia de seis o siete temas nuevos, para poder empezar a llamar a la discográfica y pedir cosas sin tener las manos vacías. “De las originales quedaron ocho, así que terminé sumando diecisiete”, precisa Fito. “Y después fue toda una tarea de artesanía, descubrir detalles de la película, para así poder contarla. Pasarla a lenguaje de rock, porque sino queda solemne. Esa clase de cosas. Fue hermoso”, se entusiasma.

Todo el proceso fue largo, de ida a vuelta, de hacer y deshacer. “Hubo muchas versiones de los temas, momentos de acelere, otros de darles tiempo, dejarlos respirar. Es que fueron muchos años, 38 para ser exactos”, precisa con una sonrisa. Se fueron perdiendo cosas en el camino: por ejemplo la chica y el rockero iban a ser interpretados por Fabi y él, y eso ya no va a poder ser. “Pero Villa Constitución siempre estuvo”, aclara. “No es que inicialmente era Rosario y ahora la historia termino ahí. Pasé mucho tiempo en Villa Constitución, durante mi infancia y adolescencia. Sería como la parte rural de mi vida. Y desde el primer momento tuve claro que era un escenario magnífico donde traer ese mundo lisérgico a escena”.

Muchas cosas sucedieron, qué duda cabe, en su vida y su carrera durante todo ese tiempo transcurrido. “Pero es un proyecto que se sostuvo”, celebra. “Una de las cosas que estoy hablando ahora con amigos, y con mis hijos también, es que cuando se somete un material o una idea a la prueba del tiempo, también eso es un experimento salvaje, y de mucha persistencia. O sea, saber que estás. Que no importa que salga mañana o pasado o el año que viene. No importa: cuando salga va a ser algo poderoso”, resume orgulloso Páez, que –consciente o no– viene sometiendo a experimentos parecidos a su público y a su obra, el último de los cuales fue la gira en la que celebró los aniversarios de Del ’63 y Circo beat. Porque, bajo la excusa de la nostalgia, lo que sucedió en escena fue una estricta revisión de ambas obras, presentadas no como un espectáculo nostálgico y expansivo sino más bien en un repaso meticuloso, con los temas en el mismo orden en que fueron editados, y casi los mismos arreglos. “Martín Rodríguez, que es como mi hermano, me preguntó si sabía qué era lo que estaba haciendo con ese show. Y la verdad no, no lo sabía. Nunca sé, en general. ‘Te vas a encontrar con el chico que fuiste, preparate’, me dijo. Y como estaba saliendo de los opiáceos que estuve tomando por las quebraduras en las costillas, los ensayos me agarraron sufriendo por esa abstinencia, todo frágil y vulnerable. Me ponía a llorar cada diez minutos. Martín me lo había advertido: guarda que esto es un experimento”.

Es que al escucharlos en el mismo orden que en el disco, como público era inevitable repasar ese repertorio, pensarlo más que celebrarlo...

–Creo que eso habla de cierta sanidad en la idea de por qué hacemos lo que hacemos, ¿no? Todo es laboratorio, aunque tenga la apariencia de un espectáculo. ¿Viste que el teatro es espectáculo y a la vez un experimento antropológico? Bueno, con la música es igual. Es exactamente igual.

¿Cómo fue ese encuentro con el chico que fuiste?

–Lo amé. Me pareció hermoso y le agradecí. Creo que en el primer recital, en el saludo que hicimos con la banda le agradecí a ese chico que me haya permitido ser quien soy. Al de Del ’63. Y ojo que el otro también era un chico, ¿eh? El de Circo beat.

Pero ya ocupabas otro lugar: no era el disco del comienzo, sino que fue el del después. De después de El amor después del amor, nada menos.

–Pero era un pibe igual. Es verdad que es un disco que me vi obligado a hacer. Pero me gustó trabajar a presión también. Me hizo bien y me hizo encontrar cosas. “Mariposa tecknicolor”, por ejemplo. Entonces, en lo que se refiere a la presión, si sos joven, dale nomás. Después de más grande es otra cosa, entra a tallar el físico y demás.

Me imagino que nunca habías vuelto a repasar ese trabajo hecho a las corridas...

–No, nunca lo hice. Así que me la pasé llorando en los ensayos. Hicimos los dos discos de corrido, y un solo bis: “Ciudad de pobres corazones”.

Cuando terminaron las casi dos horas de show pensé: ¿Y ahora qué? ¿Vuelven a salir y hacen los hits? Ese único tema me pareció el remate perfecto, y encima en tiempos de Milei...

–Era lo que correspondía. Mucha gente se ofendió porque les pareció que no hablé, que no dije nada sobre lo que estaba pasando. Ey, estoy hablando. Yo estoy tocando acá, y estoy cantando. Si no te das cuenta, ya no estamos hablando de música, eso es ansiedad.

