En un momento en el que el clima socio político pretende legitimar la precarización del trabajo en un contexto de "sálvese quien pueda", el mensaje del dirigente gremial Daniel Yofra interpela al sindicalismo y a la clase política en general. "El gran problema es la falta de cultura obrera. El trabajador está desanimado, y la CGT dice que no hay motivos para parar, cuando tenemos más de 200.000 despidos y más de 20.000 pymes cerradas, jubilados hambreados. Debería ser punta de lanza de la resistencia, pero ni vergüenza tienen", exclamó en diálogo con Rosario/12.

El secretario general de la Federación de Trabajadores Aceiteros instó a "empoderar al movimiento obrero, para pelear por cosas que se han perdido, como el salario. El 95% de los trabajadores registrados está bajo la línea de pobreza. Lo primero que debemos hacer es que el trabajador sepa realmente cuánto tiene que cobrar, pero no para seguir siendo pobre".

En un modelo económico que parece combatir el mercado interno a partir de una clase asalariada sólida, emerge el culto al emprendedorismo, el cuentapropismo, uberización del empleo como alternativa desesperada. Cuando es un trabajador el que justifica este régimen, Yofra advierte: "Pero un emprendedor depende de que los trabajadores ganen bien, porque puede hacer empanadas pero si no tiene quién se las compre, se las tendrá que comer él. Para tener un emprendimiento hay que tener plata, y no hay. Si las pymes están cerrando por la importación indiscriminada. Los empresarios no compiten: cierran y se ponen a importar. La importación está asfixiando a todos los que quieren producir para el mercado interno. La teoría de esta gente es inviable. Ya pasó con el menemismo, lo siguió De la Rúa, Macri...".

El dirigente aceitero ubicó uno de los déficits más urgentes en la conciencia de clase, una definición que defiende a pesar de los tiempos. "Desde el momento que el trabajador piensa que está bien que despidan, como si viviera en otro país... tenemos un problema. Estos personajes del gobierno son unos bandidos que sólo les interesa la bicicleta financiera. Como los casinos, le sacan más a los pobres que a los ricos. Entonces, debemos dar la batalla cultural acercándonos al trabajador, unirnos y enfrentar a aquellos", planteó. 

—¿Por qué suceden cosas como en Villa Constitución, donde La Libertad Avanza volvió a ganar una elección, y hoy tiene a Acindar casi inactiva, y con 500 trabajadores suspendidos? -preguntó este diario.

—La gente está harta de los políticos en general y este no será la excepción. Es el peor de todos. La gente está apostando, como no milita ni participa ni de un merendero ni de la cooperadora de la escuela de sus hijos, le cree al que le sabe mentir. Son víctimas de las elecciones. Nos la agarramos con los que votan, pero no con los que se mandan las cagadas. Las cosas se vienen haciendo mal y la gente cree que eso no tiene un costo. Como lo de Vicentin, que no era la primera vez que estafaba al Estado y esta vez le salió mal. Y a los políticos esto le está saliendo mal, quedaron alejados de la realidad de los argentinos, como les pasa a los sindicalistas.

Yofra atribuye la responsabilidad de esta derrota cultural a los representantes del campo popular. "No vamos a responsabilizar a los empresarios, que son hijos de puta. Somos nosotros los que debemos hacernos cargo, responsables de no gritar cuando corresponde. Antes no le hacían paro al peronismo, pero ahora tampoco le hacen paro a este porque les van a acusar de desestabilizadores, como si eso me importara, al menos a mí".

El sector aceitero tiene uno de los mejores acuerdos paritarios, con un salario básico casi 1,9 millón de pesos. Yofra asume que es consecuencia de la lucha, no solo de la facturación multimillonaria de la patronal agroexportadora. "Hay sectores que están bien, como el nuestro, la diferencia es que nosotros no nos hacemos los boludos. Salimos a protestar, a pelear por el resto de la clase. No nos podemos quedar solos porque van a venir por nosotros, y nos va a salir caro estos 20 años de lucha. Hay organizaciones que no salen a pelear, aceptan lo que el gobierno dice", reprochó. 

Entonces la salida es reformular la práctica gremial, reconducir la representatividad de la población asalariada. "Si pudiéramos hacer un frente sindical donde todos peleen por el salario. Pero estamos en un momento donde la excusa es que con este gobierno no se puede. Si buscamos un momento propicio, nunca lo será. Hay una clase política que desprecia a los trabajadores", dijo. 

—¿De dónde vendrá la transformación de este escenario político?

—Hay que empoderar al movimiento obrero, más que en pensar en un partido político. Hay que pelear por las que hemos perdido. En primer lugar, el salario. Tenemos el 95% de los trabjadores registrados bajo la línea de la pobreza. Cómo van a pensar en cómo salir de esto si son pobres, si tienen que pensar en cómo llegar a fin de mes asegurando 4 comidas diarias a su familia, comprando zapatillas a los chicos antes de cobrar, o mandarlos a la facultad, o llevarlos de vacaciones, o a comer a fuera aunque sea un fin de semana por mes. Si no podemos arreglar el salario, es muy difícil que podamos convencerlos de enfrentar a este gobierno.

El dirigente aceitero planteó un primer paso elemental a corregir en las negociaciones paritarias. "Primero hay que concientizar a los trabajadores sobre cuánto deben ganar. No lo saben, solo saben que no les alcanza. Alguno te dirá que el aumento acompañe la inflación, pero acompañándola sigue siendo pobre. Hay 9 necesidades y debemos cubrirlas, no como hoy que tiene que elegir entre pagar alquiler o comer con el promedio salarial actual". 

"Ese es el punto de partida –concluyó– que el sueldo mínimo que le garantice a un trabajador vivienda digna, alimentación adecuada, educación, salud, esparcimiento, vestimenta, transporte, previsión y vacaciones. Esas 9 necesidades son la medida del salario mínimo. Si los trabajadores no tienen conciencia de eso, tampoco tienen fuerza. Lo primero entonces es concientizarlos, pero tenemos que estar unidos. Es desolador porque los trabajadores están desanimados. En 2015 había algunos que cerraban acuerdos con mínimos por debajo de la línea de indigencia, y contestaban que privilegiaban la continuidad laboral. Hoy no tenemos trabajo y encima con salarios de pobre".