¿Puede la experiencia de la muerte de un ser muy querido dar lugar a una obra de arte poética, bella y hasta por momentos cómica? La productora y autora Rocío Gómez Cantero, el director y también autor Gustavo Tarrío y la actriz Carolina Saade son las cabezas de un equipo que logra esta transformación en Menos detalles, espectáculo que estrenaron en el Galpón de Guevara después de meses de trabajo. Una cuidada articulación de actuación, texto, canciones en vivo, movimiento, teatro de sombras, objetos y marionetas, cuyo punto de partida fue la muerte de la madre de Rocío en un contexto de alegría y ficción. En 2019 ella viajó con la obra El viaje de Hervé, que producía entonces, al Festival de Teatro de Marionetas de Charleville-Mézières, al norte de París, uno de los más importantes del mundo de ese género escénico.
“Fui con mi hija de casi dos años y con mi mamá. La invité, me parecía un plan lindísimo: compartir el festival que tiene un clima de fiesta que inunda todo el pueblo. Hay un despliegue tremendo de obras para adultos, de obras en la calle. La idea era que me ayudara con la nena y después irnos unos días a París. Pero un día en el departamento que alquilamos, tuvo un ACV y murió a los tres días. Fue una muerte inesperada en un contexto bellísimo donde la estábamos pasando muy bien y fuimos felices”, cuenta la productora a Página/12. Con esta pieza debutó como autora.
“Ella me pedía ayuda, yo no entendía qué pasaba, no sabía qué hacer”, dice Rocío, aún conmovida. “No sé por qué, si por querer sobrevivir o por la mirada lúdica que fui armando al trabajar tantos años con actores, al tomar clases de teatro, pero siento que en ese momento activé un botón de ficción para poder atravesar todo. Tuve que resolver miles de cosas administrativas en un país extranjero, sostener a mi hijita y sostenerme yo”, agrega. Alrededor de esa tragedia, empezó a crecer una red de contención y de situaciones inesperadas. “El cónsul, el alcalde del pueblo que se acercaron, los vecinos que me ayudaron. El médico hermoso que vino a darme la noticia. Yo empecé a registrar todo, a recolectar cositas de esos momentos, porque iba tener que contar todo a mi familia”, explica. Estuvo un par de días sola hasta que llegaron su hermana, su padre y el padre de su hija.
“Menos detalles” fueron las palabras que recibió de su entorno al querer compartir lo vivido. Al regresar a Buenos Aires (con una lata de leche en polvo para su hija en la mochila y otra con las cenizas de la madre) sintió que tenía que hacer algo con todo eso. Intentó escribir, darle forma de novela pero desistió y volanteó hacia el teatro, un lenguaje que le resulta familiar. “¿Por qué quedarme solo con el lado trágico y oscuro de la muerte, si sucedió en ese contexto maravilloso?”, se preguntó Rocío. Enseguida pensó en Gustavo Tarrío - el creador de espectáculos hermosos como Ha muerto un puto, La invisible y Esta canción– como alguien capaz de llevar ese material “a una zona de fantasía, canciones y humor”, de despegarlo de la anécdota original. “Le escribí, siempre me gustaron sus obras. Nos juntamos, le conté todo, le di todo el material que tenía, lo que había escrito y grabado. Nos pusimos de acuerdo en que no fuera un biodrama, sino una obra por fuera de la historia real. Sabía que con esa historia cruda él iba a poder hacer otra cosa”, remarcó.
Carolina Saade fue la elegida por el director para encarnar a esa niña-mujer que emprende un viaje al otro lado del océano donde pierde a su madre. Un viaje que mezcla realidad y ficción y envuelve a la platea en un ambiente onírico. Carolina narra, canta con voz prodigiosa, baila, se deforma, manipula objetos. Está sola en escena pero no tanto: Gerardo Porión es actor titiritero y la acompaña manipulando objetos y marionetas (hay de distintos tamaños, desde avioncitos en altura iluminados, hombres de goma eva, una cabeza monstruosa con aires de un alien, un gato negro) y por momentos se suma también Julián Giménez Zapiola, que opera las luces robóticas, los tracks y es asistente en escena. Ella es una actriz hipnótica: transita registros muy distintos sin perder la espontaneidad y la organicidad. Nunca resulta impostada ni forzada, destila naturalidad en la comedia y en la emoción profunda; mezcla de niña inocente y mujer sexy con las emociones a flor de piel.
