El lugar de la ficción se convierte en el soporte de una escena real. La estructura de Las despedidas tiene que ver con una clase de teatro donde los alumnos presentan escenas que después serán discutidas, analizadas dentro de los requerimientos pedagógicos. Pero la clase que sucede en el marco institucional es también un material ficticio o al menos la profesora, interpretada por Julieta Koop también es un personaje que actúa e interviene bajo la impronta de su rol.
En Las despedidas los estudiantes (Zoilo Garcés y Natalí Lipski) ensayan algunos pasajes o escenas que se ajustan o se desplazan por completo de las consignas de la profesora en el marco de una clase de semiótica teatral. Pero lo más interesante es que en esos momentos de corte, en el espacio donde esa propuesta teatral se somete al debate o la opinión de la profesora, lo que sucede es otra escena donde los alumnos cuestionan el trabajo de la docente y, en gran medida, la acorralan con relación a su lugar en el quehacer teatral y su capacidad para entender lo que ellos hacen o darles un espacio de creación menos normativo.
Se trata entonces de una obra que examina el hecho mismo de actuar, la instancia de formación donde el hacer se mide en relación con un marco teórico que siempre aparece desafiado por la acción misma. Pero la obra no se queda solo en esa etapa formativa sino que señala permanentemente lo que sucede en el mundo teatral. El varieté de los sábados a la noche al que invitan a actuar a la profesora en el que los alumnos ponen a prueba su aprendizaje y su mirada escénica y la producción teatral concreta de la profesora que además de dar clases desarrolla su profesión como actriz, están contenidos por otra puesta en abismo. El director y dramaturgo Ariel Bar-On está incluido de la escena, al principio en un rol técnico que lo deja demasiado visible pero después funciona como un personaje que, al carecer de otra condición en la ficción, remite al de director o asistente de la profesora, a alguien que instala una mirada que contiene a los personajes. De este modo la escena que es observada por la profesora es vista, en un plano más amplio por el director y por supuesto, por nosotros como espectadores que podemos verlos a todos. La profesora también es observada por los alumnos, una decisión dramatúrgica que genera otro punto de vista hacia el interior de la trama.
El título de la obra apela a una relación con el tiempo. Si la estructura de Las despedidas juega con un desplazamiento entre la ficción y lo real, al extremo de presentar un falso final que es el cierre de una representación en el marco de la historia pero no de la obra en sí misma, esa acción de despedirse, de terminar algo o dejarlo en suspenso habla de esa similitud entre la vida y el teatro en relación con el pasaje por distintas escenas. Nuestra vida está conformada por situaciones que podrían medirse como escenas donde somos personajes diferentes. Esa profesora es una mujer que se enamora, que viajó con una beca a España pero volvió y hay algo de su biografía que aparece en las clases de forma imprevista, desordenada como una manera de defenderse en los debates demasiado intensos con sus alumnos donde, de algún modo, le reclaman o preguntan quién es ella más allá de las clases, qué hace como artista, dónde construye su autoridad para opinar sobre sus trabajos.
Estas discusiones expresan una manifestación impulsiva y por momentos entusiasta de una reflexión más amplia sobre el quehacer artístico ligada con la singularidad de la formación en el campo del arte y las imprecisiones o distancias que existen entre la teoría y la práctica. Llevar adelante un ejercicio puede implicar cuestionar esa teoría, desarmarla, superarla o, incluso si en la práctica la formulación teórica funciona, esto no demuestra una verdad indiscutible, un dogma, una regla infalible sino que es el reflejo de un momento que habrá que saber recuperar y sostener.
Los alumnos tienen sus planes por fuera de la clase. Quieren aplicar a becas, concretar sus proyectos y se enfrentan con la fragilidad del hacer en grupo, con ese territorio inestable que el teatro convoca a partir de la suma de voluntades que siempre tienen que estar presentes. Cómo explicar una idea, cómo convencer a alguien de la importancia de un proyecto cuando se busca financiamiento o simplemente un espacio para desarrollar eso que, por el momento, es solo imaginación, se muestra en esta obra como una tarea emocional, a veces irrealizable, siempre determinada por el estado de cada participante, por la fuerza de un deseo pero también por la manera en que los vínculos permanecen o se terminan, por la necesidad de pasar a otra cosa, por ese transitar entre las épocas, las edades, los trabajos, las oportunidades, los proyectos que nos estimulan más o menos y las amistades o los amores que pueden continuar o desvanecerse. Las despedidas habla de ese pasaje y también de esa fantasía de irnos, de imaginar que en otro lado o con otra gente podríamos ser más felices y realizar ese proyecto que no dejamos de inventar mientras hacemos otras cosas.
Las despedidas se presenta los sábados a las 18 en Casa Estudio Teatro