Gustavo Galuppo Alives (Rosario, 1971) desarrolla desde fines del siglo pasado una obra artística y ensayística en video, en crítica cinematográfica y en teoría del cine. Lo artístico y lo ensayístico, en su trabajo, no son áreas separadas sino que coexisten en diversos grados en variados formatos: imagen y sonido, o texto literario y de investigación. Un pensamiento filosófico atraviesa y cohesiona sus producciones. 

Este talentoso videasta, escritor y docente, muy querido para la ciudad, con una amplia trayectoria internacional de muestras y premios en festivales, recibió en 2024 un doble reconocimiento estatal de la ciudad y la provincia, tan merecido como oportuno para un trabajador de la cultura en un momento de industria audiovisual nacional contra las cuerdas. En Rosario, su video El alfabeto de los nadies (que si bien fue realizado con inteligencia artificial es fiel a su sello de estilo) ganó el Premio Colección del 77° Salón Nacional del Museo Municipal de Bellas Artes Castagnino+Macro y se destacó como videoinstalación entre las otras obras seleccionadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro); mientras tanto, un jurado integrado por Agustina Prieto, Germán Prósperi y Analía Solomonoff le otorgaba a su libro Tecnologías de lo sagrado. De las fantasmagorías del siglo XVIII a la IA el codiciado Premio Provincial de Ensayo "Juan Álvarez" en la categoría Inéditos. 

Ya editado, publicado por el área Ediciones del Ministerio de Cultura, con un cuidado de edición exquisito a cargo de Agustín Alzari, el libro se presenta mañana viernes 4 de julio a las 18 en el Cine Público El Cairo, donde entre la charla de presentación y el debate con el público se proyectará su video de poco más de 20 minutos titulado Phantasmorasi, que con el video premiado y una obra audiovisual más integra la trilogía que fue realizando a la par de la escritura del ensayo.

El nuevo libro de Galuppo abre un brote verde en la tradición santafesina de ensayo literario que articula prosa poética, pensamiento filosófico e inspiración espiritual, continuando la línea que trazan, por ejemplo, Hugo Padeletti en "Experiencia poética y experiencia mística" (Revista Confluencia, N° 1, 1948; online en ahira.com.ar) o Beatriz Vallejos en "Influencia del viento y del agua en el folklore" (1972, incluido en El collar de arena. Obra reunida, 2012, EMR/UNL). 

Nutrido como ellos en el mismo sustrato moderno de Lo sagrado y lo profano (1957), de Mircea Eliade -aludiendo incluso a uno de sus conceptos fundamentales en el título-, Galuppo suma un acervo de lecturas deconstructivistas que incluye a Foucault y a Barthes, construyendo por su parte un recorrido apasionante por la historia de las imágenes técnicas donde rescata en breves relatos casi novelescos, casi borgeanos, las biografías reales pero casi fantásticas de pioneros olvidados del arte audiovisual: el padre Mariano (Mariano Díez Tobar), sacerdote católico español, padre biológico del cine; o la figura trágica del inventor francés Émile Reynaud, o el respetuoso gesto femenino de Anna Children Atkins, con sus cianotipos de helechos británicos posados delicadamente como encajes blancos sobre fondo azul. 

La hipnótica prosa fluye ordenada en fragmentos que exploran diversas discursividades, en el límite entre investigación y pensamiento. Algunos párrafos parecen incursionar en la declaración de artista, implícitamente dando cuenta de la propia obra; otros articulan una novedosa reflexión filosófica que categoriza la imagen frente a la visualidad, o la ascensión en el espacio unida a técnicas de captura de la imagen tendientes a sitiar lo visible, por oposición a la inmersión mística en el lugar. 

En su primera parte, "linaje material", la obra explora la prehistoria del cine, cuando unos efectos especiales avant la lettre surgieron de las nuevas técnicas de iluminación con el fin de maravillar y aterrorizar a las nuevas masas del capitalismo industrial, mientras el Iluminismo pretendía erradicar el misterio del mundo. Fantasmagorías, calotipias, heliografías, daguerrotipias, praxinoscopías, cronofotografías y cinematografías van revelando tres siglos de intentos -logrados o fallidos- por reabrir el portal de lo sagrado y también por fijar en archivo la visibilidad efímera de la vida. La segunda parte, "linaje inmaterial", se centra en la imagen sin memoria (telegrafías), sin destino (videografías), sin huella (digitalografías) y sin cuerpo (IA-grafías).

Como investigador que filosofa sobre sus hallazgos, Galuppo no cesa de maravillarnos con sincronicidades encontradas, a las que hace legibles y carga de sentido. Como escritor, nutre su prosa de influencias altas, como la de Shakespeare, quien a comienzos del siglo XVII hacía hablar a Hamlet de "un tiempo fuera de quicio"; Galuppo lo parafrasea en la imagen-concepto de una "luz desquiciada". 

"La luz enloquece", apunta en referencia al siglo XVIII. Agregamos, como lectores, que cabría ir más atrás, a ver qué era la luz cuerda: ¿acaso la luz divinamente sensata de las catedrales medievales, o la de las apariciones religiosas del tenebrismo barroco pictórico en la Contrarreforma? La luz moderna se vuelve "loca", sí, y luciferina, agregamos nosotros, desde que cae: volviendo al relato de Galuppo, esa luz ya no viene del cielo ni del sol sino de un quinqué, o de un proyector. Y mientras desgarre la oscuridad de la caverna o muestre visiones infernales -sigue diciendo Galuppo- será una luz iniciática y mágica, "imaginal". 

Según Galuppo, los precursores de la fotografía, como Nadar, se elevaron para mirar desde lo alto en un eje vertical y bélico, predatorio, varonil, de cazador; el cine, inaugurado por el disparo de macho despechado de Muybridge (esto es literal: el cronofotógrafo inglés mató al amante de su joven mujer antes de responder al desafío caballeresco de capturar la imagen de un  caballo al galope con sus cuatro patas en el aire), en manos de los hermanos Lumiére (luz, en francés) en 1985 se transforma en el embate horizontal de un tiempo lineal y de una locomotora. 

Pero... "apenas presentado el cine en sociedad, un año después, en noviembre de 1896, se desata en Estados Unidos la primera gran ola de avistamientos de objetos voladores no identificados".    

Párrafo aparte merece el excelente, apasionado y cuidado trabajo de investigación e ilustración de Alzari: desde la tapa "lyncheana" que rescata del olvido, gracias al Museo Histórico Municipal de Rafaela y al historiador Raúl Bulgheroni, el "Estudio veneciano" del fotógrafo Giuseppe Della Mattia en Rufino (Santa Fe) a comienzos del siglo XX, hasta las alucinantes imágenes gráficas que en función de documentos visibilizan las peripecias del relato, todo suma a una obra ineludible.