“Con Caro habíamos trabajado en Érase, un trabajo anterior que dirigí. Me encanta por su humor, su capacidad para el drama, su voz. En Menos detalles teníamos el desafío de crear un personaje que no puede llorar. Lo que más me llamó la atención de todo lo que me contó Rocío fue la dificultad de encontrar a quien contarle todo, de encontrar a alguien capaz de conectar con el relato del dolor en el que también había humor y fantasía", revela el director. Hizo una primera escritura de la obra que tenía mucha información biográfica, documental. No lo convenció. "Los datos me parecían impúdicos y no me interesaba que se perciba como ‘lo que le pasó a Rocío’. Pensaba que si era una historia íntima tenía que ser capaz de conectar con los otros en muchos niveles y lo más irracionales posibles. Y entonces nos corrimos del teatro documental para entrar en una zona desconocida para mí: el teatro de objetos y el de sombras. Ahora pienso que también fue una manera de conectar con la infancia y la orfandad”, sostiene.
Así es como entre canciones originales creadas por Tarrio junto a Pablo Viotti, actuación, danza, objetos, títeres y juegos de luces, se teje este relato que retoma y expande ese mundo maravilloso de marionetas donde ocurrió la tragedia. “Siento que la música y los objetos son tan importantes como la actuación en la obra. Nos dimos cuenta de que no hacía falta contar todo, decir tantas cosas con palabras”, explica la actriz. Por momentos, su personaje contiene emociones que están a punto de desbordar en lágrimas, por otros se desfigura, se acelera, se ríe de sí misma. “Acumula el llanto dentro de ella y quizás esa tensión es la que la lleva a lugares inesperados. Por ejemplo, la fiesta electrónica donde descontrola, donde hay algo de venganza. Me gusta ese recorrido emocional de la obra. Me gusta mucho el humor, yo empecé haciendo clown, y también me fascina el drama. Y en esta obra todo convive y genera contrapuntos”, revela la intérprete de 28 años, que en breve comienza los ensayos de La gaviota de Chéjov, que se va a estrenar en el San Martín con dirección de Rubén Szuchmacher. Ella es una de las actrices jóvenes del momento: viene de protagonizar Los bienes visibles de Juan Pablo Gómez y Un punto oscuro de Agustina Luz López.
Desde lo musical también hay un recorrido por distintas zonas. “Pensamos el espectáculo como una única canción con cuatro momentos: la milonga que es muy graciosa, la versión que hacemos de la canción brasileña 'O pato', después un tema más oscuro y la canción que lleva el título de la obra, que es como un himno”, describe Saade.
“La obra se terminó escribiendo sobre la base de los inventos que hicimos con Gerardo Porión, junto a Paola Delgado en el diseño de arte y vestuario y Fernando Berreta en el diseño de iluminación. Como el objetivo era usar la menor cantidad de palabras posibles para contar esta historia, tuvimos muchos temas a desarrollar. Con Fernando pudimos armar un sistema bastante radical de luces robóticas de piso y muy puntuales, que son un poco la identidad visual del espectáculo. En cuanto a la música, las canciones aparecieron después de bastante tiempo. Pero en una semana ya estaban porque con Pablo Viotti trabajamos muy rápido. Si no hay canciones no funciono, creo que me puse pesado con eso. Como si las obras de teatro fueran algo que rodea a las canciones y no al revés”, confiesa Tarrío.
Menos detalles tiene algo de cuento infantil o de “cuento de hadas para adultos”, como dice el director, con un lenguaje que apuesta a lo emocional, lo sensorial, las imágenes. “Estoy muy contenta de haber dado el paso y animarme a hacer una obra”, concluye Rocío, que fue productora de Federico León y actualmente trabaja con Tomás Rottemberg. Para este espectáculo llamó a la productora Valeria Casielles para compartir la tarea: "Me di cuenta de que sola no iba a poder. Lloraba en los ensayos", recuerda. El público también sale contento de la sala, con una mezcla de emociones parecida a la de la protagonista. Si bien Rocío no pudo compartir en su momento lo vivido con su familia -que prefirió no escuchar tanto y saber menos-, ahora cuenta su historia transformada en ficción a las casi cien personas que llenan, cada miércoles, el Galpón de Guevara, en el barrio de Chacarita.
*Menos detalles se presenta los miércoles a las 20.30 h en El Galpón de Guevara (Guevara 326) hasta el 27 de agosto.