(Foto: Nora Lezano)

NO HAY VUELTA ATRÁS

Alguna vez, no mucho tiempo atrás, Fito habló y dijo. Escribió algo, en realidad, sobre lo que estaba pasando. Sí, estamos hablando de la famosa carta en la que confesó que le daba asco la mitad de Buenos Aires, luego de la reelección de Mauricio Macri en las elecciones porteñas del 2011. Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces, pero la repercusión que tuvieron aquellas palabras de alguna manera lo persiguen hasta el día de hoy, al punto de que nunca se volvió a manifestar así, a decir las cosas de esa manera, como si hubiese aprendido una lección. “Es que hubo una lección, claro que sí. Y la lección es que hay que tener cuidado, porque las palabras son como balazos. Una vez que salen, no hay vuelta atrás. Así que sí, todo ese asunto funcionó como una lección para mí, y muy bien aprendida”, resume Páez, que sin embargo no acepta la invitación a aconsejar sobre el asunto a sus colegas que, en el último tiempo, han salido a decir algo sobre lo que está pasando.

“Lo que yo digo es que nuestra tarea es ahí dentro”, intenta resumir, señalando la sala de su hogar donde están armados todos sus equipos, su sala de ensayo. “Esa es la tarea. Una tarea silenciosa, que en general llega. Llega al formato de disco y queda, pero tiene años de estudio, de trabajo, de ensayo, de laboratorio. Esa es la tarea, pero de verdad, en serio. Entonces ese es el arma. Ese es el secreto”, subraya Fito, el mismo que alguna vez subió al escenario con una remera que decía Perón, cuyo diseño se puede encontrar actualmente en las redes. “Esto es algo que también le diría a aquel pibe. Pero había mucho de juego entonces, aunque mucha responsabilidad también”, es su respuesta ante la pregunta.”Aunque, por otro lado, no voy a dejar de defender cada cosa que hice. No me voy a arrepentir. Porque todo te forma, todo te hace, todo te enseña. Así que yo no puedo juzgar a ese pibe, y por otro lado tengamos en cuenta que la carta hizo un recorrido insano. Aún hoy hay gente que me dice: vos no querés a los porteños. Y no: lean bien el título y lo que dice, que no es eso”.

Además, asegura ahora Páez, la lectura de esa carta encierra otro gran error. “Todo el mundo pensó que estaba escrita desde el kirchnerismo, pero está escrita desde otro lado. Gran error semántico de quienes se apuraron a politizar el asunto, porque yo lo escribí desde otro escalón, el de la cultura rock. Fijate que cuando Luca usa la palabra ‘asco’ nadie se asusta de nada. ‘Las lentes son por el sol/ y para la gente que me da asco’, dice Luca. Forma parte de mis días. Y de mis lecturas, y de mis películas. Cuando vi Saló o los 120 días de Sodoma me pareció... normal. Es Pasolini, está contando el fascismo. ¿Te da asco? Bueno, es la idea. Así que, volviendo a la pregunta inicial, son lecciones bien aprendidas, no lo voy a negar. Pero no soy una persona domesticable. Tendrán que buscar por otro lado”.

Portada de la versión en vinilo

UNA EXTRAÑA APARICIÓN

Además de Novela, están los libros: son la otra novedad dentro del presente de Fito Páez. Como se precisó al comienzo de esta nota, se trata de un ensayo y un libro de poemas. El ensayo tiene el título de La música en tiempos de demencia masiva, y según su autor nació unos tres años atrás. “Empiezo a escuchar la música del mundo y me llama la atención porque veo que en todos lados se dice lo mismo. Estaba hasta homogeneizada la opinión sobre lo que estaba pasando en el mundo. Entonces me dije, bueno, acá hay que rascar, porque si está homogenizado es que está pasando algo”, cuenta Fito, que ante la pregunta sobre si ese punto de partida es la música urbana, aclara que eso es sólo el decorado. “De lo que trata el ensayo es sobre qué hay detrás de eso, de dónde surge y de qué manera. Porque el dónde es muy importante”. Y hasta ahí llega su autor a la hora de resumir de qué se trata. “Porque son materias no resumibles”, aclara. “Pero están explicadas muy bien en el texto”.

Aunque ya leyó partes del ensayo tanto en Berklee como en la UCA (“Allá hice una adaptación sobre Estados Unidos como motor cultural dentro del mundo, y acá me centré más en las canciones argentinas”), su edición será recién para el año que viene. Antes, en agosto, llegará el turno de La extraña aparición del hombre del torso desnudo. Se trata de un volumen que incluye desde poemas de 1989 (“La familia”), hasta otros mucho más recientes, como el larguísimo “La caída”, que toma como punto de partida el accidente doméstico que sufrió en Madrid, con el que se quebró las costillas y por el que tuvo que tomar opiáceos para mitigar el dolor. “El que destapó la llave de este libro fue Martín Rodríguez, al que le mandé el material y me dijo por dónde tenía que trabajar. Y fueron tres meses sin parar, hasta que tomó su forma definitiva”, dice Páez, que explica que hay de todo ahí. “Hay un capítulo que se llama ‘Gauchesca’, que incluye un par de poemas de rima perfecta, donde nos reímos mucho. Y después otro se llama ‘Canciones’, en el que algunos tienen música y otros no. Pero son todas cosas inéditas”.

