Campo Viera está ubicado en el corazón de Misiones, un pueblo de diez mil habitantes. De niños, los hermanos Núñez escucharon primero el acordeón del abuelo Damacio y luego el de su padre, el Moncho. De fondo, las guitarras y sapucay, ecos de los bailes populares que sacudían la tierra colorada. Ríos, montes y leyendas del Litoral, el espíritu del chamamé, que no frenaban ni a la hora de la siesta.
“Antes que Ernesto Montiel o Tránsito Cocomarola, un gran referente fue nuestro padre”, dice Juan “Pico” Núñez, bandoneonista, que, junto a su hermano Marcos “Chavo” Núñez, guitarrista, forman el dúo Los Núñez y acaban de ganar el premio Gardel por su último disco, Yvy Purahéi (“el canto de la tierra” en guaraní). No fue la primera vez: el anterior había sido en 2018 por su disco 3Fronteras. Llevar un “Gardel a los pagos”, como dicen, es una suerte de misión: a lo largo del país y en el extranjero, para los Núñez no sólo es interpretar la música de sus raíces sino representar un legado.
El disco es entonces una invitación a reflexionar sobre los espacios naturales y las consecuencias de la falta de conciencia ambiental. En su conjunto, con un brillo instrumental que los acerca a mentores como Raúl Barboza, Chango Spasiuk, Rudy y Nini Flores, Yvy Purahéi reúne catorce temas, entre ellos una versión de “Posadeña linda”, de Ramón Ayala, interpretada por Nahuel Pennisi. También participan Antonio Tarragó Ros con “Dónde vuela el río”, y Cóndor Sbarbati junto a Dani Suárez de Bersuit Vergarabat con “Mi serenata”, del posadeño Fermín Fierro. En su flexibilidad melódica y rítmica, con el aporte del percusionista Facundo Guevara, cuentan además con la participación especial de Marcial Paredez, miembro de la comunidad Mbya Guaraní “Yvy Pyta”, quien compuso el poema “La selva, la eterna niña”.
“A veces mezclamos clásicos del chamamé con composiciones propias, siempre buscando ese equilibrio entre lo tradicional y lo contemporáneo”, explica Juan, nacido en 1978. “También estamos atentos al lugar: no es lo mismo un festival grande que una sala más íntima”. Marcos, un poco menor (nació en 1981) evoca una escena fundacional: la primera actuación en la Fiesta Nacional del Inmigrante de Oberá, donde los hicieron subir al escenario principal. Era 1992 y ganaron el premio Revelación. Dos años después grabaron su primer casete, Los Hermanitos Núñez, en San Lorenzo, Paraguay. Un mundo los esperaba por delante.
Rescatan entre sus referentes a Ricardo Vuori, un finlandés radicado en Oberá que tenía su escuela de música y una orquesta juvenil. Luego conocieron a Ricardo Ojeda, con quien continuaron su formación académica, a Julio Lohrmann, discípulo de Isaco Abitbol, e Ignacio Velázquez. Entre los discos que escucharon nombran el Grupo Reencuentro, Los de Imaguaré, Luis Ángel Monzón, Blasito Martínez Riera. De adolescentes hubo otro mojón. A sus manos llegó El chamamé, un libro escrito por el investigador Rubén Pérez Bugallo y a quien conocieron en uno de sus viajes por el Litoral. También, la lectura de “Chamamecero”, del poeta y sacerdote Julián Zini. El chamamé suele ser una música de baile, aunque muy asociada al grito y a la fiesta trasnochada. Los Núñez quieren ir más allá. “Hay músicos jóvenes que están tomando el género y haciendo cosas muy interesantes, como Pablito Monge, Agustín Monzón, Sebastián Flores o Tati Grandolio entre tantos otros”, reflexiona Juan, ampliando el abanico.
En sus giras internacionales, llegaron a China, Australia y Nueva Zelanda como integrantes de la Orquesta de la Compañía Argentina de Danzas y como dúo, actuando en los principales festivales de Alemania, Inglaterra, Francia, España y Portugal. En 2019 participaron en representación de Argentina del Festival Internacional de Artes y Culturas en Marruecos, donde conocieron artistas populares en un intercambio cultural cosmopolita. Ahí es donde mejor se ancla la música de Los Núñez, que absorbe armonías de otros países como Brasil, Paraguay, del jazz, de otros géneros del folklore y de la música clásica. “Todo eso va alimentando nuestro lenguaje, en lo particular escuchamos desde Yamandú Costa a Piazzolla, de Troilo a Paco de Lucía, desde nuestros músicos nacionales como Charly, Fito, Mercedes Sosa o Spinetta a Debussy y Chick Corea”, enumeran.
Eso no significa que no vuelvan a los clásicos, aclara Juan, para quien lo tradicional es una base esencial sin la cual nada sería posible. Entre ellos, Isaco Abitbol con el dúo Gómez Florentín, Los Hermanos Barrios o Ramón Méndez. Una sensibilidad chamamecera que conecta con el paisaje, la naturaleza y la vida común del Litoral, como sus temas “Paraje Pindapoy”, “El canto del zorzal” y “Colonia Barrerito”.
Si bien el chamamé fue reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, Los Núñez dicen que persiste una llamativa ausencia en la programación de los festivales nacionales. Sin embargo, ellos siguen creando, tomando las costumbres de sus pagos y las referencias de todo el mundo. Con bandoneón y guitarra, instrumentos que estaban en la familia y reuniones con amigos, los Núñez no sólo tocan sino que componen sus propios temas, abriendo la estética hacia nuevas vertientes del chamamé en diálogo universal con otras músicas. No por casualidad tocaron con Pedro Azar, Lito Nebbia, La Delio Valdez y Al Di Meola, entre otros. Todo bajo el sonido de la selva, el río, de las raíces y del presente.