El periodista y conductor Víctor Hugo Morales apuntó de nuevo a la violencia cruda y cruel que el Gobierno ejerce cada miércoles como un reloj contra los más desprotegidos: los jubilados. 

El editorial de Víctor Hugo Morales

Otro día de miércoles para los jubilados. Otro día feo para los jubilados. Dice uno de ellos que el gobierno les declaró la guerra. Bueno, no es exclusiva.

La guerra del cerdo —¿conocen ese libro?— tiene como protagonistas a los policías y los viejos ahora. Los uniformados representan el papel de los jóvenes que mataban viejos en aquel libro de Bioy Casares, dicho sea de paso, de escasa gloria literaria.

Había un asunto ahí con los peronistas que flotaba cuando se iban pasando las páginas. Ese tufo a pensamiento derechoso que se impregnó más que la propia historia.

Y hoy la guerra recrudece. La guerra del cerdo. Maten a esos viejos de miércoles a la tarde que, en vez de dormir la siesta, vienen a jorobar al Congreso y andan por la plaza con esos cartelitos de letras temblorosas.

¿Qué parte de "no hay plata" no entendieron? Peronchos son. Hay que molerlos a palo hasta que se vayan de una vez por todas.

En cambio la rural, mira como tienen paciencia, que “gauchitos" que son. A la rural entramos con la cola entre las patas. Mugimos la balada del buen servicio. La promesa de que van a salir forrados, que serán los primeros en disfrutar la bonanza, cuando la bonanza llegue.

En cuanto el país sea para la cuarta parte de la población por supuesto que serán los primeros. Eso les va a decir el sábado Milei, exactamente eso.

En cambio a los jubilados, como contaba nuestro estimado colega Nicolás Munafó, palos contra la pared, palos en el piso, empujón no es foul, escudo de vidrio aplastando narices, anda pa tras, juera perro y quedate manso porque te la doy otra vez.

Una guerra cerda, sórdida, despareja, injusta.

¡Lamelas, Milei! Le gritaba un veterano jugando con el apellido del embajador que viene a dirigir la Argentina. Eso le gritaba el veterano que tenía una gorra ladeada con un palo que sostenía un póster. Ese hombre del afiche le recuerda a Milei quien es su amigo, para quien trabaja.

Lamelas, te conocemos bien a vos y a Bullrich. Y el viejito miraba al policía que se le venía encima y le gritaba no tenes verguenza servil, no tenés vergüenza y forcejeaba el viejito. Una pata atrás y otra adelante y los brazos contra el escudo.

Y la tarde avanzaba ayer, bendecida por el sol de las cinco de la tarde y alargaba la sombra de un policía con un palo en alto. Imaginen eso: el sol atrás, el policía y el palo arriba para descargarlo sobre el viejo. La sombra, en realidad, era un viejo caído.

¡Y pegue Bullrich, pegue! La guerra del cerdo, antiperoncha, antipueblo, anti viejos, escribía una página más, por si hace falta.