El martes de la semana pasada, la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados debatió dos proyectos que repudian las agresiones sufridas por dirigentes opositores y periodistas, entre otros protagonistas del debate público y político, de parte de militantes libertarios e incluso del presidente Javier Milei. En este marco es en el que se produce la pregunta si regular los discursos a través de las redes sociales o si solo se trata de libertad de expresión.
La coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad de San Martín (UNSAM), Micaela Cuesta, afirmó que esta pregunta “sería necesaria desplazarla del eje, porque si bien el debate en torno a qué y cómo regular las redes sociales es vigente, significativo e, incluso, urgente, el problema mayor no lo tenemos en las redes sociales como dispositivo o infraestructura, sino en las subjetividades contemporáneas, en la sociedad civil, en las instituciones que están debilitadas desde hace algunos años”.
“Creo que más que poner el foco en las redes sociales -que, insisto, es necesario- habría que ampliar el debate y llevarlo hacia ese terreno fértil, receptivo, a lo que está sucediendo”, aseguró en diálogo con la 750.
Si bien la profesional dijo no haber participado de la Comisión en Diputados de la semana pasada, tiene conocimiento de “iniciativas para regular estos fenómenos”.
“Primero, hay leyes vigentes que quizás no se aplican del modo adecuado. Y el problema mayor está en cierta disposición subjetiva que en el observatorio denominamos autoritaria, o una suerte de autoritarismo social que se viene formando desde hace décadas y para el cual es audible este tipo de discusiones violentas y que encuentra mucha adhesión ideológica y afectiva”, sostuvo.
No obstante, enfatizó en que “la libertad de expresión no es irrestricta”. “En una sociedad democrática, esa libertad de expresión para que se expresen todas las voces, debe tener un límite”, aseveró.
“Ese límite es la incitación al odio y la violencia contra sujetos que históricamente han sido estigmatizados”, remarcó.
“Cuando se denomina libertad de expresión a discursos de odio, o cuando se dice que la regulación atenta contra la libertad de expresión, hay que decir que es un falso dilema, porque justamente lo que hacen los discursos de odio es limitar la libertad de expresión de todos aquellos que se ven hostigados o con temor a decir algo por miedo a sufrir represalias, como viene sucediendo desde hace por lo menos 10 años, y que se acentúa en coyuntura y contextos de crisis como la que atraviesa la sociedad global, vinculada a esta crisis sistémica contemporánea a este capitalismo”, concluyó.