“La muerte es olvido en ojos mirantes” (Macedonio Fernández). 

Sobre la amistad se sostienen muchas cosas, entre ellas, estas tres afirmaciones: “Los amigos verdaderos se ven en las malas”, “Los amigos somos nosotros mismos con otro cuero”, y “Los amigos deben ser incondicionales”. 

En esta ocasión vamos a ocuparnos de revisar la primera y más divulgada de estas sentencias: “Los amigos verdaderos se ven en las malas”.

Aquí viene en nuestra ayuda la música popular, la literatura de la gente. 

En esta ocasión, el tango. Algunos dicen que el tango es una música triste, apesadumbrada, oscura y en parte tienen razón, el gran Enrique Santos Discépolo no dejaba de señalar el sesgo trágico y nocturno del espíritu tanguero. Pero eso no le resta su potencia humorística, irónica, ilustrada y precisa para captar las miserias cotidianas del sujeto moderno. 

Los psicoanalistas a eso le llamamos, entre otras cosas, neurosis. 

Nuestros poetas y escritores del castellano rioplatense ubican el núcleo problemático de las aporías del amor amigo, de pareja, familiar del mundo que habitamos. 

Estamos convencidos que, si se quiere saber algo más de las derivas de nuestra cultura, hay que prestar oídos a quienes amplifican la voz dolida y alegre de los pueblos. Por ejemplo, "La Cumparsita” (1924) con la letra de maestro Pascual Contursi, dice así: “Los amigos ya no vienen ni siquiera a visitarme, ni siquiera a consolarme en mi aflicción…”, en el tango las quejas y reproches están dirigidas, primero, a los amigos. Porque no están, se fueron, no vienen, traicionaron, o eran demasiado buenos y fieles, los favoritos, etc. 

En el caso de "La Cumparsita", el personaje se queja de que los amigos lo han dejado solo, ya no van más a su casa, no están para consolar su aflicción. 

Sigue el tango y nos enteramos que en la casa había una mascota: “aquel perrito compañero que por tu ausencia no comía, al verme sólo el otro día también se fue”. Tan compañero parece que no había resultado el animal. Ahora bien, todos sabemos que si a un perro le das de comer es difícil que se te vaya. 

Habría que considerar la hipótesis de que, si el perro no comía, era porque el tipo no le daba de comer; es decir, no lo atendía, y es por eso que se pianta, posiblemente a lo de algún vecino menos descuidado. 

Entonces, si este señor no podía atender ni a su perro es evidente que no podía atender a nadie. Y si no podés atender, si no sabes atender al otro, no vas a poder tener amigos, ni pareja, ni una planta, ni nada, porque se van, te engañan o se mueren. Esta es la primera cuestión: “A los amigos hay que poder atenderlos”.

El otro Tango, se titula “Se tiran conmigo”, del año 1966, de Ángel y Luis Díaz. Dice así: “Estoy mirando de frente pasar la vida fulera ambulando sin un cobre, sin tener donde dormir, los amigos no se arriman, se florean en gambetas, la mina no quiere lola se entrevero con un gil”. 

Otra vez, es a los amigos a los que se les presenta la queja. Sigue el tango, y nos enteramos que este personaje no tenía ni para comprarle unas cuerdas a su guitarra, peor aún, los últimos cuatro mangos que le quedaban se los jugó a los pingos y el maestro Rubén Quinteros lo amasijo. Le clausuraron el bulín porque hacía rato que no abonaba y: “pobrecita la piba del quiosco, que todas las tardecitas me daba los cigarrillos de sotamanga al pasar, un chabón que nunca falta hizo correr la bolilla, el viejo la campanea y yo no puedo fumar”. No compraba ni los cigarros el muchacho. Y para colmo el corazón amurado le tira la bronca, y hasta la luz del cuarto con la contra corre en yunta, anda falta de meresunda, que le llaman kerosene. 

Está claro que este sujeto no tenía nada más que su propia, ruin y miserable queja. 

Todo el orden cósmico, animado o no, está en su contra. Los amigos lo ven venir y se florean en gambeta, con razón y por experiencia, porque esta clase de sujetos viven enredados y enredando a quien se les cruce por el camino, en el interminable cuento de la tristeza con su vergonzante mangazo. ¿Es posible tener amigos cuando no tenes ni la deferencia de incluirte en el desorden del mundo que denuncias? 

Segunda cuestión: para tener amigos hay que poder tener algo para compartir, para partir-con otro.

En este sentido, el mito que dice que los amigos verdaderos se ven en las malas queda cuestionado. No porque vengan o no los amigos, si están o se desaparecen, sino porque en las malas no se ve, estamos ciegos. 

Estar en la mala no es pasar por un mal momento, tener algunos problemitas económicos, amorosos, existenciales, es decir, padecer el malestar irreductible a la dificultad de vivir. 

Estar en la mala es quedarse anclado en la propia miseria y no moverse un ápice de ese lugar. Es amar el dolor, el padecimiento, la ruina como a uno mismo. 

Sigmund Freud define la neurosis, en primer lugar, como la imposibilidad de amar, una suerte de enclaustramiento, de retiro, de apartamiento de la vida. Allí no podemos vivir la amistad. En tanto la amistad es, entre otras cosas, un estado en el que se está o no, y no algo que se tiene. Quién está encerrado en su dolor, en la queja o el reproche no puede estar en amistad con nada. 

Para ello se necesita deponer las armas que empuña narciso, atender y tender hacia lo otro de sí, estar abierto al juego amoroso de dar y recibir mucho más y mucho menos de lo que se tiene con quienes son y no son, todo a la misma la vez.

Continuará

*Psicoanalista, escritor, docente.