No hay nada demasiado original en Se ocultan en la oscuridad. Ni siquiera su título (y el original Be Afraid no hace más que apoyar la moción). A tal punto que uno de los seres ocultos de quien hay que sentir miedo y al que llaman “El hombre del sombrero” posee un parecido extremadamente sospechoso con el viejo y querido Freddy Krueger. Pero la originalidad no es necesariamente la virtud más relevante en una creación artística, menos aún en el territorio de los géneros populares. Lo que la película de Drew Gabreski (director debutante, si se dejan de lado un par de telefilms) logra en cierta medida es narrar un tradicional cuento fantástico más concentrado en las idas y venidas de la trama y en generar cierto suspenso que en hacer saltar al espectador con cuanto golpe de efecto sonoro y/o visual se le cruce por la cabeza. Sin demasiada brillantez, es cierto, pero evitando al mismo tiempo la deshonra, al menos hasta los últimos quince minutos, donde todo comienza a atolondrarse hasta desembocar en una resolución extremadamente poco satisfactoria.

Película fácilmente olvidable algunas horas después de la proyección, la historia logra, sin embargo, ser momentáneamente atractiva. Luego de un prólogo con final tremebundo, la familia del doctor John Chambers (Brian Krause, ese eterno actor de reparto) llega a su nuevo hogar, una típica casa de dos plantas construida justito al borde de un bosque cercano. A John, su segunda esposa y su hijo de unos siete años se les suma un joven universitario, hijo del primer matrimonio del médico, y no pasará demasiado tiempo hasta que el más pequeño comience a tener una serie de angustiantes pesadillas nocturnas. Nada raro a esas edades, excepto que también su padre comienza a sufrirlas, parálisis del sueño mediante (síndrome real que impide mover el cuerpo durante el paso de la fase REM a la vigilia). ¿Qué son esas sombras que sólo pueden ser vistas con la visión periférica, echando mano al famoso rabillo del ojo? Y, más importante aún, ¿qué desean?

De manera calma, tradicional incluso, Se ocultan en la oscuridad va describiendo al pueblo y a algunos de sus habitantes al tiempo que construye el misterio alrededor de la extraña desaparición de niños y adolescentes del lugar. Y por esos senderos transita el hálito de Stephen King, desde el inmortal It al famoso paseo en triciclo de Kubrick, pasando por la casa al costado de la ruta de Cementerio de animales. Referencias más o menos veladas o literales que el realizador alterna, quizás, para mantener atento al espectador en los momentos de suspenso menos inspirados. El resto es el relato de un padre decidido a todo con tal de defender a su familia hasta las últimas consecuencias. Cuando eso ocurre y se ingresa finalmente en la boca del lobo, la película se desbarranca y se ata a sí misma un moño con forma de epílogo tan derivativo que roza las fronteras del plagio.