Una enumeración de todo lo que ha hecho Páez de la pandemia en adelante lo retrata especialmente activo, ya sea en lo que se refiere a libros (a estos dos habría que agregarle sus memorias), y también con los discos, ya que antes de Novela editó una trilogía (que incluye el ambicioso doble Futurología Arlt), al que hay que sumar la nueva versión de El amor después del amor. “Cuando se me ocurrió volver a grabarlo, todos me saltaron al cuello. Sin excepción, eh. Y yo insistí: ¿por qué no? La cosa sagrada está en otro lado: la vida es sagrada, no un disco”, se ríe ahora al recordarlo. Lo cierto es que semejante actividad discográfica podría delatar otra lección, la de exprimir a una discográfica mientras esté a disposición. “Hay algo de eso, pero no se trata de un plan”, piensa. “Al menos no con esa malicia, porque yo no funciono así. Lo mío tiene que ver con algo pisciano que siempre me lleva puesto. Esa onda de vamos para allá, y allá vamos pase lo que pase”. Lo que sí concede Páez es que la clave de su hiperactividad tiene nombre, el del productor Gustavo Borner. “Si por algo los putié a los de Sony Argentina, es porque no me lo presentaron antes”, bromea. “Es un tipo que conoce lo último de lo último, pero también sabe de lo viejo. Es un erudito de la grabación, y a la vez muy divertido y totalmente salvaje”.

Y además queda hablar de la serie. “Uf, tuve muchos problemas con la serie”, es lo primero que dice Fito, que no fue responsable del proyecto pero le pidieron que se meta en los guiones, cuenta, y despues no respetaron sus aportes. Concede que fue un éxito y un laburazo, una suerte de mini Tango feroz: “Fue raro porque empezaron a hablar del rock nacional y de Charly como si a Charly no lo hubiera conocido nadie”, se sorprende todavía. “Hay que reconocer que fue efectiva la parte melodramática”, agrega, pero se le recuerda que si algo le sobra a su vida es melodrama, y vuelven las risas a una charla que ya se termina. “Mirá, se supone que estaban filmando mi vida, y si no me veo representado tengo derecho a decirlo, ¿no? Mi vida fue infinitamente más divertida y más salvaje”, dice Páez, que todavía disfruta en tiempo presente de ese viaje. Y tiene algo más para decir al respecto: “Con el paso del tiempo lo que se puede ver es cómo la música va trazando puentes con muchas personas y va haciendo como una telaraña. Algo estimulante, gratificante y que trasciende muchas cuestiones. Y eso es muy emocionante. Es como digo al final de Infancia & juventud, sobre los shows en Vélez del ‘93, y que volví a sentir ahora en el show que di en el Zócalo, en México. Yo siento que es mucho más de un concierto, que es un abrazo. Y no es para mí, sino que es algo que sucede entre todos”.

Fito Páez comienza el sábado en Barcelona su gira Tecknicolor España ’25. Sigue el martes 8 en Madrid, jueves 10 en Valencia, sábado 12 en Girona y lunes 14 en Marbella. Para septiembre estan anunciadas fechas en Lima (Perú) y Bogotá (Colombia). 

(Foto: Nora Lezano)

> Un extracto del libro de ensayos

ELOGIO DE LA MUSICA

Por Fito Páez 

Amo la música. Sé de su profundo poder sobre las personas. De los que la inventamos, la interpretamos y la escuchamos. De los efectos positivos de la musicoterapia en la recuperación y sanación en pacientes de todo tipo, de la fuente de acompañamiento que representa en infinidad de personas desde tiempos inmemoriales, de la profunda alegría que despierta en los cuerpos y en los espíritus. La música sí que libera. A menos que te hayas olvidado que sos una persona irrepetible, hay que saber que la música viene a recordártelo todo el tiempo. Aquí su carácter único y desalienante. De la misma manera que cuando se nombra que si hace mal no es amor, podemos afirmar que cuando hace mal, no es música. Lo que sale intoxicado de los parlantes va a la aire. En el aire se mueve la energía. Energía muchas veces intoxicada de desidia y desamor por la música. Que daña. Lo desnaturalizado de la creación amorosa nunca hace bien. La música incluso en sus momentos alegóricos, tristes o de extrañamiento de nuestra existencia posee el don de la liberación de esos sentimientos a través del llanto o alguna emoción profunda que termina por exorcizarlos o manifestarlos de una u otra manera.

La música es positiva. Ayuda, acompaña, enseña, cura y transforma.

Es una materia mística y alquímica por fuera de sus perfectas formas matemáticas. Ayuda al baile. Le da ritmo a la poesía y a la prosa. Armoniza los colores de los artistas plásticos. Le da sensualidad a la escultura. Templa la mirada. Enrarece el confort.

Este elogio de la música tiene una finalidad poética.

Restauradora.

La música como arma contra todos los males de este mundo.