El accidente cerebrovascular (ACV) es una enfermedad aguda que se produce en el cerebro. Hay dos tipos: el accidente cerebrovascular isquémico --como el que sufrió Alejandra "Locomotora" Oliveras esta semana-- y el accidente cerebrovascular hemorrágico. El primero de ellos, el más común, es causado por un coágulo de sangre que bloquea o tapa un vaso sanguíneo en el cerebro. El segundo es causado por un vaso sanguíneo que se rompe y sangra en el cerebro. ¿Cuáles son los síntomas de un ACV?
Los profesionales insisten en que el tratamiento inmediato es clave a la hora de mejorar el pronóstico de los pacientes tras sufrir un ACV. “Es fundamental tomar conciencia de que el tratamiento temprano de las secuelas permite reducir su impacto, haciendo que el paciente tenga una mejor calidad de vida”, aseguró Verónica Silvana Matassa, especialista en Medicina Física y Rehabilitación.
Un ACV conduce habitualmente a discapacidades de diferentes grados, aunque también puede resultar fatal y, en la minoría de los casos, puede no dejar secuelas, indicó por su parte la neuróloga Guadalupe Bruera a Página|12.
¿Cuáles son las posibles consecuencias de un ACV?
Esta enfermedad puede provocar desde una parálisis a un trastorno del lenguaje, en la coordinación y el equilibrio, en la visión, o un deterioro intelectual. Estas condiciones pueden llegar a ser de leves a severas.
Si bien el pronto restablecimiento apunta a recuperar la circulación del área afectada, un gran porcentaje de los pacientes pueden sufrir otras secuelas posteriores que pueden afectar su calidad de vida y su autonomía.
"La espasticidad es la secuela que está presente en la mayor parte de los pacientes que han sufrido algún tipo de ACV y se han recuperado", indicó Matassa, quien es expresidenta de la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR).
Según la especialista, “la espasticidad es un trastorno motor caracterizado por el incremento de los reflejos tónicos con aumento del tono muscular. Se trata de una secuela que, si no es tratada, produce acotamiento y deformaciones que ocasionan dolor discapacitante”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 15 millones de personas sufren un ACV por año, de las cuales cinco millones mueren y poco más de cuatro millones quedan con una discapacidad permanente. Debido a esto, el ACV representa la cuarta causa de muerte y la primera causa de discapacidad en el planeta.
En Argentina, se produce un ACV cada 9 minutos, lo que equivale a unos 126.000 al año, y es la primera causa de discapacidad permanente en las personas adultas.
¿Cuáles son los síntomas de un ACV?
Hay varias maneras para prevenir un ACV. Entre ellas, realizar controles anuales, conocer cuáles son sus síntomas para actuar de forma inmediata en caso de detectar alguno, trabajar en los riesgos modificables y mantener la actividad cognitiva en funcionamiento.
Los expertos recomiendan realizar chequeos anuales para detectar si una persona tiene o no riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular. De ser así, se implementarán técnicas para ayudar a reducirlo.
Otro consejo es conocer cuáles son los síntomas del ACV, para actuar de manera inmediata. Estos son: debilidad o entumecimiento en la cara, brazo o la pierna; confusión repentina, dificultad para hablar o para entender el habla; problemas repentinos para ver con uno o ambos ojo; dificultad repentina para caminar; mareos; pérdida del equilibrio o coordinación; y dolor de cabeza severo y repentino sin causa conocida.
A su vez, si bien hay factores de riesgo preeminentes que no se pueden cambiar, como la edad, haber sufrido previamente un evento vascular cerebral y/o tener antecedentes en la familia; hay factores que sí pueden ser modificados.
En este sentido, desde la cartera de Salud detallan que las personas con hipertensión arterial, colesterol alto o diabetes, o aquellos que fuman o consumen drogas, tienen más riesgo de sufrir un ACV. Por esto, se recomienda tratar estos factores mediante intervención médica y/o cambios en los hábitos.
A su vez, se aconseja mantener hábitos saludables como realizar actividad física sostenida, mantener una alimentación sana que incluya consumo de frutas y verduras, y reducir el consumo de sal y azúcar.
Algunos especialistas también destacan la importancia de mantener la actividad cognitiva en funcionamiento, ya que esto crea redes neuronales que permiten que los efectos del envejecimiento sean menores. Por ejemplo, estudiar una carrera, aprender un idioma, bailar, cualquier actividad que rompa con las acciones cotidianas.