Ubicado en el barrio El Centro, sobre la calle Sawaina, el museo se levanta como respuesta a siglos de colonialismo, exclusión y desplazamientos. Fue impulsado por Bernardo Guerrero, líder comunitario y defensor del legado garífuna, quien decidió transformar la resistencia en un espacio que hable por sí solo. Inaugurado el 15 de julio de 2021, su propósito es claro, narrar desde dentro, con orgullo y verdad, lo que significa ser garífuna en Honduras.

Al cruzar sus puertas, quienes lo visitan se encuentran con una colección viva de objetos culinarios tradicionales, obras literarias, saberes ancestrales y fotografías que reconstruyen el vínculo profundo entre el pueblo garífuna, su lengua, su música, su tierra y su espiritualidad. También se destaca la literatura jurídica y las publicaciones producidas por intelectuales garinagu, que documentan la larga lucha por el reconocimiento de sus derechos territoriales y culturales.

El museo Sawaina es parte de una larga historia de resistencia. Su apertura coincidió con la conmemoración de 224 años de la llegada garífuna a Centroamérica, tras la deportación forzada desde la isla de San Vicente a manos de la corona británica. También se celebró el vigésimo aniversario de la proclamación por parte de la UNESCO de la música, danza y lengua garífuna como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Cada uno de estos hitos, lejos de ser parte del pasado, atraviesa hoy la lucha cotidiana de este pueblo por su supervivencia.

En los últimos años, las comunidades garífunas han enfrentado una avanzada sistemática de despojo territorial, especialmente en zonas como Cayo Cochinos, donde proyectos turísticos, restricciones ambientales impuestas sin consulta previa y la militarización del territorio han afectado sus modos de vida. Pescadores artesanales han sido criminalizados, líderes han sido amenazados, y las prácticas tradicionales han sido restringidas en nombre de una conservación que excluye a los pueblos que han protegido esos ecosistemas durante generaciones.

Frente a este contexto, el Museo Sawaina funciona como una forma de memoria. En él, se recuerda a figuras clave como Lobardo Lacayo Sambula, destacado líder de la comunidad, y se celebra la existencia de bebidas ancestrales como el Hi-Hi-Hi y el Hayaba Nuagun, elaboradas solo en Limón. La entrada es libre y voluntaria, una invitación abierta a conectar con una historia que, si bien es local, interpela a toda América Latina.

En un país donde la violencia estructural contra afrodescendientes e indígenas se mantiene intacta, Sawaina es también una denuncia hecha de símbolos, relatos y afecto.

Sawaina encarna una promesa, la de una generación que no se resigna y transforma la herida en lucha. Porque en Honduras, ser garífuna es resistir. Y resistir también es contar la propia historia.